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Esto va a acabar mal.

Nicholas detiene sus movimientos, no se reconoce en el espejo del diminuto cuarto de baño de la habitación. Su reflejo le devuelve la imagen de un rostro tenso, pálido, con unos ojos que se hunden bajo mechones de cabello apelmazado por el sudor. Parece enfermo, hace dos días que apenas duerme. Se enfrenta a su propia mirada en el cristal y solo ve la expresión asustada de un desconocido.
Soy yo, se insiste.
Tengo que largarme de aquí o terminaré como Soojin.

Y Soojin está muerta.

Nicholas procura contener el nerviosismo. No se lo puede permitir. Aparta la vista del espejo y la pasea sobre la cama donde descansa su móvil, junto al portátil encendido que muestra su muro de Facebook con el último estado que ha publicado minutos antes.

Los errores se pagan.

Unas palabras que nadie sabrá interpretar.
Encima de una manta, la pantalla del teléfono comienza a emitir un destello rojizo que parpadea en medio de la penumbra del dormitorio. Crea sombras fugitivas que se asoman al ritmo de la vibración. Con cada fogonazo se insinúan los carteles de la pared, las zapatillas por el suelo, la mesilla, el armario abierto en cuyo interior se intuyen pantalones y jerséis amontonados. Objetos que, a continuación, con la recobrada negrura, pierden sus contornos.

Buena metáfora, se dice Nicholas. A mi alrededor la oscuridad siempre vuelve. Siempre.

El resplandor de su teléfono no descubre nada nuevo. Ahí sigue todo, en su misma posición: el armario, los carteles de películas, las zapatillas. Un poco más allá, la silla colonizada por una pila de ropa sucia de la que cuelga un calcetín. Ingredientes de un escenario que ha acompañado a Nicholas durante cada jornada universitaria desde que comenzó el primer curso.

Un escenario que ahora, en plena noche, ha decidido abandonar.

Nicholas tiene que desaparecer. La residencia universitaria no le protegerá. No del peligro que le acecha esa noche.
Se acabó el juego.

Nicholas ignora la alarma intermitente, se esfuerza por fingir que no se ha activado y continúa con los preparativos de su equipaje. Lo mete todo en una mochila. Cada minuto cuenta. Ha preferido no encender ninguna luz y ahora se mueve en silencio, casi a tientas, aprovechando el resplandor nocturno procedente de la ventana.
Pero el guiño luminoso del móvil, que no cesa, marca una cuenta atrás. Nicholas alcanza la cama en dos zancadas y se inclina sobre su teléfono. La aplicación del juego permanece activa; su señal de geolocalización, que lleva cinco minutos incordiando, le advierte con su parpadeo rojo de que Jugador3 ha entrado en su área de seguridad. Se mueve cerca, tal como confirma el mapa de Valkiria.

Viene a por mí.

Nicholas presiente que, esta vez, su propia persona constituye el objetivo de la misión de ese adversario. Tiene que serlo. La geolocalización de Valkiria, intencionadamente poco precisa, es suficiente para confirmar que alguien se acerca. Alguien que mantiene activa la aplicación del juego.
Muy sospechoso.

Nicholas se aparta de la cama para otear el panorama, con discreción, a través de la ventana de su dormitorio. Desde ese punto queda a la vista buena parte del recinto universitario, apenas iluminado por las farolas de luz blanquecina, que dan al conjunto un aspecto tétrico. Muy oportuno, piensa él. Una escenografía perfecta.
Perfecta para una trampa.

Ante sus ojos no se distingue ni un alma, aunque sabe que alguien se mueve por las inmediaciones.
Nicholas hace cálculos: Jugador3 podría estar cada vez más cerca, aunque la aplicación de Valkiria no permita un seguimiento tan minucioso.
La alarma persiste. Nicholas entrecierra los ojos, intenta agudizar la vista desde su posición. Aguarda en la oscuridad, tras el cristal, como un francotirador. En un radio de unos doscientos metros desde su dormitorio quedan el extremo más próximo del campo de fútbol, los edificios del rectorado y la biblioteca, otra residencia de estudiantes, el parque y la cafetería. En cualquier caso, obstáculos que favorecen un recorrido invisible hasta la puerta principal de la residencia en la que él se encuentra.

¿Y si está dentro?

Nicholas traga saliva. Cabe que el misterioso visitante haya accedido ya a la residencia, y en ese caso la señal de Valkiria sería la misma: el parpadeo.
Jugador3 podría estar en el pasillo de los dormitorios. Al otro lado de la puerta de su habitación, incluso. Aguardando para cumplir la nueva misión.

Pero no. Nicholas procura serenarse mientras vuelve junto a la cama; no ha transcurrido el tiempo suficiente desde que saltara la alarma. En cinco minutos, Jugador3 no ha podido recorrer el área de seguridad y superar el acceso a la residencia, cerrado a esas horas salvo para los huéspedes.
Todavía dispone de tiempo para huir.
O eso espera... siempre y cuando el instruso no esté alojado en su misma residencia.
Todo es posible.

Nicholas cierra la mochila sin hacer ruido. Sus pupilas examinan ahora el paisaje doméstico que se extiende a su alrededor. La sensación de urgencia late en cada rincón: las mantas revueltas, el botellín de agua tumbado sobre la mesilla, una lata vacía, papeles por el suelo. Son los rastros que dejará con su precipitada marcha.
Lo importante es no dejar ningún indicio que delate su próximo destino, o lo localizarán. Quienquiera que esté detrás de Valkiria lo encontrará si comete el más mínimo error.
Y entonces no le concederán una segunda oportunidad.

🐈

Holaa. ♡

¿Os gusta el suspense? Porque esta historia tiene para rato. smnfmsnf

Espero de verdad que os guste tanto como a mi. El libro tiene 357 páginas y me lo terminé como en dos días. MNSKDNSKD, ES SÚPER ADICTIVO.

Aclaro desde ya que van a haber varias muertes, traiciones, desesperación, en fin, no es muy distinto a todo lo que sientes con el universo de TXT. MFNMSMF

Prometo actualizar pronto, gracias por leer. ♡

ValkyrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora