Convivencia

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Me desperté al otro día al oír mi teléfono sonar, era mi madre quién me llamaba, suspiré y miré a mi lado, estaba ella durmiendo aún como toda una princesa, no pude evitar besar su frente. Me levanté y me fui al pasillo del hotel para hablar con mi madre. Le expliqué que me quedé en la casa de una amiga y que quizás iría a la tarde. Cuando volví dentro, Michelle estaba despertándose, me acerqué rápidamente y la miré desde arriba con una sonrisa, cuando ella abrió sus ojos me vio y estiró sus brazos para abrazarme. Me incliné un poco y la abracé con fuerza, pero sin lastimarla.

-Buenos días mi amor.-

Dijo ella, yo no podía creer que de verdad estuviera pasando, despertaba al lado de la mujer que amaba y ella me trataba demasiado bien. La tomé en brazos como a una princesa y besé sus labios con cuidado.

-Buenos días mi reina… ¿Cómo dormiste? ¿Tienes hambre? Te llevaré a desayunar.-

Le dije yo, ella reía tiernamente, me enamoraba cada vez más con su risa.

-Dormí de maravilla, si, tengo hambre y… claro, me encantaría ir a desayunar contigo.-

Respondió a todo en orden, hasta en eso era perfecta. Se bajó de mis brazos y fue hacia el baño, yo la esperaba con una sonrisa. La vi salir con un lindo vestido, floreado, la perfección en persona. Yo me puse mi vieja sudadera y la tomé de la mano, bajamos y fuimos hasta un café que no quedaba muy lejos de allí, entramos y fuimos a sentarnos. Yo no dejaba de ver sus hermosos ojos.

-Quiero chocolate y un trozo de pastel de fresa.-

Yo asentí con una tonta sonrisa y le dije al camarero lo que me había dicho mi novia (si, suena genial, amo decirlo). Yo pedí un cappuccino y unas tostadas con jamón y queso. Mientras esperaba a que trajeran todo, le sonreía.

-Esta vez déjame pagar a mi.-

Yo negué rotundamente.

-Jamás, mi princesa no va a pagar nada, te serviré en todo mientras estés en Paris…-

Ella se apenó, sus mejillas tomaron de nuevo ese color rojo tan lindo. Tomé su mano y miré anillo que le había regalado. Besé su mano y el camarero interrumpió con los pedidos. Dejó todo en la mesa y se retiró.

-Buen provecho princesa.-

Dije mientras sonreía, ella asintió y comenzó a comer, parecía un lindo pajarito, era tan delicada… yo en cambio bebí el cappuccino de un sorbo y terminé todo bastante rápido, eso me pasaba por jugar competencias de comer con mis amigos. Hablamos de las cosas que haríamos cuando estuviéramos casadas. Ella era muy buena cocinera y yo… quería ser policía, ella siempre había dicho que seríamos la pareja perfecta y al parecer comenzaban a hacerse realidad sus palabras.

Salimos del café y yo no soltaba su mano. Caminaba orgullosa de estar con ella, parecía que tenía en mis manos el tesoro más grande del mundo y que lo presumía a todo aquel que pasaba, pues esa linda chica era solo mía, debía aprovechar cada minuto con ella.

-¿Vamos a mi casa, amor?… quiero que conozcas mi casa, además… he hecho algo para ti.-

Le dije sonriente, le había compuesto una canción en mi violín, solo para ella. Lo había hecho en aquella semana en la que no nos hablamos, yo había estado demasiado triste por aquello, incluso recuerdo que tenía ganas de descargarme con alguien, pero enseguida vino ella a mi mente, me impidió que lo haga, esa chica realmente me podía.

-Claro, ¡Suena genial!-

Dijo ella entusiasmada. Ella es la luz de la relación, siempre le ve el lado positivo a las cosas, busca otras soluciones para las cosas, me encanta eso de ella.

Caminamos con rumbo a mi casa, tomadas de la mano y haciendo chistes, la gente nos miraba, pero a mi nada me importaba. De todas formas, rogaba no encontrarme con alguno de mis amigos o amigas, a pesar de tener mi sexualidad bien definida, nadie más que mi madre lo sabe y tampoco planeo que alguien más lo sepa.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2015 ⏰

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