Capítulo Único

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Jadeé una vez más, secándome el sudor que me corría por la nuca y la frente; hice una mueca de asco sacudiendo la mano. Vi la hora en mi reloj de pulsera, sorprendida del tiempo que había transcurrido. Lo mejor sería que volviera; no quería preocuparle.

Di la vuelta en la redoma de la zona industrial donde trotaba todas las tardes; se había vuelto mi lugar favorito para correr. Llevaba unos cinco años de haberme mudado a la costa de Japón, luego de que una de las empresas más reconocidas, me contratara como arquitecta; tenía mi propia oficina y, en ocasiones, trabajaba desde casa, lo que era mayormente los fines de semana.

Vislumbre desde lejos mi casa, diseñada por mí misma hace dos años, luego de conseguir el permiso para hacerlo. Abrí la puerta del jardín, notando encantada el florecimiento de las plantas que sembré la semana pasada. Subí en un pequeño trote las cortas escaleras, sacudiendo las zapatillas en la alfombra de la entrada mientras abría la puerta, encontrando a primera vista el sofá negro y rojo en medio de la sala, y en él sentado a mi persona favorita del mundo.

Despegó la mirada de su vídeo juego, sonriendo distraído al verme, volviendo después a lo que hacía.

Al parecer su juego era más importante que yo.

Solté un suspiro con una pequeña sonrisa, negando suavemente por su afán a esa cosa. Fui directo a las escaleras para ir a la planta superior donde estaban las habitaciones, deseando tomar un relajante baño antes de hacer la cena; aunque con el pequeño diablillo de abajo lo dudaba mucho.

Sonreí con ternura al recordar su mirada asustada y temblorosa, ante un lugar nuevo y desconocido. Tardamos tiempo en adaptarnos, pero luego de unos meses -de conocer a chicas de su agrado, mejor dicho- se terminó por acostumbrar.

Me terminé por quitar la ropa y me metí bajo la ducha, sintiendo la tibia agua recorrer mi cuerpo. Cerré los ojos un instante soltando un suspiro, queriendo con ello quitarme la pesadez y la mala sensación que me albergaba.

Eric tenía escuela mañana, y por la tarde práctica de básquet. Hice una mueca de frustración al también recordar que llegaba mi madre, y no es no la quisiera; es que ella era algo... extrovertida. No venía sola, por lo que sabía; vendría con su esposo, menor que ella y que, extrañamente, seguían juntos. Llevaban algo de 12 años.

Era la primera vez que la pareja de mi madre conocería a mi hijo, pues en veces anteriores... no pudo.

Salí de la ducha luego de un rato, sintiéndome lo suficientemente recompuesta como para responder y enfrentar las respuestas del pequeño.

Terminé de vestirme y bajé a la cocina, consiguiendo a Eric aún frente al televisor. Fruncí el ceño disgustada, apenas llegó de la escuela y se instaló allí, sin molestarse siquiera en hacer la tarea.

Me acerqué hasta el aparato y lo desconecté de un tirón, obteniendo su total atención.

- ¡Mamá! - exclamó en reproche, sin desviar aún su mirada de la pantalla.

-Eric Rafael Martínez Carrasco- dije firme, colocando los brazos en jarra con el ceño fruncido. -Espero por tu bien, que ya hayas hecho tu tarea- amenacé señalándolo con el dedo índice, haciéndole tragar grueso.

Bajó la mirada dejando el control a un lado, yendo escaleras arriba por su mochila para hacer sus trabajos. No me gustaba regañarle, pero si no lo hacía, no me haría caso.

Fui a la habitación contigua para preparar la comida, dejando sobre la encimera todo lo que utilizaría.

Eric regresó minutos después para hacerme compañía, concentrado en hacer lo suyo y yo en lo mío.

Cicatrices Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora