Prólogo

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Le parecía cada vez más difícil el observar a su alrededor. Sus ojos estaban fijos en la parte favorita de su cuerpo, como si no tuviera nada más que hacer. La música aún se hallaba puesta y el aroma a pastel seguía en el cuartel junto con los carteles hechos a mano por sus compañeros.

Adam creía que no merecía amor y que el universo se lo arrebataba cada vez que podía. Desde que cumplió la mayoría de edad, anhelaba con todas sus fuerzas el encontrar a quién le pertenecía el nombre puesto en su muñeca, garabateado con una letra prolija y suave, como si la mano del autor fuera delicada y cuidadosa. 

Había buscado en cada rincón del mundo y podía deletrear el nombre y apellido de memoria hasta en la ducha como un hobbie. Preguntó en cada estación, cada ciudad y jamás encontró al que le pertenecía esa identificación. Él sabía que no debía rendirse, puesto que aquella persona seguía viva. En caso de no estarlo, el nombre no estaría allí. 

"Cuando tu alma gemela fallece, sientes un vacío y su nombre de desvanece", le contó su abuela. 

Se quedó otro pequeño rato más, repasando con sus dedos esa marca que parecía un tatuaje con tinta negra. Un suspiro casi salió de sus labios, hasta que fue interrumpido por un golpe en su cabeza.

Sus hombros se encogieron y miró enojado hacia el violento. Su mejor amigo Brandon le miraba con una sonrisa picarona. Los labios de aquel aún tenían algo de crema azul del pastel.

—¡Vamos! ¡Sin deprimirte, bestia! —le animó, riendo por la cara de enojo de su víctima—. Cumples años y estás más triste que mi hija en plena película de Disney.

Adam respiró hondo, para luego transformar sus labios en una sonrisa pequeña. Sí, creía que el universo le había robado su amor y que no merecía nada más que el vacío. Y aún así, sus amigos se lo refutaban todos los días. 

Tenía que ver el lado bueno de las cosas y no aferrarse a algo que parecía un mito si lo miraba desde fuera. Es decir, vamos. Sus compañeros le crearon una fiesta hasta con decoraciones hechas a mano. Se podía ver la letra horrenda de Brandon, Derek y Débora en las manualidades que decían "Feliz cumpleaños". ¿Cómo podía estar pensando en algo como su alma gemela en esos instantes? ¡La vida era más que eso...! ¿Cierto?

—Solo estoy algo decaído, no te preocupes —recalcó—. Ya sabes, la típica.

Su mejor amigo se sentó a su lado, asintiendo como si le comprendiera. Algo que lo hacía solo porque aquel se lo había repetido un millón de veces. 

—"Me parece increíble que todos hayan encontrado sus almas gemelas y yo luego de tantos años ni siquiera pude ver un registro" —citó, fingiendo una voz grave para que parezca a la de Adam—. "Seguro se cambió el nombre y  moriré solo porque hasta mis ex parejas encontraron sus alm..."

—Ya, ya —se quejó Adam, sintiendo sus mejillas rojas—. Sé que sueno repetitivo... 

—Y lo eres, mi querido asiático —bromeó Brandon—. Ahora levanta tu gordo trasero de la silla y ve a comer más pastel hasta que sientas que no puedas más.

Adam trató de no mirarle mal ante el apodo. Quiso quejarse, ya teniendo preparado un discurso moralista sobre cómo no usar ese tipo de cosas, pero fue interrumpido por la alarma del cuartel. Antes que pudiera decir algo, escuchó los quejidos de sus compañeros que parecían estar disfrutando su ex tiempo libre.

—¡Levántense! ¡Tenemos una emergencia! —exclamó el capitán, ya preparado—. Suban sus culos a las camionetas, hay robo en banco con rehenes. Ana, llama al negociador. Tenemos a un lunático con su grupo. 

—¡Sí, capitán! —contestaron todos a la vez, yendo a prepararse.

El ambiente relajado que se había creado con un bonito cumpleaños, no parecía desaparecer ni siquiera mientras se estaban preparando. Las charlas convencionales siguieron mientras todos se vestían con chalecos antibalas y el cinturón. 

Almas gemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora