IX. Temor

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Lucy pestañeó, sus labios alzados por los nervios trepidaron al ver a Sting frente a ella recuperando el aliento por su rápido recorrido.

—Que buen recibimiento —Lucy giró, confundida.

El muchacho estiró sus brazos emitiendo una contenta carcajada. Sting se aproximó a ella inspeccionando que no tuviera alguna lesión, las suaves manos del muchacho rozaron sus mejillas rojas, y ella asustada por ser vista en tal situación con Sting retrocedió enfocando sus ojos en quien la sostuvo de una dolorosa caída.

—Max, no sabía que tenías una adorable ayudante.

El mencionado meneo la cabeza cautelosamente, apretó el borde de su gorra de trabajo entre sus manos.

—Spetto envió a Lucy a que me ayudara —explicó, Sting emitió un gruñido, no le agradaba que Spetto hubiera tenido que exponer a Lucy a una tarea fuera de lugar.

Lucy advirtió aquel disgusto, por ello se apresuró a sonreír abiertamente.

—Me estaba divirtiendo de todos modos, es bueno salir de la mansión —era cierto, Lucy había terminado disfrutando de aquella tarea, el jardín era tan majestuoso que podría pasar horas sentada allí.

Él joven invitado la observó sonriente, antes de dirigirse al joven Eucliffe.

—Sting, ¿no me das la bienvenida? —el rubio giró sonriendo forzosamente.

—Gray —el nombrado acomodo su cabello, satisfecho de ser el centro de atención de su primo—, gracias por ayudar a Lucy.

—Lucy, así que ese es tu nombre, linda jovencita —Lucy asintió, asombrada.

Sting achicó sus ojos, conociendo perfectamente que la voz aterciopelada de su primo no era para nada casualidad.

—Vamos, vamos —Sting sujetó el hombro de Gray, la tela celeste de su camisa se arrugó bajo el toque brusco del rubio.

—Pero, tenemos que ver que la dama esté bien —se apresuró a indicar, no obstante, su primo ejerció tal fuerza que simplemente consiguió ver a Lucy parpadeando, extrañada por la brusca actitud de Sting.

—¿Estás bien, Lucy? —la muchacha aclaró su voz, y asintió ágilmente—. Vendré luego a verte —prometió ávidamente Sting.

—Si, Lucy. Vendremos a verte —Gray se vio obligado a emitir una exclamación frustrada cuando su primo lo llevó a la fuerza hasta la entrada de la mansión.



—Oye, no hay prisa para ver a la tía —reclamó, Sting al soltar sus brazos pensó que se había expuesto ante su observador primo.

Para su mala fortuna, Gray sacudió la manga de la camisa, para luego sonreír alzando sus cejas.

Estaba perdido.

Gray parecía estar prestando atención a las explicaciones de la señora Eucliffe, después de todo su orgullo seguía herido y quería de alguna manera hacer sentir mal a su hijo menor al darle la completa atención al recién llegado.

Sting concebía la burlona mirada de su primo sobre él, por ello estaba ordenando sus pensamientos, pretendiendo encontrar una razón lo suficiente justificable para ocultar sus sentimientos por Lucy.

Agradeció las asfixiantes atenciones de Rufus y su madre, puesto que logró retirarse sin que alguien se lo recriminaba.

Precisaba ver a Lucy, pero hacerlo implicaba que Max fuera testigo, eso no era bueno, se detuvo ensimismado.

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