Oh diablos. Esta noche era con valet, ¿no? Pensé mientras arrastraba a Niña Bonita hasta la entrada del MHNN. Había varios ayudantes de valet circulando, saludando a los invitados que estaban subiendo en autos de lujo que valían una pequeña fortuna, y no quería nada más en ese momento que dar la vuelta y regresar por donde había venido. No tuve tanta suerte, ya que un asistente abrió la puerta con un crujido y me dio una sonrisa forzada.
—¿Asiste a la gala esta tarde? —preguntó, dándole a mi auto una rápida mirada.
—Uh, sí. —Salí del auto, dejándolo encendido, y abroché mi saco. Bueno, no era mi chaqueta, era una de las de Jongdae que aparentemente le había encajado en la escuela secundaria, pero como no tenía nada en mi armario lo suficientemente elegante como para el evento de esta noche, tendría que ser así.
El valet arrancó una tarjeta numerada y me la entregó, y cuando se sentó en el asiento del conductor, le dije:
—Oh, si la llave se atasca, solo tienes que presionar este botón. — Me incliné sobre el hombre y metí mi dedo a través de un compartimiento abierto debajo del volante para mostrarle...— y...sí. Eso debería funcionar.
El asistente me dirigió una mirada de diversión y aversión, y me di cuenta de que tenía treinta tonos de rojo.
—Creo que puedo lograrlo —dijo, antes de cerrar la puerta y salir a estacionar. Qué embarazoso, pensé, deslizando la tarjeta en el bolsillo de mis pantalones. Sin embargo, no necesitaba avergonzarme. Tenía todo el derecho de estar aquí entre todas las parejas elegantemente vestidas que entraban al museo. Había trabajado duro para ganar un lugar en el programa de pasantías, y cuando me llamaron para ofrecerme el trabajo a principios de la semana, sabía que todas las horas dedicadas a estudiar y esconderme mientras todos los demás festejaban habían valido la pena.
Este era el trampolín para la carrera que quería, y esta sería la noche en que me presentarían a este mundo. Era la gala de apertura anual, la noche en que todos los patrocinadores y empleados se reunían para celebrar y recaudar dinero para las próximas exposiciones.
Tiré del dobladillo de mi chaqueta de esmoquin, y luego, proyectando una confianza que no sentía, me abrí paso.
La gala estaba teniendo lugar esta noche en la rotonda, una enorme sala forrada con columnas de mármol y coronada con una impresionante cúpula de vidrios de colores. Cuando entré en el vasto espacio, ya lleno, levanté la vista hacia la estatua que se elevaba en el centro de la habitación, con tres sirenas sosteniendo un orbe llameante sobre sus cabezas, y apenas pude creer que estuviera aquí en una posición profesional. Esta noche, el museo parecía aún más mágico, con centelleantes luces colgadas en los balcones y una banda de jazz tocando, de la nada sentí una punzada de decepción al no tener una cita para compartir esta noche. Claro, podría haber invitado a Jongdae, pero hubiera preferido a cierto otro hombre de cabello oscuro, uno con el que había estado fantaseando toda la semana, aunque no lo había visto desde nuestra cita de café hace una semana y un día. No es que esté contando...
Chanyeol había llamado un par de veces, a altas horas de la noche después de que finalmente había llegado a casa después de un largo día de trabajo, pero no había mencionado volver a verme, y las conversaciones habían sido sorprendentemente... platónicas.
Preguntando cómo había sido mi día, si mi auto me había estado dando problemas. Sin mencionar nada acerca de lo que él dijo sobre desearme, ni rastro de interés sexual ni de otro tipo. Seguí revisando nuestra conversación en el café, preguntándome si había dicho o hecho algo que lo hiciera cambiar de opinión sobre mí. Dios, esperaba que no. Cuanto más tiempo había tenido para pensar sobre el enigmático hombre que había capturado mi interés, más quería conocerlo. Cogí una copa de champán de la bandeja de un mesero y tomé un sorbo.