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MON PETIT | Larry

Capitulo: 3

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¿QUE TE SUCEDIO?
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Harry revolvía frenéticamente entre sus cosas, buscando el frasco de maquillaje que podía salvarlo, el único capaz de ocultar las marcas y moretones que cubrían su cuerpo. Si no lograba encontrarlo, estaría en graves problemas. Cada rincón de su piel dolía, como si el fuego del infierno lo consumiera, pero sabía que no podía permitirse el lujo de quejarse; si lo hacía, corría el riesgo de recibir otra paliza aún más brutal.

Por fin, sus manos temblorosas toparon con el frasco que contenía la crema mágica, esa que se fundía perfectamente con su piel. Corrió hacia el espejo del baño y, al observar su reflejo, sintió una punzada de horror. Las marcas moradas sobresalían en su piel clara como si fueran cicatrices de batallas no ganadas. Su abdomen estaba cubierto de moretones, los rastros de al menos diez patadas que aún podía sentir retumbando en sus costillas. Su rostro no estaba mejor: los ojos hinchados, los labios partidos y un corte profundo sobre la ceja derecha, testigos mudos de la brutalidad de los nudillos de su padre.

Nunca antes lo habían golpeado con tanta fuerza. Esa tarde, las manos de su progenitor lo habían dejado tirado en el suelo, bañado en su propia sangre. Harry podía ver su reflejo en el espejo con mayor claridad ahora: su nariz, rota y sangrante, y el rastro carmesí que bajaba por su rostro. La sensación de que todo su cuerpo estaba roto lo invadió de nuevo, y sus piernas flaquearon, apenas manteniéndolo en pie. ¿Cómo era posible que su propio padre le hubiese hecho esto? ¡Su padre, la persona que se suponía debía protegerlo!

Recordó las palabras de su madre: "Es por tu bien". ¿Cómo podía ser posible que dejarlo moribundo en el suelo de la cocina fuera por su bien? Sus pensamientos se mezclaron con la furia y la tristeza, y de sus ojos empezaron a escapar lágrimas silenciosas que recorrieron su rostro. Se mordió el labio para contener los sollozos, detestaba mostrarse débil, sobre todo frente a quienes le habían hecho tanto daño.

El suave golpeteo en la puerta lo sobresaltó. Harry levantó la mirada, respirando entrecortadamente mientras secaba las lágrimas con rapidez. El miedo se apoderó de él al pensar que podría ser su padre, de nuevo borracho, listo para terminar lo que había comenzado.

—¿Sí? —respondió con un hilo de voz tembloroso, el terror reflejado en sus ojos.

—Hazzie, soy yo —la voz de su madre sonó del otro lado de la puerta, dulce, casi melosa, pero para él cargada de hipocresía—. ¿Me abres la puerta, por favor?

—N-no... —balbuceó Harry, su cuerpo entero temblaba. Sabía que su madre nunca había hecho nada para detener a su padre. La rabia empezaba a hervir dentro de él, pero se forzó a tragársela. No valía la pena.

—¿Por qué no? —escuchó el suspiro cansado de su madre—. Te has rebelado mucho últimamente, ¿qué te pasa?

—Nada que le importe, señora Styles —soltó con desdén, su voz cargada de un veneno reprimido durante años—. Por favor, déjeme en paz.

El tono de su madre cambió de inmediato, irritada por la resistencia de su hijo.

—Harry, ¿quieres que le diga a tu padre que te estás portando mal otra vez?

El miedo lo recorrió como un rayo. Corrió hacia la puerta y la abrió de golpe, permitiendo que su madre entrara. Ella lo observó con esa mezcla de lástima y desaprobación que tanto le dolía, como si verlo en ese estado fuera una inconveniencia menor.

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