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Jungwon camina en silencio por el campus, cerca ya de su residencia. Lo hace sin prisa, el frío nocturno le ayuda a pensar. Nadie a la vista. Avanza por los senderos de tierra que atraviesan la zona de césped, ha dejado atrás el campo de fútbol y la biblioteca donde suele ir a estudiar.

El recinto universitario abarca un terreno rectangular muy amplio, surcado en su zona central por una avenida a la que dan las principales facultades –todas con un diseño moderno de fachada gris que recuerda bloques de hormigón– y las oficinas del rectorado. Bocacalles más estrechas se van abriendo a ambos lados del bulevar principal, y es en ellas donde se levantan los edificios que alojan a los estudiantes. En paralelo a la avenida serpentean los caminos que cruzan las zonas verdes conectando instalaciones deportivas y otras zonas comunes, rutas que él prefiere para recorrer el campus.

Jungwon se sube el cuello de la cazadora y ahora, inclinado para soportar mejor cada ráfaga de viento, lanza una última ojeada a la construcción que va quedando a su derecha. La conoce muy bien. Allí, entre las agitadas siluetas oscuras de los árboles, se alza el edificio en el que vive Nicholas durante el curso: La residencia Leonardo Da Vinci. Una mole gris de cuatro pisos y paredes lisas donde resalta el alumino blanco de las ventanas, todas idénticas. Detrás de cada una, protegido en su habitáculo, un joven estudiante sueña con su futuro.

–Algo que ya no puede hacer Soojin –murmura Jungwon sin detenerse–. ¿De verdad no encontró otra solución?

Sus ojos se deslizan por una de las fachadas laterales del edificio, se detienen en la tercera ventana del segundo piso con la precisión de quien conoce muy bien lo que busca. Su memoria retorna al pasado. La negrura de ese cristal le informa de que Nicholas duerme. Jungwon rememora sin nostalgia cuántas veces se alejó pendiente de ese punto, tras despedirse de Nicholas cualquier noche. Cuántas veces le llamaba con el móvil si distinguía un resplandor de luz tras las cortinas de su habitación, al volver de clase cada tarde de invierno. Lo imagina frente al monitor de su ordenador, inmerso en esos videojuegos que tanto le gustan y que lo mantenían despierto hasta altas horas de la madrugada.
No echa de menos esa relación, ya no.

Jungwon se ha parado por fin. Se resiste a alejarse de ese edificio que no ha vuelto a visitar desde que lo dejó con Nicholas. Quieto allí, en plena noche, se dedica a repasar el inesperado final del día.

Apenas hace unos minutos que se ha ofrecido para dormir con Jake. No es bueno estar solo si uno no se encuentra bien, le ha dicho acariciándole sus cabellos negros. Le ha tomado la temperatura, pero no tenía fiebre, a pesar de su palidez. ¿Y si necesitas algo?, ha vuelto a insistirle. Sigues con mala cara... ¿Y dices que ayer te ocurrió lo mismo? Tendrás que ir al médico...

Pero Jake ha preferido quedarse solo; con delicadeza, ha rechazado su propuesta. Muchas gracias, pero así descansaremos mejor los dos, ha respondido con voz suave. No me encuentro tan mal y tú tienes mañana clase a primera hora. Te prometo que te compensaré, estaré al cien por cien, hoy prefiero quedarme solo. Necesito dormir.

Y le ha besado con esos labios que sabían como siempre.

Jungwon ha accedido, qué remedio. No obstante, cuando ya estaba en el umbral de la puerta de la habitación, con su cazadora en la mano, se ha girado hacia él:

–¿Tú tienes secretos conmigo, Jake? ¿Hay algo que no sepa de ti?

Él ha dudado un instante, ha bajado la mirada.

–Te quiero muchísimo, Jungwon. Pero nunca conocemos del todo a una persona, ¿no? A eso me refería. Sería muy aburrido. No imagines nada raro, a mi me gusta seguir descubriendo cosas nuevas de ti.

Jungwon no ha sabido qué responder; tiene la impresión de que descubrir aspectos desconocidos de otra persona entraña riesgos, y él no quiere perder lo que tiene. Nunca ha tenido alma de explorador. Sin añadir nada, se ha despedido una última vez de su chico y ha salido de la habitación. Jake se ha asomado desde la puerta para contemplarlo mientras se alejaba por el corredor hasta que, al llegar al recodo que comunica con las escaleras, se han perdido mutuamente de vista. Jungwon todavía ha alcanzado a escuchar, conforme descendía los peldaños hacia la planta baja, el sonido de la puerta del dormitorio de su novio al cerrarse.

–Y ahora estoy aquí, quieto como una estatua –piensa en voz alta–. Pasando frío frente a la ventana de la habitación de mi ex.
Nunca se sabe cómo puede terminar una noche.

Jungwon se dispone a reanudar el camino hacia su residencia cuando un chasquido en las proximidades lo obliga a detener su movimiento.

¿Qué ha sido eso?

Dirige su atención hacia el ruido, lo que lo lleva a inspeccionar una zona oscura alejada de las farolas, junto a la fachada trasera de la residencia donde se aloja Nicholas. Cuando sus ojos se acostumbran a la falta de luz, cree distinguir allí, entre los árboles, una sombra de contornos más definidos. Ahora esa especie de silueta, esa presencia que intuye en la penumbra, aguarda inmóvil, pero Jungwon juraría que se ha desplazado hace unos segundos.

¿Hay alguien ahí, o se trata de un efecto óptico producido por la tenue iluminación? Quizá su imaginación le esté jugando una mala pasada.

O tal vez no.

Se adelanta un paso hacia la zona oscura y de pronto es consciente de la situación en la que se encuentra: solo en plena noche, no hay testigos. Y continúa notando como si una sombra en las inmediaciones lo estuviese observando, atenta a cada uno de sus movimientos.

Se siente vigilado.

Alguien que se esconde en la oscuridad no suele albergar buenas intenciones, piensa, experimentando una inseguridad que lo obliga a detenerse. ¿Qué estoy haciendo? Será mejor que me vaya si no me quiero meter en un lío.

Con lentitud, Jungwon comienza a retroceder. Ya no le interesa averiguar qué ha provocado ese movimiento ni los ruidos; a fin de cuentas, tampoco ha visto nada realmente sospechoso. Mientras se aleja, se lleva una mano hasta el bolsillo del pantalón donde guarda su móvil; se prepara por si tiene que hacer una llamada de emergencia.

En apenas unos minutos, la noche le está mostrando un aspecto desconocido.

Otro chasquido llega hasta él, pero Jungwon logra reprimir la curiosidad y no se da la vuelta. Prefiere ignorar, no convertirse en una presencia incómoda para alguien. Acelera el paso, nunca le ha parecido tan larga la distancia que lo separa de su residencia.

Tampoco debería estar allí tan tarde. Un tercer sonido confirma que todavía se encuentra demasiado cerca del sector donde algo está ocurriendo. Jungwon no ha visto nada en realidad, pero un sexto sentido lo impulsa súbitamente a echar a correr.

No mires atrás, se insiste.

No mires atrás.

💀

jujuju.



























[pequeños errores de dedo serán corregidos tan pronto como sea posible. si ven alguno, agradecería que me lo hiciesen saber] ♡

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⏰ Última actualización: Aug 20, 2021 ⏰

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