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KyungSoo agregó más ramitas secas a la fogata, removió la leña con un palo y suspiró con fuerza. Estaba aburrido. Afuera llovía a cántaros y era imposible salir.

Justo estaban en esos días donde todo era frío, gris y mojado. El bosque olía delicioso, limpio y fresco, el preticor revoloteando en sus fosas nasales y la quietud tan imponente que KyungSoo quería golpear algo. No estaba listo para estar encerrado, tampoco para estar quieto mucho tiempo, así que era un verdadero infierno para él.

La prueba más dura que puede estar enfrentando.

Le echó un vistazo a su esposo. Él estaba tendido en el suelo frente a él, alejado de su nido respetuosamente, con los ojos cerrados, descansando profundamente. Justo así, sin nada que lo preocupara y mantuviera alerta, se veía más accesible, menos peligroso. Más humano. Era entrañable.

KyungSoo sonrió, observando en silencio el mullido pelaje rojizo y café, cómo parecía más grande por el encrespamiento para protegerse del frío del exterior. Era lindo, de verdad. KyungSoo podría mirar esta imagen por mucho tiempo (era lo que hacía esta tarea de mantener silencio y tranquilidad mucho más llevadero).

Suspiró de nuevo, más extendida y ruidosamente, y con el sonido, las irises cafés se expusieron al mundo. La cabeza del alfa giró en su dirección y lo miró con atención, formulando una pregunta a través de su observación fija y suave y KyungSoo le regaló una sonrisa de disculpas.

—Ah, lo siento, no quería molestarte —ladeó el rostro, volviendo a preguntar a su manera, con una oreja levantada y la otra echada abajo. KyungSoo rió por lo bajo y echó otro grupo de ramitas a la fogata—. ¡En serio, no es nada! Solo estoy un poco aburrido. Nunca había estado encerrado por tanto tiempo y es algo extraño para mí.

Dejó el grupo de palitos secos a un lado y se dejó caer sobre su mullido y cómodo nido, se hizo una bolita y gimió ruidosamente con la vista puesta en el techo de la cueva. Su atención fue llamada por los pasos suaves de su esposo y, al alzar la vista, notó al lobo rojizo delante de él, sin tocar su nido, pero estando lo suficientemente cerca como para hacer la ilusión de que estaba ahí dentro, con él.

Su omega se estremeció de deleite ante la idea. KyungSoo lo mandó a callar y calmarse.

—¿Hum? ¿Qué pasa?

Ambas orejas peludas se pusieron en punta y los ojos grandes y salvajes apuntaron al suelo a su lado. KyungSoo miró la zona señalada como acto reflejo y luego volvió a verlo.

—¿Quieres acostarte a mi lado? —el alfa parpadeó y KyungSoo sonrió suavemente en respuesta—. Claro, ven aquí.

Se hizo a un lado para dejarle libre el espacio que no estaba ocupado por su nido y el lobo se echó casi de inmediato. Movió su cola de lado a lado cuando estuvo acomodado y extendido como un tapete animal junto a él, luego lo miró con la cabeza apoyada en sus patas delanteras, y fue tan linda la imagen que KyungSoo no pudo evitar extender una mano y acariciar la zona entre las orejas y la mejilla peluda.

Su esposo entrecerró los ojos y jadeó con deleite y placer.

—¿Sabes? Me he preguntado por ti. ¿Quién eres, de dónde vienes, cómo te llamas, cuánto tiempo tienes aquí? Es triste no poder conocerte —murmuró distraídamente, con la vista fija en las orejas erguidas—.

La cabeza del lobo se alzó y sus ojos se encontraron de nuevo. KyungSoo bajó la mano y se acurrucó contra su propio cuerpo, sin alejarse del calor que desprendía el cuerpo peludo a su lado.

—Tal vez es un poco tonto, pero quisiera llegar un poco más lejos, tal vez ser amigos... No lo sé. Sólo... Sería feliz con solo saber cómo te llamas.

Tatuado En Tu CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora