2. Interrogatorio

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─ ¿Cómo te llamas? 

Perdí la cuenta de las veces que escuché esa pregunta en un solo día. No quería hacer más que irme y dormir todo lo que no pude estando en ese lugar. Me negaba a cerrar un solo ojo, tenía miedo de que intentaran de alguna manera quitarme información estando en mi estado más vulnerable. No me hacía falta un espejo para saber que mi rostro enseñaba cansancio y ojeras notorias, sumando que probablemente mis ojos estaban rojos de tanto frotarlos para de alguna manera quitar el sueño.

El mismo doctor que hacía lo posible por llevar mi caso adelante suspiró profundamente, anotando algunas cosas en su libreta.

─ Si no me quieres decir cómo te llamas, al menos dime cómo te gustaría que te llame. 

Me tomé unos segundos para observarlo en silencio, parecía que lo estuviera analizando, pero en realidad me estaba tomando un tiempo para pensar en todo lo que estaba sucediendo. No quería colaborar ni en lo mínimo con ellos, pero mientras más tiempo siga sin cooperar, más tardaría en irme. De hecho lo estuve pensando desde el segundo día. Quieren obtener información sobre la liga, ese es el punto al que quieren llegar conmigo desde que yo no contaba con nada para que me mantuvieran encerrada. Pero no era tan difícil de darse cuenta de que ellos ya habían cambiado su lugar de quedada, como siempre lo hacen. Tu no haces algo malo y luego vuelves a tu casa esperando a que no te vayan a buscar. 

─ Me quiero ir. ─ Pese a que esa no fue la respuesta esperada, el doctor reaccionó de buena manera. Drásticamente su expresión desganada cambió a una expectante. Enderezó la postura en el asiento y acomodó algunas hojas.

─ Bien, bien. ─ Buscó en la mesa el bolígrafo que dejó caer. ─ Sé que quieres irte, pero primero necesitamos hacerte unas preguntas. Luego serás libre.

─ Usted sabe que no le diré nada, ¿por qué lo sigue intentando, entonces?

Notoriamente tampoco estaba esperando que dijera más de tres palabras, quedó boquiabierto mirándome, tratando de formular una oración para que la conversación no vuelva a morir.

─ Bueno... Queremos información sobre usted. Su rostro no figura en ningún documento, no tenemos su nombre o al menos su edad para revisar archivos. Queremos ayudarle a volver...-

─ No. ─ Lo interrumpí. No había lugar al que yo podría volver. No me quedaba nada y todo lo que tenía en ese momento ha de estar desaparecido. 

Bajó la mirada, quedándose unos segundos en silencio, pensativo.

─ Deme unos segundos, no se mueva de aquí, por favor. ─ Rápidamente se levantó de la silla y corrió hasta la puerta para salir del cuarto de interrogatorio. Quedé junto a un guardia cuya función no era más que quedarse parado en una esquina de la habitación. Mis ojos se dirigieron a él y éste, con la mirada más fría, se me quedó observando con atención. Me sobresalté cuando la puerta se volvió a abrir de golpe y el doctor entró con una genuina sonrisa, tomando nuevamente asiento. ─ He hecho todo lo que pude para llevar tu caso adelante, lamentablemente hasta que no presente algo formal sobre ti no puedo dejarte ir, pero ─ Levantó el dedo índice al ver que tenía intenciones de responder. ─ No voy a forzarte, todo irá a su tiempo. He logrado que te ingresaran a la mejor escuela de héroes para poder tratar tu quirk. Los estudios no solo dieron positivo en tu posesión de peculiaridad, sino que también inestabilidad en éste, lo que significa que no has podido ponerlo en desarrollo con practica y sea lo que sea, puede ser peligroso para ti, principalmente. ─ Volvió a buscar entre las hojas desordenadas frente a él, murmurando cosas inentendibles por lo bajo hasta que finalmente encontró el registro que necesitaba. ─ Lo has usado mientras estabas aquí, no se ha detectado qué es, pero sí alguno de los efectos que tiene en tu cuerpo. ─ En ese punto mi atención estaba en todo lo que decía. Era verdad, nunca logré practicar con mi quirk, lo he usado de manera espontánea y en ciertas ocasiones. Sinceramente no era algo que podría usar si quisiera dominar el mundo, pero me ha salvado de cosas pequeñas, aunque al tener poco uso, desconocía la mayor parte de sus pros y contras. ─ El uso mínimo, que fue lo que usaste aquí, te causó cansancio en la vista, mareos y repentinos calores corporales, lo que me lleva a deducir que si haces un uso regular de éste, generará cansancio junto con náuseas, entonces si haces un uso excesivo podrías quedarte dormida en el momento o tener fuertes dolores de cabeza. ¿Sabías algo de eso? ─ Negué lentamente con la cabeza. ─ Lo creas o no, es necesario hacer un entrenamiento y conocer lo que puedes y no hacer. ─ Su voz se calmó, sonaba comprensivo y a su vez preocupado. ─ Sé que no quieres hacerlo y realmente no quiero forzarte... Pero es eso, o dejar que me quiten tu caso de las manos y que te envíen a quién sabe dónde a hacerte quién sabe qué para que te saquen todo lo que necesiten. ─ Bajé la mirada, viendo mis dedos entrelazados, mis pulgares siendo los únicos jugando entre ellos. Estaba en completa negación, pero tampoco podía irme por la peor opción gracias a mi orgullo... ¿Orgullo? ─ Ambos sabemos cuál es la opción más inteligente, ¿no es así? ─ Volví a sentir. ─ Hablé con el director de la UA, está dispuesto a darte una bacante, tu padre será el encargado de cubrir todos los gastos. Si llegas a progresar en los siguientes meses y se aseguran de que no hay peligro, hasta podrías tener tu propio dormitorio ahí. Es muy repentino, lo sé, pero hemos confirmado que no será un peligro tenerte allí, sumando que tendrás que estar bajo vigilancia. Empezarás en el primer año aunque no creo que se acople a tu edad, no podemos ponerte en un grupo avanzado sin saber...-

─ ¿Podrían mantener el secreto? ─ Pregunté por lo bajo, sin levantar la mirada. 

─ ¿Secreto?

─ No quiero que nadie piense que he elegido unirme a los héroes...


─ Mantendremos tu secreto.

VillainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora