Parte 3

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El autocontrol del que siempre se había enorgullecido Lalisa amenazaba con desaparecer

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El autocontrol del que siempre se había enorgullecido Lalisa amenazaba con desaparecer. Chaeyoung había roto aguas y estaba a punto de dar a luz. La línea telefónica se había cortado en algún momento de la tarde y en los alrededores de la casa había casi un metro de nieve. Todo en lo que confiaba normalmente estaba ahora fuera de su alcance, y eso significaba que iba a resultarle imposible llevarla a la ciudad.

Al menos contaba con tres generadores de emergencia y un montón de enciclopedias. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, tenía que confiar en el instinto en lugar de en la tecnología. A pesar de lo insegura que eso la hacía sentirse, tenía muy claro que no iba a dejar que Chaeyoung lo notara.

Después de varios minutos de angustia, había conseguido llevarla hasta la cama y proveerse de todo lo que creía necesario en esos casos: toallas, agua caliente y agua fría, tijeras, más toallas, un cordón. Entre contracción y contracción leyó todo lo que pudo, y cuando el dolor hizo a Chaeyoung retorcerse y gritar todo lo que le daban los pulmones, intentó tranquilizarla sin dejarle siquiera sospechar que lo que estaba viendo la hacía estremecerse de pies a cabeza.

Estaba avivando el fuego de la chimenea cuando oyó la voz débil de la morena que la llamaba. Cruzó la habitación y se arrodilló al lado de la cama.

—No hay manera de llevarme al hospital, ¿verdad? —le preguntó con los ojos llenos de preocupación.

—Me temo que no.

Chaeyoung se quedó en silencio, con la mirada perdida en el vacío; parecía estar concentrándose en algo. Lalisa no sabía qué hacer, solo sabía que no quería hacer ninguna pregunta estúpida.

—¿Quieres que te traiga algo?

—No se te ocurra moverte de ahí —respondió Chaeyoung moviendo la cabeza justo antes de agarrar las sábanas y retorcerse de dolor, hasta el punto que gotas de sudor empezaron a mojarle la frente.

—No te preocupes, estoy aquí —tenía que ayudarla de algún modo, hacer que se sintiera a salvo.

Le habría gustado sentir parte del dolor que estaba sintiendo ella, pero lo que hizo fue ocuparse de las cuestiones prácticas. Agarró un paño húmedo y se lo pasó por la cara y el cuello mientras le susurraba palabras de aliento, asegurándole que todo iba a salir bien.

—¿Cómo estás? —le preguntó cuando había acabado la contracción. Sabía que se trataba de una de esas preguntas estúpidas que no quería hacer, pero los nervios la estaban traicionando.

Chaeyoung la miró con ojos fatigados.

—Como si un camión me estuviera pasando por encima de la tripa.

La sonrisa que dibujó su rostro después de decir aquello volvió a demostrarle que Chaeyoung seguía siendo una mujer valiente y muy, muy especial. Allí estaba, enfrentándose con bromas al dolor.

AFTER THE STORM [ CHAELISA G!P ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora