Capítulo Cinco

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Nayeon maldijo en voz baja cuando los libros en sus brazos cayeron al suelo.

No sabía porqué, pero desde la noche anterior había estado muy distraída, encontrándose a sí misma con la mirada perdida y sin poder concentrarse apropiadamente en clases. Eso, combinado a que no podía caminar bien debido al incidente que tuvo con Tzuyu, habían hecho de su día un poco más miserable de lo normal.

Jihyo le había aconsejado quedarse en el dormitorio por lo menos un día para darle a su tobillo tiempo para recuperarse, pero Nayeon se negó. Quería demostrarse a sí misma que era capaz de hacerlo, necesitando un aumento de autoestima después de la humillación que experimentó la noche pasada con aquella alfa.

Sin embargo, ahora se estaba arrepintiendo de no hacerle caso a su amiga. Apenas y podía caminar cinco pasos sin sentir una agonía en su pie izquierdo, y tampoco tenía a nadie que la ayude, Jihyo habiendo desaparecido de la faz de la tierra justo ese mismo día y Chaeyoung tenía clases hasta tarde, dejándola por su cuenta. Su suerte era increíble.

De todos modos, no tenía tiempo para lamentarse. Este era su castigo por ser tan tonta, así que con una mueca, intentó agacharse sobre un pie para recoger sus pertenencias.

Justo cuando se encontraba a centímetros de alcanzar sus libros desparramados en el suelo, sintió una mano rozar la suya ligeramente, haciéndola retroceder al instante, asustada. Su sorpresa fue mayor cuando alzó la mirada, encontrándose con los mismos orbes amarillos con los que había soñado la noche anterior. Como si eso no hubiera sido suficiente, perdió el equilibrio y cayó sobre su trasero, dejando escapar un chillido de dolor.

— ¡Joder! ¿Esto se va a hacer una costumbre entre tú y yo? Para ponerte la orden de alejamiento desde ya — exclamó Nayeon, frunciendo el ceño.

Frente a ella yacía una desconcertada Tzuyu, arrodillada para estar a su altura y con la misma cara confundida de la noche anterior que Nayeon quería eliminar lo más rápido posible. Era exasperante.

— Lo sien... — Nayeon la fulminó con la mirada antes de que pudiera terminar su oración, deteniéndola en su intento por disculparse — ¿Necesitas ayuda?

— No, no la necesito — habló, moviendo la mano de Tzuyu fuera de su camino para recoger sus libros.

Tzuyu apretó los labios, asintiendo. Sin embargo, se mantuvo en la misma posición arrodillada en el suelo, solo observando como la omega tomaba sus cosas. Algo le llamó la atención, y sus ojos viajaron hasta su tobillo, encontrándose con que la omega lo tenía vendado con fuerza. La culpa inundó su pecho.

— T-tu pie... — su voz era apenas un susurro.

Nayeon alzó la vista aún con el ceño fruncido, dispuesta a recriminarle a la alfa sobre el daño que le había causado debido a su encuentro de ayer, pero una vez más se encontró sin habla cuando miró los ojos de Tzuyu brillando con algo que solo podía ser culpa. Sus orbes llenos de preocupación y tristeza mientras le daba la mirada más miserable que había visto en un alfa.

— No pretendas estar preocupada ahora. Estoy bien. Se necesita más que esto para romper a una omega como yo — se encontró a sí misma diciendo con un tono más suave de lo que había planeado en un principio. No le gustaba esa mirada culpable en su rostro, prefiriendo a la Tzuyu confundida que solo la miraba sin decir una palabra.

Trató de ponerse de pie, pero su intento fue en vano. Su pie se quejaba de dolor, y no había manera en que pudiera levantarse sin tener que dejar los libros en el piso.

— Maldición — murmuró, buscando algo en qué apoyarse, pero sus únicas opciones eran la pared y la chica frente a ella que solo la observaba.

𝙂𝙀𝙏 𝙔𝙊𝙐┇𝘕𝘈𝘛𝘡𝘜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora