XVI. En peligro

49 6 0
                                    


Lucy se levantó, abrumada, no discernía que estaba ocurriendo, pero su corazón le insinuó que no era nada bueno. Sting instintivamente la ubicó tras él, aún así el rostro agresivo de Ángel era perceptible.

—¡¿Qué es esto, Sting?! — chilló la mujer ingresando a la habitación.

Yukino, sollozó con ímpetu al ser testigo de su ser amado protegiendo a esa mujer, Minerva la abrazó, sus ojos fríos cayeron sobre la rubia estremecida.

—No la toques —le advirtió, Sting.

La hermana de Yukino detuvo su brazo extendido, estaba dispuesta a darle una paliza de ser necesario. La expresión del joven Eucliffe se había transformado completamente, sus labios se torcieron, sin embargo, escuchar la voz de Rufus le dio la suficiente fuerza para devolverle la mirada feroz.

—Quítate. Esta maldita mujer te esta seduciendo ¿no es así? —la acusó—. ¿Quién te crees maldita criada?

—Yo... —balbució Lucy, sus piernas estaban tiritando excesivamente, aunque separó sus labios para negar no lo consiguió, estaba aterrada.

—¿¡Que sucede!? —Rufus interrumpió arrugando su frente, solo Ángel volteó apuntando frenética a Sting y Lucy.

—¡Tu hermano esta haciendo sufrir a mi hermana!

—¿Haciéndola sufrir? —preguntó Sting, irritado. Odiaba ver a alguien llorar, pero en ese preciso momento estaba detestando que Yukino estuviera haciendo un espectáculo—. Nunca le prometí nada a tu hermana, no debería sentirse ofendida.

—¡Eres demasiado cruel! —Ángel apretó sus puños, vigorosamente—. ¡Esa mujer es malvada! ¡Rufus! ¿Vas a permitir que ella este en esta casa? ¡Ha estado conquistando a tu hermano!

Rufus avanzó para quedar de frente a su hermano, estaba dispuesto a desafiarlo, la atmosfera era tan hostil, que Lucy se apartó de la protección de Sting, recordando la pregunta de Loke, no había manera de mantener ese secreto, debían enfrentarlo.

—No lo seduje —se defendió ella. Sus ojos se colmaron de lágrimas al percatarse de las miradas duras que recaían en ella—. Sting y yo...nos amamos.

—Cierra la boca, criada — soltó Rufus, iracundo.

—No le hables de esa manera —le avisó Sting—, no pretendí jamás casarme con tu hermana —aclaró a Ángel rotundamente —. Yo amo a Lucy.

—¡No digas estupideces!

Todos contuvieron una exclamación cuando Rufus le dio una cachetada a Sting. La situación se estaba saliendo de control, Gray parpadeó alterado, viró para advertir que Spetto ingresaba al pasillo con pasos rabiosos, y tras ella la señora Eucliffe corría liberando maldiciones entre lágrimas.

—Maldita sea... —murmuró.



¿Por qué todo estaba terminando de esta manera? Lucy notó sus lagrimas cayendo sobre el dorso de sus manos, sus dedos se cerraron sobre la tela de su falda. Aunque la mansión era inmensa, las voces de Elizabeth y Sting se escuchaban hasta la sala principal.

—Necesitas tomar un poco de agua —Gray estaba a su lado ofreciéndole ayuda—, es difícil. Pero por favor, tiene algo de azúcar, Loke me dijo que es para los nervios.

—Loke...

—Él esta tratando de que los demás se vayan a dormir —explicó, una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios cuando ella agarró el vaso.

DAYLIGHTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora