Prólogo

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—Los tienes?—

—El primer cargamento llegara aquí a las 8:00 am—

Uno de los hombres observó con aparente desinterés el camino por dónde llegaría la "mercancía" sentía mucha curiosidad por esos chicos, han pasado casi dos años desde que trabaja en ese lugar y aún no sabe por que traen a estos chicos, pero nunca se van de regreso.

— ¿Sabes para que los quieren?— Sus palabras sonaban casi arrastradas, somos si la respuesta no le importará realmente y tal vez así era, después de todo —Siempre veo llegar esos camiones llenos pero no nunca los veo llevar su carga de regreso—

La mirada en los ojos de su compañero se endureció y su voz adquirió un tono más gélido.

—Eso no es algo que necesites saber, ni siquiera yo sé bien que hacen en este lugar, es asunto del gobierno y es clasificado, harías bien en no preguntar. Es peligroso—

Cualquier réplica fue automáticamente silenciada en el momento en que se escuchó el tenue sonido de un motor del vehículo acercarse a lo que ellos conocían como la Zona Cero. En ese vehículo estaba una de las cargas más preciadas para el gobierno. Un diverso grupo de chicos y chicas de diferente edad, etnias y rasgos distintos, tenían en común muy poco, todos eran menores de edad, estaban solos en este mundo cruel y nadie pelearía por ellos. Sus padres estaban muertos, deportados o simplemente desaparecidos, sin familia, sin un hogar y por eso eran perfectos. Y aún más importante ellos no tenían conocimiento de aquello que también los unía: El gen 0.

El Gen 0 era fácil de detectar si conocías dónde buscar, puede asegurarse rápidamente su existencia con una muestra de sangre, también muestra varias y pequeñas señales para quienes tengan el conocimiento necesario. Aquellos que tienen El gen 0 tienen talento, habilidades o inteligencia superior y después de mucha investigación se descubrió que ese gen puede ser explotado y de esa forma mejorar a esas personas, por eso estaban esos niños aquí y pronto ellos lo descubrirán.

Pero ellos no habían descubierto todo esto por arte de magia, fueron años de ardua investigación, experimentos y muerte lo que los llevó a entender que:

El gen sólo puede activarse en la etapa de la pubertad porque este pierde la capacidad de mutar cuando el cuerpo termina su etapa de desarrollo.

Sólo florece si es llevado hasta el límite.

Solo los más fuertes sobreviven, tanto en la vida como en el laboratorio.

¿Acaso era ético o correcto lo que estaban haciendo? Por supuesto que no, pero ¿Acaso a alguien le importaba la vida de esos niños? Nadie en ese laboratorio pensaba que sus vidas fueran relevantes más allá de un experimento. Estaban creando una nueva raza de humanos, más fuerte, más duradera y peligrosa. Estaban creando las armas perfectas. Y la muerte de unos cuantos experimentos no los detendría.

Anker

—No puedo detenerme... Soy un monstruo... Mamá, lo lamento— Murmuraba mientras mi cabeza daba vueltas totalmente desorientado, yo me deslizaba hacia abajo sin fuerzas en mis piernas, ahí estaba, tirado en el piso mientras mi espalda reposaba en una de las cuatro paredes que conformaban mi prisión, las drogas que habían introducido en mi sistema me estaban quitando el control, en esas paredes blancas que me rodeaban habían grandes cráteres, todos los había hecho yo, quería escapar, odiaba el blanco, estar rodeado de ese color tan impersonal, tan frío... Era todo lo contrario a su hogar, reconfortante y cálido. ¿Algún día vería a su madre de nuevo? ¿Siquiera querría ver ella al monstruo en que se convirtió su hijo?... Me estaba mintiendo a mi mismo, siempre hubo un monstruo viviendo en mi interior pero ellos lo obligaron a salir.

Alexia

—¡Me ahogo! ¡Quítenmelas! ¡Ya basta! ¡Duele! ¡Duele!— Mis gritos lastiman mis cuerdas vocales, gritaba con todas mis fuerzas aunque sabía que era inútil, nadie me escuchaba, aunque llorara hasta la inconsciencia, aunque gritara hasta quedar sin voz, nadie me ayudaría, nadie me salvaría. Todas esas plantas a mi alrededor me estaban consumiendo, no podía controlarlo. Cada semilla, cada brote y flor eran más fuertes y mortífera que la anterior, eran tan venenosas como yo, como lo era mi madre y como lo es este sitio. ¿Podría algún día ahogarme en mi propio veneno?.

Ethan

—Debo encontrarla... Ella está sola, ella está sola, soy horrible... La abandone... — Afuera de ese gran cuarto blanco solo podían escuchar los sollozos y lamentos. Solo pude desear tener la misma suerte. Mientras ellos me escuchaban llorar, yo podía oírlo todo, cada pensamiento, idea o sentimiento ajeno, todo estaba ahí. El dolor, la ira y la tristeza, ni siquiera podía soportar mi propio dolor, ¿Cómo podía lidiar con el dolor de los demás? Había tanto ruido, no podía soportarlo, mi cabeza dolía tanto que parecía ser que en cualquier momento iba a romperse. Justo como yo lo estaba, era tanto el dolor no pude soportarlo, mi visión se llenó de puntos negros y pronto deje de escuchar.

Ava

—No se me acerquen, no me toquen... ¡NO ME TOQUEN!— Podía sentir sus manos en mis brazos, querían contenerme, inmovilizarme, ellos querían hacerme daño. Mi mente estaba corriendo a toda velocidad intentando encontrar una salida al mismo tiempo que pateaba y luchaba presa de la desesperación, todas esas manos en mi solo podían hacerme sentir asco y aunque no quisiera admitirlo: miedo, estaba tan aterrada en ese momento que apenas repare en las luces que parpadeaban en la habitación como si estuvieran respondiendo a mis emociones. Yo solo quería salir de aquí, mi cerebro solo reproducía en un círculo vicioso interminable las mismas palabras. Peligro, es peligroso, ayuda, sáquenme, dejen de tocarme, dejen de tocarme, DEJEN DE TOCARME. En mi frenesí por escapar solo sentí una aguja en mi pierna, de un momento a otro el mundo dejó de existir.

Experimentos en la Zona CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora