CAPITULO 11

631 95 100
                                    

Elian

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Elian

Tengo que hacer un gran esfuerzo por no pegarle un puñetazo al árbol que me oculta cuando veo a la entrometida sentada en el parque más solitario del pueblo con sus amigos. Todavía me sorprende lo ingenua que es al creer que nadie puede verla en este lugar. Tal vez para el resto de estúpidos que viven en este pueblo pueda pasar desapercibida pero no para mi que he recorrido cada esquina de este lugar y el bosque que lo rodea desde que llegué y me lo conozco como la palma de mi mano.

Se cree que se las puede dar de detective y de heroína de las jóvenes del pueblo, pero lo cierto es que no tiene ni idea de a que se enfrenta. Se esta ganando a pulso ser la siguiente víctima por andar de metida y lo que más gracia me hace y me molesta a partes iguales es que está intentando pasar desapercibida pero esta consiguiendo el efecto contrario.

Puede que ante la gente parezca una chica como cualquier otra pero lo que ella no sabe es que está llamando la atención justo de quien no debería. La bestia acecha y ella luce como un farol en medio de la oscura noche atrayendo a su peor pesadilla.

Me sorprende que a pesar del atisbo de miedo que vi en sus ojos cuando nos enfrentamos, seguía parada frente a mí con la cabeza en alto y defendiendo su postura. Nunca me había encontrado a alguien tan testaruda desde que empezó todo esto y también es la primera vez que veo que una persona, a pesar de estar cagada de miedo, tiene la valentía de entrar en el papel de detective para descubrir al culpable, a los culpables de tales atrocidades.

Hace años que deje de ser un santo, la luz y la vida llena de esperanza como la solía conocer me fue arrebatada hace varios años y no he vuelto a ser el mismo desde entonces. En este punto ya no se si soy cómplice o culpable pero lo cierto es que ya estoy tan metido de lleno que no puedo dejar que me descubran, que nos descubran. Si cae el, caigo yo, porque el destino quiso que compartiéramos el mismo cuerpo condenándome a una vida llena de oscuridad, sangre y tortura de la que ya no puedo escapar.

A pesar de eso, y a pesar de que para mí esto es el pan de cada día, intento evitar que más gente salga perjudicada mientras puedo frenarlo, porque eso sí, cuando la bestia ficha la presa, esta se puede dar por muerta. La pizca de humanidad que queda en mí es la que me impulsa a tal gesto de solidaridad pero cuando veo la sangre caer entre mis dedos no siento nada, ni remordimiento, ni pena, ni dolor, ni compasión.

Tengo claro que lo que he presenciado y lo que oculto tarde o temprano será mi pasaje directo al infierno. Sin embargo nada de eso importa a estas alturas. La bestia cada vez está más fuera de control y esto solo acabará con ella muerta o ambos en prisión.

Cuando me percato de que el grupo de tres personas se levanta del banco dirigiéndose a la salida del parque, me dispongo a seguirlos oculto en las sombras para asegurarme de que se dirigen al pueblo y no entran en territorio peligroso.

Una vez que los pierdo de vista doy la vuelta y recorro el camino que me lleva hasta la cabaña abandonada en medio del claro donde he presenciado y sido participe de múltiples torturas en el tiempo que llevo aquí. Me adentro en el interior en busca de algo, un objeto en particular que se debería haber llevado la ultima chica que estuvo aquí a la tumba, pero sin embargo, al momento de terminar el trabajo me percaté de que ese algo no estaba presente en su oreja izquierda. Busco el pendiente por el suelo y revuelvo hasta la esquina más recóndita de este cuchitril sin resultado alguno lo que me frustra y aumenta el sentimiento de ira permanente que vive e mí.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 05, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El juego del cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora