CAPÍTULO TRES

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La semana paso rápido y yo estaba evitando hablar y estar cerca de Roberto. No quería cometer un equivocación ante él. Quería que este año de la preparatoria no me fuera malo como me fue en la secundaria, quería comenzar una nueva vida.
Toda la semana me la pasaba con Isabella y algunas veces íbamos al cine o nos quedamos en su casa para leer y estudiar para las materias. Por primera vez sentí que tenía una verdadera amiga y me prometí que la cuidaría como si fuera mi hermana. Me la pasa grandioso con ella y sus chistes.
Era una tarde y mi madre invito a Isabella a casa para que comiera con nosotros y agradécele lo buena que fue conmigo. No quería que mi madre le enseñara la fotos de bebe y los vergonzoso momento que hice cuando era un niño inocente que no diferenciaba las cosas malas de las buenas. Tome las fotos y los vídeos del cuarto de mi madre y los escondí debajo de la cama para que no se los enseñara a Isabella. Cuando menos lo espere, ella ya estaba en la puerta. Todos bajaron para abrirle la puerta y le dieron la bienvenida a nuestra humilde casa.
-¡Hijo!- gritó mi madre desde la sala- Ya llego Isabella, baja y ven a saludarla.
-Claro, ahí voy- me levante y sacudí mi camisa. Respire y comencé a bajar las escaleras. Y mi madre fue a acomodarme el cuello de mi camisa.
-Hola Isabella -fui a saludarla y darle un abrazo- Me alegra que estés aquí.
-Hola Javier-correspondió el abrazo y me alboroto el cabello- Tu familia es un amor de su persona.
La velada estuvo devertida y me la pase grandioso conviviendo con mi familia, y con mi mejor amiga. Pensaba que la velada era grandiosa hasta que alguien toco la puerta. Todos nos quedamos callados y después mi madre me pidió que fuera a checar quien estaba en la puerta. Abrí la puerta con pocas ganas y mire al extraño que estaba parado en la entrada. Era un joven con cabello negro y despeinado, con una cazadora, y con cicatriz debajo del ojo. Me sorprendí al ver esa cicatriz y no sabia que decir o que hacer en estas circunstancias.
-Hola, soy Jorge- me entrego un canasto con pan de centeno y con cosas para la despensa. Mire el abasto y después lo mire a él- Me entere que ustedes son nuevos aquí y mi madre me pidió de favor que les diere la bienvenida.
-Hola Jorge- tome la canasta y mire sus ojos verdes pero cicatriz no me dejaba de pensar en lo que había echo. Negué con la cabeza y le estire la mano para saludarlo-Soy Javier y muchas gracias por este bello presente.
-Buenas noches, joven- mi madre le extendió la mano y lo saludo cordialmente- Soy la Señora Gomez.
-Un gusto, Señora Gomez- Jorge correspondió al saludo de mi madre y ella lo invito a cenar con nosotros. Al principio Jorge no quería aceptar la invitación pero después de tanto rogar de mi madre, accedió a comer con nosotros.
En mi mente estaba maldiciendo a Zeus por ponerme las cosas difíciles en mi vida. En es momento creí que él dios del rayo quería reírse de mi sufrimiento y de las caras que ponía al ver como el joven intentaba caerle bien a mi madre. Por un momento paso mi mente de que él quería algo o quería solamente mi amistad. Tome un poco de mi agua y comencé a escuchar todo lo que decía y lo que decía Isabella.
Pasaron dos horas y los padres de Isabella fueron a recogerla. No quería que se fuera pero mañana había escuela y ella se tenía que preparar para su audición para su obra favorita. Levante las cosas de la mesa y Jorge me ayudo a lavar los trastes. Los acomodamos y dejamos a mis padres para que bailaran, y descansaran un rato.
-En toda la noche , me he fijado de que no dejas de ver mis ojos- dijo con una sonrisa picara- O ¿estabas viendo mi cicatriz?
-Sí- dije apenado y me mordí el labio para que él no notara mi vergüenza-Lo siento, es que me espante.
-Hey, tranquilo. Esta bien- me salpico con un poco del agua y me reí- Esta cicatriz me la hice cuando tenía 5 años. Mis verdaderos padres tuvieron un accidente automovilístico y yo iba en la parte de atrás. Un pedazo de vidrio se introdujo en mi hueso y si no fuera por un centímetro, estaría muerto al igual...
Mire su rostro y él estaba a punto de llorar. Lo abrace y no dije nada más. Él continuo lavando los platos y yo los secaba. Cuando terminamos lo acompañe hasta la puerta de la casa.
-Gracias, fue una linda velada- me abrazo y se marcho caminando a su casa.
-De nada- cerré la puerta de la casa y me subí a mi cuarto para arreglar mis cosas para mi escuela.

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⏰ Última actualización: Jul 08, 2015 ⏰

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