~Las montañas, tú y yo~

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Hola mis queridos lectores, antes que nada quiero daros las gracias por leer este one-shot. Es el primero que escribo y también es la primera vez que utilizo la narración en primera persona. Aquí se describe una misma situación, solo que primero narra Heidi y luego Pedro, cada uno lo cuenta desde su propia perspectiva. Os aviso que el one-shot es largo, pero me hizo mucha ilusión escribirlo. Si os gusta, hacédmelo saber con vuestros votos y comentarios. Espero que disfrutéis leyéndolo.

~Patry Rubita~


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Narra Heidi:

Hacía unas cuantas horas que ya había amanecido aquella mañana de finales de primavera. En cuanto me desperté, me asomé por mi pequeña ventana para comprobar que Pedro todavía no hubiera llegado. Tenía que darme prisa para vestirme y desayunar, ya que casi siempre le hacía esperar. A veces era tan distraída que me quedaba sumergida entre mis pensamientos y perdía la noción del tiempo. Pedro lo sabía y siempre bromeaba conmigo diciéndome que tardaba mucho y que era una lenta. Pero aunque lo dijera de broma, tenía razón. Sin embargo, adoraba las veces en las que bromeaba conmigo para hacerme reír, ya no sabría vivir sin sus bromas y sin su sentido del humor.

De repente, empecé a sentir el calor de los rayos del sol en mi piel y a escuchar el canto de los pájaros, mientras una suave y cálida brisa acariciaba mi rostro y despeinaba aún más mi cabello. Me encantaba ver las montañas y los valles desde mi ventana cada mañana, despertarse con esas vistas no tenía precio. Jamás me cansaría de vivir aquí, las montañas eran parte de mi vida y parte de mí. Amaba caminar descalza por los prados y las praderas, meter los pies en el agua fría del lago, llenar mis pulmones de aire puro y estar rodeada de plena naturaleza. Sentía que todo en mi vida era perfecto, que siempre lo había sido y que nada cambiaría jamás.

Sin embargo, el paso del tiempo me enseñó que había cosas que sí cambiaban y que era inevitable que eso sucediera, y al crecer lo comprendí. Empecé a descubrirme a mí misma, descubrí que mi cuerpo había cambiado y que me había convertido en toda una mujer. Descubrí que mi corazón sentía miles de emociones y sentimientos nuevos que nunca antes había experimentado. Fueron muchos descubrimientos y empecé a tener dudas y preguntas que sólo una mujer podía explicarme. Siempre hablaba de esos temas con Clara, pero estaba tan lejos que solamente podía aprovechar las cartas y los veranos que compartíamos juntas. Por lo que las únicas mujeres que estaban cerca de mí eran Brígida y la abuelita, ellas eran como una madre y una abuela para mí y las que podían dar respuestas a mis preguntas y ayudarme en cualquier momento.

En seguida, me di cuenta de que volvía a perderme entre mis pensamientos así que rápidamente me levanté de mi cama de heno perfumado y agarré mi vestido, el cual estaba colgado en una percha que el abuelito me había hecho para no dejarlo por ahí tirado.

Mi habitación había cambiado un poco durante estos años, excepto mi cama de heno, la cual seguía intacta como la última vez que la hicimos de nuevo el abuelito y yo cuando regresé de Frankfurt. Solamente la agrandé un poco agregando otro montoncito de heno, ya que yo había crecido. Al lado de mi cama había una mesa llena de cajones y una silla, ambas de madera, que el abuelito me había hecho años atrás. La mesa me servía como escritorio en donde siempre me ponía a escribirle cartas a Clara, leer y estudiar. Los cajones estaban llenos de libros, de antiguas cartas de Clara y de muchas hojas de papel. Aunque yo ya había terminado la escuela, me encantaba aprender cosas nuevas y siempre andaba de acá para allá con algún libro en la mano. Eso era algo que solía hacer mucho últimamente ya que en invierno comenzaría a dar clases de lectura en la escuela de Dörfli, sería la ayudante del maestro. Mi abuelito y Pedro siempre se reían con cariño al verme leyendo todo el rato, ya fuesen libros de lectura o repasando aquellos con los que había estudiado en la escuela. Era capaz de terminar de leer un libro entero en tan solo un día, siempre y cuando no me quedara dormida antes de acabarlo, cosa que me sucedía muy a menudo. En el fondo de la habitación había un lugar reservado solo para el heno, su olor me relajaba tanto al dormir como al leer.

Heidi y Pedro | Las montañas, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora