Capítulo VI

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A la mañana siguiente, Megumi despertó gracias a unas suaves caricias sobre su cabello; sin embargo, no abrió los ojos hasta que dejó de sentirlas y escuchó unos pasos alejándose de él. Soltó un sonoro suspiro y levantó la cabeza, encontrándose con la espalda de Sukuna. Estaba sentado en el borde sobresaliente del piso de tatami, al otro lado de la puerta de corredera que daba hacia el patio.

—¿Despertó El bello durmiente? —murmuró Sukuna sin girarse a mirarlo.

Megumi se restregó la cara con ambas manos para recobrar la totalidad del conocimiento. Estaba tan cómodo que no quería moverse ni levantarse.

—¿Estuviste tocándome la cabeza? Te dije que no me manosearas mientras dormía.

Sukuna río fuertemente y giró la mitad del cuerpo para mirarlo.

—Solo estaba comprobando que siguieras con vida. ¿La próxima vez quieres que lo haga con una patada?

Megumi rodó los ojos y no fue hasta que se puso de pie que sintió un mareo y un dolor de cabeza claramente asociado a la ingesta de alcohol del día anterior. Se tocó la cabeza con una mano y se acercó a su mochila para sacar la botella con agua, bebiendo instantáneamente el resto del contenido en cuanto la abrió.

—Me pareció extraño que no despertaras en la mañana cuando Yūji hizo tanto escándalo —añadió devolviendo su vista hacia afuera.

Megumi cerró la botella y la volvió a meter en su mochila. Ahora que Sukuna lo mencionaba había dormido muy bien durante la noche. De hecho, se atrevería a decir que hacía mucho tiempo que no descansaba apropiadamente. Siendo honesto se confió demasiado de Sukuna y Yūji.

—Realmente no lo escuché, creo que baje un poco la guardia.

Sukuna asintió y se puso de pie metiendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

—Ahora que despertaste vas a tener que acompañarme.

—¿A dónde?

Sukuna entró de vuelta a la casa, cerró la puerta detrás de él y se acercó hasta la puerta que daba al pasillo de la casa.

—Sígueme. —No esperó respuesta y salió al pasillo.

Megumi se puso de pie y antes de ponerse los zapatos estiró su cuerpo para desperezarse. Tomó su mochila junto con la katana y siguió a Sukuna que lo estaba esperando en la puerta de salida.

—No es necesario que lleves la mochila a todos lados —comentó señalándolo.

Megumi pasó por su lado ignorando el comentario. En cuanto pisó el pasto tuvo que cubrirse los ojos con una mano para evitar que los rayos del sol entraran de lleno en su retina. Miró hacia todos lados completamente desorientado, no tenía idea donde estaban.

—¿Dónde estamos?

—Estamos cerca de la prefectura de Nagano —respondió Sukuna, acercándose al auto para abrir el maletero.

—¿Qué?, ¿por qué? —preguntó extrañado. En la prefectura de Nagano se habían encontrado por primera vez.

Megumi caminó hasta acercarse a él y su expresión cambió radicalmente al encontrarse con el interior del maletero totalmente repleto de diversas cosas.

«Por lo menos Yūji no perdió el tiempo», pensó.

Sukuna sonrió y sacó una manguera junto con un bidón blanco.

—Cuando lleguemos allá lo entenderás. Ahora, tienes que ayudarme con esto —respondió entregándole la manguera.

Megumi frunció el ceño y lo recibió.

The dead zone || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora