Capítulo I

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Megumi todavía podía recordar el estruendoso sonido de las sirenas de emergencia resonando en las calles de Tokyo anunciando que debían evacuar la ciudad porque ya no era seguro habitar allí.

Aquel día, había empacado en su mochila bienes preciados para él que pudiesen acompañarlo en su largo viaje. Lo primero que guardó fue una fotografía suya junto a Toji (su padre), era la única que tenían juntos y el único recuerdo físico que aún conservaba de él.

Cuando se giró para mirar por última vez su desolado hogar, deseó que todo fuese una pesadilla... Una pesadilla de la cual aún esperaba despertar.

Tres años después, se encontraba en Nagano, específicamente en el ancestral pueblo Samurái de Narai-Juku. Un lugar que antes albergaba a miles de turistas, ahora era el nido de ratones y otros animales silvestres.

Con el paso de los años, se dio cuenta que mientras más se alejaba de las ciudades plagadas de casas y altos edificios, más seguro podía estar. Esto no quería decir que no se encontrara con ningún zombie, sin embargo, los existía en menor cantidad.

Había despertado hace un rato atrás y lo primero que hizo fue comprobar que cada parte de su cuerpo estuviese en su lugar. Hace un tiempo atrás había adquirido esa costumbre cuando un día se despertó sobresaltado al sentir algo mordiéndole el zapato.

Se estaba quedando en una casa cerca del pequeño puente que surcaba un riachuelo proveniente del río Kiso. Era una de las pocas que aún conservaban un par de cosas útiles para supervivencia y de la cual había hurtado una katana de mango negro que reposaba sobre un altar. Probablemente los propietarios la habían dejado ahí como una ofrenda.

Después de levantarse, se lavó la cara con agua que aún fluía por las cañerías de la casa (seguramente provenientes de algún pozo), tomó su mochila junto con la katana enfundada e hizo su camino hacia el pueblo para buscar algo que comer.

El cantar de los pájaros que escuchaba mientras caminaba bajo los cálidos rayos de sol primaverales le traía paz y tranquilidad. Le recordaba que él era un invasor más en su territorio. Lo más probable era que estuviesen esperando que la erosión y el paso de los años le devolvieran la naturaleza robada.

Cuando estaba cruzando el puente, sintió unos pasos y gruñidos detrás de él. Se giró inmediatamente y divisó la figura de un zombie con aspecto de mujer arrastrando apenas sus pies para acercarse a él. De su cabeza apenas salían unas hebras rubias que debían conformar su cabello anteriormente.

Megumi no esperó siquiera que se acercara y retrocedió hasta llegar a ella. Desenvainó el sable de manera brusca pensando en la deshonra que le estaba causando al antiguo propietario por no practicar el Iaidō y tomando impulso le cortó la cabeza limpiamente. Sabía perfectamente que no bastaba solo con eso así que avanzó hasta la cabeza que rodó y le enterró a la punta del arma directamente en el cráneo.

Después de comprobar que el cuerpo no se siguiera moviendo, caminó de vuelta al río y limpió el metal con un poco de agua. Pensaba que todo había terminado ahí, pero estaba muy equivocado porque cuando se puso de pie nuevamente, escuchó un tumulto de gruñidos a lo lejos. Asustado, se giró y enfocó su vista divisando una horda de zombies que caminaban uno al lado del otro en su dirección.

—Mierda —dijo mientras enfundaba la katana nuevamente con ambas manos para echarse a correr lo más rápido posible.

«Lo más probable es que vengan desde Niigata caminando.» Pensó mientras no dejaba de correr.

Una vez que se adentró en el pueblo, se paró frente a un viejo almacén para recuperar la respiración. Eran muchos zombies, jamás había visto tantos juntos. Se apoyó de costado contra la pared mirando hacia arriba pensando en qué hacer ahora. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no se dio cuenta que un zombie se estaba acercando desde atrás hacia él.

The dead zone || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora