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TW// mención de suicidio.


–El concierto ha terminado.

Jake acaba de interpretar con su violín una melodía suave. Todavía con el instrumento apoyado en el hombro, contempla el arco que sostiene con su mano derecha. Le gusta improvisar, descubrir, dejarse llevar por la intuición. Cada movimiento despierta nuevas notas, construye un verso distinto en su mente. El violín forma parte de su vida, una pasión que comparte con uno de sus personajes literarios favoritos, Sherlock Holmes.

–Ha sido genial –Jungwon le estampa un beso rápido en unos labios que conoce bien. Los dos están sentados sobre la cama–. Hoy estás especialmente guapo, además. Me va a costar mucho irme a mi habitación esta noche.

Tampoco le apetece dormir solo. Una reciente tragedia en la universidad le ha afectado mucho, y lo último que quiere ahora es enfrentarse a su habitación vacía. Bastante soledad se respira ya esos días.

–Conoces las normas de la residencia –Jake deposita con delicadeza el instrumento en su estuche–. No me obligues a ser un chico malo.

Ha soltado una risilla maliciosa. Su tono, demasiado débil, indica que tampoco le parece tan mal cometer esa infracción.

–Ya las estoy incumpliendo. ¿Te has fijado en la hora que es?

Jake asiente con la mirada dirigida hacia la noche, que se distingue más allá de la ventana del dormitorio. Se ha hecho muy tarde, el campus duerme.

–Así que hoy estoy muy bueno... –repite, instándolo a continuar con el cumplido.
Sus pupilas vuelven a centrarse en su pareja, quiere jugar. Jungwon se reacomoda sobre el colchón. Sus hombros y sus piernas se rozan.

–Tampoco te lo creas tanto.

–Pero lo has dicho con asombro. ¿Eso quiere decir que normalmente no te lo parezco?

Llevan cuatro meses saliendo. Se conocieron el primer día del nuevo curso en la universidad –Jungwon estudia segundo de Filología; él, segundo de Arquitectura–, aunque por entonces el más bajito todavía estaba con Nicholas, un carismático alumno de tercero en la facultad de Derecho. Los tres se llevan bien ahora, aunque en un principio resultó incómodo compartir espacios y compañías. La ruptura no tuvo nada que ver con la aparición de Jake, como siempre le recuerda su novio; la relación ya estaba herida para cuando empezaron a sentirse atraídos el uno por el otro.

Jungwon contempla a su novio con una sonrisa: Jake Sim es delgado, de estatura media. Aunque él prefiere los chicos altos –como Nicholas–, su chico ofrece a cambio unas facciones suaves, a la vez que varoniles, que atrajeron su atención desde el primer momento: ojos de un color avellana intenso tras sus gafas de pasta oscura que le dan un aire intelectual, el cabello algo largo sorprendentemente negro y una piel fina, ligeramente bronceada, sin el más leve asomo de vello facial, que permite apreciar el contorno de sus pómulos. Es una piel que contrasta con esos labios gruesos que Jungwon no se cansaría nunca de besar.

–Venga, sonríe –le pide de repente.
Jake obedece, mostrando la blancura de sus dientes.

–¿Por qué?

–Cuando sonríes se te cierran mucho los ojos. Estás todavía más guapo.

Jungwon le aparta los mechones del flequillo que le caen sobre los ojos y vuelve a besarlo, esta vez en el cuello. Sabe que es una zona muy sensible de Jake. Nota cómo se le eriza la piel.

–¡Oye, que Compu puede aparecer en cualquier momento!
Jungwon descarta esa posibilidad con un gesto.

–Esta noche no vendrá: me ha dicho que tiene examen mañana.

ValkyrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora