Desperté aturdida, mire hacia los lados. El cuarto era blanco. Mire mi brazo y si, tenía un catéter en mi vena que transmitía suero. En eso entró una enfermera.
- Buenos días bella durmiente - Me sonrió y la miré raro.
- ¿Acaso estuve mucho tiempo inconsciente? – Su rostro solo mostraba una expresión y esa era obvio.
- Por supuesto. Estuviste inconsciente un poco más de un día.
- ¿¡QUÉ!? - Me quedé realmente impactada. Eso no podía ser cierto. No podía estar sucediendo esto.
¡MI TRABAJO! ¡DIOS! ¡TENIA QUE SALIR CUANTO ANTES, PARA QUE NO ME DESPIDIERAN!
- Si, así es.
- ¿Pero cómo es posible?
- Tiene una herida algo grave en la pierna derecha. - Inmediatamente mire mi pierna y era cierto, la tenía vendada.
- Y también tiene una anemia grave que se le está tratando. - Eso si lo creía posible, ya que casi no comía y lo poco que ingería no era muy nutritivo que digamos.
- ¿Pero y cómo llegué aquí? Lo único que recuerdo es haber caído en la calle con mucho dolor.
- Alexander Miller te trajo inmediatamente de que te encontró en la calle. – ¿Enserio? No podía creer que alguien me haya ayudado.
- ¿Quién es Alexander Miller?
- ¿¡No lo conoces!?
- Eh... No, por eso pregunto.
- Es el mayor empresario de Los Angeles, muy guapo y sexy por cierto.
¡Dios! ¿Con quién me he topado?
En eso alguien entró a la habitación y de inmediato supe que era él.
Vestía un traje negro con corbata de franjas verde oscuro y camisa blanca. Muy arreglado para estar en un hospital. Creo que nunca había visto a nadie vestido de esa forma en la zona de pacientes hospitalizados.
- Al fin despiertas. - Me sonrió. Y para mí sorpresa era encantadora.
- Eh... si - Me quedé muda. Es que era muy guapo y no dejaba de mirarme, lo que me intimidaba.
- ¿Tienes algún familiar al cual comunicarle de ti?
-No. - Dije bajando la vista
- ¿Estás sola? ¿Tus padres? ¿Hermanos?
- No - Volví a repetir. No le iba a contar mi historia, aunque haya salvado mí vida. Aprendí a no confiar en nadie.
Y lo siguiente que pasó fue...
Tuvimos una pelea verbal. Él me quería llevar a su casa y yo quería ir a la mía. ¡Y gané! No podía ir a la casa de una persona desconocida, por más famoso que sea él. Pero yo no tenía el gusto de conocerlo.
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Be Free | EN EDICIÓN |
Short Story| Esta es la historia de Samantha y Alexander | Dos personas tan diferentes, que logran entenderse una a la otra.