El tren

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Hoy tome el penúltimo tren de la estación de mi pueblo, ya era tarde, el sol estaba bajando lentamente, pronto el frío se hará más intenso bajo este cielo inmerso de esperanza, esa esperanza que guardo en mi ser, la esperanza de volverlo a ver. 

Traía un vestido azul que me llegaba hasta las rodillas, con mi tapado y guantes lograba mantener calor en esta época, el haberme puesto las botas más largas que encontré en mi casa ayudaba a disminuir el paso gélido del viento, nunca fui buena para elegir mis vestimentas, pero esta vez me esforcé por arreglarme, me deje el cabello suelto, esta más rubio que la última vez que me viste, pero, por el frío tuve que ponerme una gorra, espero que no arruine mi aspecto.

Todos en el pueblo ya saben lo que paso, estaba tan feliz que prácticamente lo grité, no me importo que hablaran mal de mi, eso ya no me afecta. Aunque siempre lo odié.



Aun lo recuerdo... ese día... también hacia frío...





_4 años antes _

Los vagones abandonados en la estación cada vez eran más fríos, me encontraba completamente sola, lo único que  me ayudaba a mantener calor era un montoncito de paja que se hallaba dentro de mi vagón, pero no era suficiente, el frío traspasaba la tela gastada de mi vestido, este ya estaba bastante maltratado, tenía sus agujeros de batalla, pero en su época dorada era el más bello que adornaba mi armario, su color marrón clarito era algo hermoso, a pesar de los maltratos que traía, aun seguía siendo bello, solo que al verlo así, no daba más que lastima, ya no me atrevía a salir de aquí, odiaba con todas mis fuerzas que las personas me miraran mal, con pena, o desagrado, pero ninguna te extendía la mano para ayudar.

Hace mucho que ando vagando por los alrededores, perdí a mis padres hace un tiempo, y me escapé de la casa de mi familia más próxima, ellos no son malas personas, pero, tampoco son santos, me fui a medía tarde, salí corriendo de la fiesta de mi tía, me alejé lo más que pude de ese lugar, pero de eso ya paso mucho tiempo. Vivo de lo que encuentro en los bosques, hay muchos arboles frutales y algún que otro invernadero  el cual no esta tan bien cuidado, en días como estos es cuando puedo ir a tomar algunas cosas de allí, pero... hoy no pude...

Estaba haciendo mucho frío, casi no sentía mis piernas ya que esta mañana fui a darme un baño en un río cerca de aquí, no contaba conque bajara tanto la temperatura, no tuve tiempo de juntar leña para calentarme, todo iba mal en peor, tenía que moverme, tenía que salir o moriría aquí, congelada, en un viejo vagón de tren.

No sentía la mayor parte de mi cuerpo, incluso llegue a alucinar que me estaban hablando, no podía abrir mis ojos, no tenía tantas fuerzas para hablar, solo me quede allí, acostada, deseando estar en mi casa, calentita bajo mis sabanas, junto a mis padres. 

Pero..no era así, solo me encontraba en un previo estado de hipotermia, hasta que dejé de creer que alucinaba, porque esa voz que me hablaba provenía de las puertas de mi vagón, se encontraban abiertas de par en par, lo sabía, porque entraba más frío de lo habitual.

-¿Te encuentras bien?- preguntó la voz de un hombre, no sonaba muy mayor, ni tampoco de un niño.

-vete...-pronuncié entre temblores y crujir de mis dientes.

Podía escuchar como se acercaba hasta mi, no quería que me tocara, pero tampoco lo podía evitar.

-Estas helada- afirmo cuando su mano toco mi mejilla- por favor, déjame ayudarte, si te quedas aquí, en este estado podrías no despertar- hablo preocupado.

-P..-solo salió un suspiro de mi boca-pu..puedo, so..sola - le informe entre castañeos de mis dientes.

-Estas en mi vagón, eres mi responsabilidad, ¿entiende? podrías empeorar, no pasaras de esta noche si te quedas aquí, ven conmigo, déjame ayudarte- me suplico.

No tenía idea que mi casa tenía propietario, y mucho menos que le importaran vagones abandonados, los cuales se hallaban rotos y maltratados por los años.

No le contesté, solo me quede ahí, esperando que él se fuera, pero no lo hizo, se quedo, me envolvió en una tela gruesa, y me cargo. Estaba tan congelada que no conseguía generar calor propio, él camino hasta bajar de el vagón conmigo en sus brazos, no paso mucho tiempo a pie, me subió a una carrosa con la ayuda de alguien más, solo fue cuestión de tiempo para que llegáramos a un lugar cálido, el cual se sentía muy bien, se escuchaba el crujir de la leña al ser quemada, debía tener una chimenea prendía enfrente mío, me dejó en un lugar suave, y puso sobre mi más telas gruesas las cuales me protegían del frío, y dejaban entrar el calor del fuego. 

Al cabo de unos minutos me quede dormida, estaba tan a gusto, ya había pasado tanto frío en los últimos días que ni recordaba lo bien que se sentía estar en un lugar tan acogedor, el cual te hace sentir segura.

Estaba tan calentita que no quería despertar, me sentía en una hermosa nube llena de calidez, pero no podía quedarme, tenía que buscar otro lugar en donde quedarme, no me podía aprovechar de la amabilidad de él.

Abrí los ojos con pereza y al mismo tiempo intenté moverme, pero tenía las piernas entumecidas, me dolían al moverlas, y casi no las sentía, tal vez pase mucho tiempo bajo el frío.

-¿Te sientes mejor?- preguntó de repente una voz.

Lentamente me voltee para verlo, él estaba sentado a un lado mío, poseía una un rostro preocupado, no era muy joven, tal vez unos 3 años mayor que yo, su cabello era castaño claro, lo traía peinado hacia tras, sus ojos eran de un marrón intermedio, vestía muy formal a pesar que estaba en su casa. Entre sus manos se encontraba una taza de té, su aroma me era muy familiar.

-Si, gracias...-contesté apenada, mientras bajaba la mirada hacia las abrazadas que me cubrían.

-Ten, te preparé un té de manzana.. tienes que recuperar calor- me indicó mientras me pasaba la taza.

Yo me acomodé para recibirla, y mantenerme lo más erguida posible ante él, no quería que me viera como un conejito asustado.

-¿como te llamas?- me preguntó él.

-..Damaris.. - titube- Mi nombre es Damaris- le contesté "firme" mientas lo miraba a los ojos- ¿él suyo cual es? si se puede saber..- hable apenada por mi imprudencia al hablar.

Sonrío- Es un gusto señorita Damaris- no apartó sus ojos de los míos-mi nombre es Ulises- mantuvo su sonrisa. 

Todo estaba siento tan cálido ese día. 





_Presente_





Esa noche soñé tantas maravillas, fue el inició de todo, no lo hice fácil, intenté escaparme, pero..no quería irme... en todo ese tiempo que pase el invierno con él, me acostumbre a tenerlo junto a mi.

Los días y meses fueron pasando.

Y nosotros nos fuimos acercando cada vez más.





















DAMARISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora