-¡ Esto no tiene gracia! - gritó su padre.
No, no la tiene, pensó Kylie Galen mientras abría la nevera en busca de algo de beber. De hecho, era tan poco divertido que querría poder hacerse un hueco entre la mostaza y los perritos calientes cubiertos de moho, cerrar la puerta y no oír la voces airadas que llegaban de la sala de estar.
Sus padres volvían a la carga.
No es que fuera a durar mucho más, pensó mientras la neblina helada de la nevera se filtraba por la puerta .
Había llegado el gran día.
A Kylie se le hizo un nudo en la garganta. Pero lo deshizo como pudo y se negó a llorar.
Iba a ser el peor dia de su vida. Y no era el primero, últimamente había tenido bastantes días de mierda. La perseguía un acosador, Trey había roto con ella, y sus padres le habían dicho que se divorciaban. Sí, no podía ser peor. No era de extrañar que sus pesadillas hubieran vuelto con más fuerza que nunca.
- ¿Qué has hecho con mi ropa interior?- el rugido de su padre entró en la cocina, se coló por la puerta de la nevera y rebotó contra los perritos calientes con moho.
¿Su ropa interior? Kylie apretó la fría lata de refresco contra su frente.
-¿Por qué iba yo a hacer algo con tu ropa interior?- preguntó su madre con su voz de me-eres-completamente-indiferente. Así era su madre, indiferente. Fría como el hielo.
Desde la ventana de la cocina, Kylie miró hacia el patio, donde había visto antes a su madre. Allí un par de slips de su padre sobresalían de la parrilla humeante.
Genial. Su madre había asado en la barbacoa los calzoncillos de su padre. Toma ya. Kylie no volvería a comer nada más que se cocinara en aquella parrilla.Luchando contra las lágrimas, dejó el refresco en la nevera, la cerró y fue hacia la puerta. Si la veían, tal vez dejarían de actuar como críos y permitirían que volviera a ser adolescente.
Su padre estaba en medio de la habitación, agarrando unos calzoncillos. Su madre, sentada en el sofá, bebía con calma una taza de té caliente.
-¡Necesitas ayuda psicológica!- le gritó su padre a su madre.
Diez puntos para papá, pensó Kylie. Su madre necesitaba ayuda. Entonces, ¿por qué era ella la que tenía que sentarse en el sofá de la psiquiatra dos tardes a la semana?
¿Por qué su padre, cuando todo el mundo decía que Kylie le llevaba por donde quería, iba a mudarseese mismo día y dejarla atrás?
Kylie no lo culpaba por querer dejar a su madre, alias la Reina ddl Hielo. Pero, ¿por qué no se llevaba a Kylie con él? Se le formó otro nudo en la garganta.
Su padre se dio la vuelta y la vio, después salió disparado hacia el dormitorio, obviamente para recoger el resto de sus cosas, excepto la ropa interior, que en ese momento enviaba señales de humo desde la parrilla de la barbacoa.
Kylie se quedó allí, mirando a su madre, que estaba sentada ojeando papeles del trabajo como si fuera un día como cualquier otro.
Laa fotografías enmarcadas de Kylie y su padre, aue estaban colgadas en la pared de detrás del sofá, captaron su atención y las lágrimas amenazaron con aparecerle en los ojos. Las fotos eran de los viajes que padre e hija hacían todos los años.
- Tienes que hacer algo- sulpicó Kylie.
-¿Algo como qué?-le preguntó su madre.
-Hacer que cambie de opinión. Dile que sientes haber metido sus calzoncillos en la barbacoa.-Que sientes tener agua helada corriendo por tus venas-. Me importa una mierda lo que hagas, pero no dejes que se vaya.