IV

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Un secreto es mejor de cuatro.

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Un silencio incomodo se había formado entre ambos, las espadas chocando y los jadeos se escuchaban de fondo, el olor a sudor  era demasiado fuerte y empalagoso, más tarde tendría que darse una larga ducha con pétalos para ocultar el aroma a Alfas.
La mirada sería de Sabito no la había apartado desde que le pidió el favor, por fuera se mostraba decidido y confiado, pero por dentro era un manojo de nervios, tener esos ojos púrpura con gris observandolo esperando algún indicio de debilidad era incómodo.

- Si es lo que desea, no tengo más opción que acepeptar.- Respondió alfin apartando la dura mirada.- Solo por precaución estaré vigilandolo, no puedo permitir que un incidente como el de esa noche vuelva a ocurrir.- Se levantó para tomar su espada y marcharse.

Lo vio alejarse a paso lento, con su espalda recta mostrando elegancia con cada paso qué daba, llegó a un lado de su compañero pelinegro quien al parecer le pregunto el por qué su demora, Sabito solo le sonrió negándo con su cabeza murmurando un par de palabras para continuar con su entrenamiento.

Ahora que lo veía bien, Sabito parecía ser un hombre serio y reservado, pero su aroma delatava bondad y amabilidad, quería conocerlo aún más, esperaba poder ganar su confianza y ser su amigo.

Las horas pasaron más rápido de lo que quería, observo cada movimiento, lucha o comentario que los Generales hacían, nunca había visto tanto poder y elegancia al pelear, se movían con destreza, sin miedo a atacar a sus oponentes sabiendo que ellos también podían devolver los golpes aún más fuerte, las historias que contaban sobre ellos no tenían comparación.

Ahora mismo estos se encontraban descansando en el suelo, jadeando y riendo por sus ocurrencias, charlando a viva voz sobre poder beber un gran jarron de cerveza o poder comer algo delicioso, al notar como parecían sedientos, se levantó por fien de esa incómoda almohada y salió del cuarto de entrenamiento, buscó un par de jarrones y los lleno al tope de agua.
Al volver les tendio a cada uno un jarron, dedicándoles unas cuantas palabras sobre su entrenamiento.

- Ah estado increíble esos movimientos, Rengoku-San.- Halago mientras dejaba un jarron a su costado, realizando una reverencia para acercarse a los demás con tranquilidad.

- Gracias muchacho.- Susurro.

Se acercó hasta los gemelos viendo como estos estaban sumidos en su propio mundo.- Sus espadas son muy hermosas, Muichiro-San, Yuichiro-san.- De la misma forma dejó el agua a sus costados.

- Ah Sanemi-San.- Exclamó sorprendido al sentir como le arrebatan de las manos uno de los jarrones.- Su pelea contra Uzui-San fue increíble, no esperaba esos movimientos al final, me alegra haber presenciado dicha batalla entre ustedes.-

Un Alfa para el PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora