I will be the world.

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Megumi no conocía el amor.

El ser abandonado a una edad joven, el no saber más de tu padre, tener que trabajar y estudiar para ganarte la vida, era algo que se le daba bien, no formar lazos que sabía que no podía mantener. No había otra forma porque no la conocía, no podía replicar algo que nunca tuvo. 

La desdichada vida de Megumi Fushiguro. Dos trabajos, dos maneras distintas de mantenerse en la extraña y caótica ciudad de Nueva York. Era casi como si el sueño americano ni siquiera fuese para él, que ya desde que se levantaba continuaba siendo una tormentosa manera de seguir vivo. Existía. Y era todo lo que los demás tenían y debían conocer.

El turno de noche era uno de los más pesados para el joven Megumi. Tenía que lidiar con personas grandes que al ver su rostro, le pedían salir para intentar algo y muchos otros, simplemente, eran demasiado malos para controlar el alcohol y le hacían pasar malos ratos. Las propinas de aquel  bar, eran algo que tenía que soportar para seguir pagando un costoso arrendamiento de un departamento muy chico en un lugar dónde tener al menos una habitación, era un lujo y con dos perros que apenas podía mantener, el perder su hogar no era una opción. 

Esa noche en el lugar había poca gente, menos de la habitual y el pelinegro descansaba sobre la barra. Tenía tanto cansancio encima que podía dormitar en seguida y seguramente nadie se atrevería a molestarlo, excepto a los clientes cuyos pedidos eran directamente para él.

Sonrió falsamente y con ironía, cuando una voz grave se encargó de pedirle un whisky. No podía pasar ni un instante sin ser molestado, su cuerpo se movió automáticamente y por pura inercia al recibir aquella orden. 

"¿Quién pide eso a ésta hora? —Pensó de manera que  incluso le dio gracia.  Su sonrisa fue interrumpida por el mismo hombre, quién del otro lado de la barra casi cómo leyendo sus pensamientos, también rió levemente. 

—Bueno, es tarde para pedir algo así, pero acabo de recibir una mala noticia y creo que lo amerita.  

"Cómo si me importara su vida. Tengo cosas de las cuales preocuparme".  Volvió a pensar, sin decirlo y preparando aquella bebida para poder deshacerse de una nueva persona que quería hablarle de sus problemas. Aquellas personas eran las peores y nunca dejaban buena propina, aún así, se encargó de subir la mirada cuando entregó el vaso de vidrio sobre la barra. 

Era un hombre peculiar. No diría extraño, porque siempre veía de todo, pero aquella mirada era tan profunda que no pudo cambiar la suya a otro lado. No diría que era del todo elegante, pero su esencia si lo parecía y era, extremadamente guapo. No se veía como alguien que incluso, fuese del mismo lugar que toda aquella gente que se agrupaba ahí. Era un alma vieja en un cuerpo de alguien que se veía joven. 

—Lo siento por ti, entonces. 

—No importa. Gracias por escuchar eso. 

Megumi se sintió mal. Generalmente era desinteresado, pero si estaba ahí bebiendo solo, quizá lo que había pasado realmente era preocupante. No quiso preguntar, pero para su edad, igualmente y era algo pasajero y eso no le incumbía. 

—¿Sabes? Ni siquiera soy de aquí. Es la primera vez que estoy hablando con un extraño y ese mismo eres tú. No tenía intenciones de hacerlo, pero supongo que así pasa cuando lo sientes. 

—¿Sentir qué? 

—Que deseas hablarle a alguien precipitadamente. 

—No lo sé. Mucha gente viene y hace eso que incluso deje de contestar.  No puedo hacerme amigo de alguien y menos de la gente que usualmente viene. 

—Entonces es un gusto que me estés respondiendo... ¿Cómo te llamas?

Megumi lo dudó. Casi como quién se arrepiente de dar su número telefónico cuando alguien más lo pide por insistencia, pero por algún impulso que le pareció la idea más estúpida, respondió. 

—Megumi. 

—Ya veo. 

—¿No me dirás el tuyo?

—Sukuna, Ryomen. 

Un silencio se hizo y la música del bar sonaba despacio. Era una melodía de un playlist que Megumi se encargaba de colocar cada noche. Nunca había canciones felices después de las  dos de la mañana y combinaban perfectamente con la ocasión.

—Pediré otro trago más. De lo mismo. 

—Bien, anciano. 

—Ten respeto por los mayores. 

Una risa contagiosa salió de la boca de Megumi. Estaba tan cansado que aquello lo hizo reír cuando usualmente, su sentido del humor no existía. Se podía ver en las ojeras debajo de aquellos ojos azul intenso y en las pestañas que caían lentamente, que tenía un cansancio rezagado. El del pelo rosa lo notó inmediatamente y pensó en dejarlo en paz, hasta que el pelinegro mismo sonrió nuevamente. 

—Espero dejes buena propina, usualmente no contesto nunca. Sólo pierdo el tiempo. 

—Eres muy malo haciendo chistes, pero aún así lo haré, chico. 

Fushiguro comenzó a limpiar la barra, de alguna manera esa platica pequeña le había hecho mantenerse de pie. El momento de cerrar estaba algo lejano pero aún así, quiso realmente intentar irse lo más rápido posible. 

Sukuna, cómo quien tiene consideración por los demás, se levantó. Había tomado aquel liquido como si de un shot se tratara para mitigar su dolor. Hizo un gesto y miró su reloj, sacó su cartera para pagar su cuenta y poder irse. Dos tragos de whisky que usualmente costaban tres dólares, sin hacer ninguna expresión, tomó cincuenta y los dejó sobre la tabla. 

—Espero sobre suficiente para que puedas tomar un taxi. Luces cansado. 

Megumi giró su espalda. Su rostro se iluminó y asintió despacio. No se dejaba deslumbrar por el dinero o propinas, pero aquello le había caído del cielo, con eso podía pasar por una buena cena y le sobraría para en la mañana. No iba a negarlo, sintió algo de vergüenza pero no rechazaría eso. 

—Gracias. 

Ni siquiera se encargó de molestar más. Le dedicó una sonrisa pronta y se despidió con la mano, yendo despacio hacia la salida. 

Megumi bajó la mirada. Nunca había sentido que una persona del bar le causara una impresión medianamente cercana a la de él. Podía ver que en su sonrisa se escondía dolor y eso, le hizo pensar que quizá, no estaba tan solo en el mundo. 






























Afterlife.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora