Me ataron bajo la supervisión de aquel monstruo, sentado, mientras las demás bestias festejaban con cánticos. Escuchaba el sonido de instrumentos que no era capaz de reconocer por la oscuridad de la noche.
Nos había traicionado a todos, habíamos caído en su trampa. No caí que él mismo reconoció que no quiso salvarme en aquella ocasión. Aun así, los demás si quisieron ayudarme cuando me dejaron tirado y querían mu muerte. No comprendo nada
—¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?
—Lo que deberías preguntarte es cómo no te diste cuenta en ningún momento. Fue tan sencillo, aunque creo que Ronaldo sospechaba algo.
Siempre he sido tan inocente en estas cosas, creyendo en una bondad que él no tenía.
—¿Estás contento?
—No, aún falta lo más importante. Verte morir, mientras ellos devoran tu carne y aplastan tus huesos. Vengarme por lo que me hiciste, por lo que le hiciste a todos.
Lo decía con una tranquilidad que me ponía bastante nervioso. Él se levantó de pronto y caminaba en círculos, atento a mí.
—Lo siento.
—¿Qué lo sientes? —Él me dio una bofetada fuerte.
No aceptaba mis disculpas, incluso le molestó aún más.
—¿Él estuvo siempre compinchado contigo? ¿Me disteis pruebas falsas?
—Puedes afirmarlo. Mira que creerte que era un «personaje que representaba tu odio». Eres patético. Has sacrificado a todos para nada.
Empecé a llorar cuando en mi cabeza empezó a aparecer las imágenes de Teresa y Ronaldo. No sabía que fue de ellos, no los veía en ningún lado y mucho menos el clan de Iryza. Mantenía la esperanza de que estuviesen vivos por algún milagro, aunque no era capaz de afirmarlo.
El monstruo me sujetó la barbilla y la levantó, mostrando una satisfacción
—¿Qué haces que no te unes a la fiesta? Estoy atado, no puedo salir.
—Aún no es momento de divertirme porque pronto empezará. Cuando el cuervo diga, ahí disfrutaré.
Uno de los hombres cuervos se acercó, era Orwen. En su forma humana tenía una cinta para el pelo, así igual que mostraba sus alas con un plumaje oscuro. Sus uñas eran largas y afiladas.
La música se detuvo y todos me rodeaban. Mi respiración se cortó, sabía lo que iba a ocurrir y en ese momento él me olfateó, deleitándose y relamiéndose los labios.
—Solo aquí podemos probar la carne humana, algo que teníamos prohibido. Huele tan bien que creo que serás una buena presa. Una pena que Iryza se lo vaya a perder.
—No creo que tenga buen sabor. Mira, estoy un poco enfermo, no me coma —supliqué, fingiendo que tosía.
Él miró al monstruo que siempre había estado con nosotros. Negó con la cabeza dibujando una sonrisa. Era un intento patético por mi parte de poder tener una excusa para vivir unas escasas horas más.
—Es muy ridículo, ¿no se te ocurría otra cosa? ¿Sabes? Vamos a divertirnos un poco con un juego que seguramente te encantará.
—¿Qué vais a hacerme? —Intenté desesperado moverme para zafarme y fue inútil.
Él me liberó y los suyos se transformaban en cuervos, cada uno de distinto plumaje. Orwen fue el último en hacerlo y el monstruo que estaba a mi vera se encontraba confundido por la situación.
—Diez, nueve —empezó a contar.
Comprendí a qué se refería y me levanté para echar a correr por el bosque sin ninguna ubicación exacta. Jugaba bajo sus normas y estaba condenado a perder.
—¡Que comience la caza! —escuché su grito.
Saqué la pistola y lo sujetaba, siendo mi única arma y forma de defenderme. Me sentía observado y en cualquier momento iban a atacar. Escuchaba como se posaban en las ramas y yo girase por donde girase apuntándoles, no era capaz de ver nada.
—¡Mostraos! —grité, temblando—. No os tengo miedo.
—Ahora te haces el gallito.
Uno de los cuervos atacó y actué sin pensar. Cerré los ojos y disparé. Al abrirlos, me fijé que había un cuerpo en el suelo, era uno de su bandada. Su sangre yacía en el suelo, extendiéndose cada vez más.
Me temblaba la mano, no podía creer lo que acababa de hacer. Le había arrebatado la vida, aunque pretendiese asesinarme.
—¡Sé defenderme! —mentí, con orgullo
—¡Maldito! ¿Cómo te atreves a matar a uno de los míos?
—¡¿Y a mí que me cuentas?! ¡Queréis matarme!
Lloraba, aunque eso no evitaba que sintiese un impulso por sobrevivir. Por luchar y seguir hacia adelante, a pesar de tenerlo todo en mi contra. Algo que me daba fuerzas cuando no las sentía, esa adrenalina...
Orwen me atacó por la espalda y clavó sus garras en mi piel. No paraba de sentir ese dolor, quería gritar y a la vez no para no darle esa satisfacción. Me impedía que girase bien la mano y que pudiese disparar. Estaba bajo su merced.
—¿Sabes que es lo mejor de todo? Has tenido al «causante» de todo esto en tu lado.
El monstruo de antes ponía la pistola en mi cabeza. Si no moría por uno, lo haría por otro. Me costaba entender todo lo que acababa de ocurrir, todo había sido tan rápido.
—¿Cómo?
—No te acuerdas de mi nombre, ni siquiera de mí. ¿Te olvidaste de mi papel? Yo soy Carlos. ¿Te acuerdas ahora? Soy la misma persona que los abandonó a todos. Tú me hiciste así.
Ahora se me venía a la cabeza todas esas escenas que escribía. Como él por egoísmo dejó abandonados a su grupo. Solo quería salvarse y no dudó en usar estratagemas para ello. Todo empezaba a tener sentido en mi cabeza.
—Bien jugado —contesté.
«Bien jugado —repetí en mi cabeza».
—Antes de que termine todo, fue divertido jugar contigo. Nos veremos en la próxima vida.
Un disparo. El escaso segundo que tenía de conciencia me permitía ver como esas aves se comían mi piel para luego empezar a verlo todo más borroso. El frío me dominaba y ya luego no era capaz de percibir nada. Ellos habían ganado después de todo y yo había perdido.
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Conviviendo con el peligro
Подростковая литература¿Y si los personajes que uno crea estuvieran vivos? ¿Cómo sería su reacción? ¿Y si ellos te tienen un odio y desprecio por todo lo que les has hecho sufrir? Solo son seis meses, pero ese tiempo estás conviviendo con todos ellos. Sin saber bien qué e...