La oficina estaba milagrosamente callada, después de semanas de tanto arduo trabajo finalmente vino la calma, una peli-negra se recostaba en su asiento en su oficina privada, se recostó mientras se acariciaba con sus dos manos sus lados del cuello, se encontraba ahora más relajada que antes pero aún con un enorme peso en la espalda.
Ella sabía que podría hacer para relajarse.
Dejo los papeles a un lado en su escritorio y soltó un suspiro, miro los alrededores de su oficina y torció la boca, su oficina era demasiado apagada, cansada se levantó de la silla y caminaba el pequeño bar que tenía. Saco un un pequeño vaso y un una botella de vodka, se sirvió un trago y volvió a guardar la botella, tomo el pequeño vaso y se dirigió a los ventanales a un lado de su escritorio.
—¡Erick!—Llamó a su secretario, el cual no tardó en adentrarse en su oficina.
—Dígame, señora Jauregui.
El hombre no era muy alto pero tampoco muy pequeño, joven pero poco musculoso, sin embargo siempre era demasiado serio hasta para su edad. La señora Jauregui no se volteo, se quedó viendo la hermosa vista que le proporcionaba su edificio, el hombre se quedó quieto esperando la orden de su jefa.
—Llama a la señorita Hamilton—Habló momentos después aún sin darse la vuelta.
El señor Erick asintió y espero unos segundo más sabiendo que no era una orden completa aún. Lauren Jauregui sonrío, habían entrenado muy bien a su secretario. Aún luciendo demandante y dominante ella era simplemente un humana, o eso se decía ella misma, los demás, tomando como ejemplo su secretario, la veían como una figura de una líder a cual seguir, su porte siempre elegante, aquellos trajes qué hacían lucir su figura femenina y aquellos tacones que cualquiera escuchaba cuando ella caminaba aparte de hacerla lucir como una jefa perfecta, la hacían ver como una diosa griega.
—Reunión a las dos y media de la tarde, que no llegue ni un minuto tarde—Añadió recargándose en su escritorio.
Su voz era con un timbre ronco y grave, pero jamás perdiendo lo femenino, su cuerpo lleno de curvas con aquel pelo negro y largo. Varios susurraban que aquel cuerpo con aquella alma simplemente era una puerta al infierno para competer pecados.
Erick concordaba pero prefería conservar su trabajo.
—De acuerdo, señora.
El hombre salió de la oficina casi huyendo, Lauren al escuchar los pasos sonrío, sabia perfectamente como su secretario se había sentido. Se tomó de un trago el vodka y dejó el vaso en el escritorio, cerró los ojos disfrutando al sentir el alcohol recorrer su garganta, pasaron unos segundos antes de volverse a sentar, se estiró mientras se daba la vuelta en su silla y pudo seguir disfrutando la vista que le proporcionaba sus hermosos ventanales. No pasaron ni dos minutos cuando el intercomunicador empezó a llamar su atención, Lauren suspiro y se dio la vuelta en su silla y presionó un botón.
—Erick.
—El señor Hansen está pidiendo comunicarse con usted—Habló el secretario desde el comunicador.
—Pase la llamada a mi oficina, si es tan amable—Sonrió ante el pensamiento de su secretario removiéndose en su asiento ante el tono ronco de su voz.
—Sí..., si, señora.
El intercomunicador se apagó haciéndola sonreír, agarró el teléfono y espero a que el señor Hansen hablara, lo cual no tardo demasiado debido a que el señor la conocía demasiado bien.
—Lauren Jauregui—Empezó a hablar haciendo sonreír a la chica.
—¿Si, señor Hansen?—Sonrió recargándose en su silla aún sujetando el teléfono contra su oído.
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Quien llegue al orgasmo pierde
FanfictionUna vida horrible, personas horribles, pocas posibilidades, el odio hacia ella, el odio hacia el apellido Cabello. Una castaña con su hermanita a cargo junto a su mejor amiga contra casi todo un pueblo, desempleada y desesperada. Una opción para se...