7 - En las sombras

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En el umbral del sueño pensé: es como si jamás hubiera existido, porque no he dejado ninguna huella. Y por eso no me pueden seguir. Es casi como ser inocente. ~Margaret Atwood.
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Respira suavemente mientras se repite una y otra vez que no debe perder la calma, ahora menos que nunca, es primordial descubrir quién es el infiltrado.

Es inteligente, atractivo y algo egocéntrico tambien, culpa de su crianza, pero que se puede esperar de alguien que creció bajo los estándares de una familia poderosa y adinerada, fiel a las tradiciones. Piensa muy bien de sí mismo, siempre sabiendo que su lugar es el mejor, menospreciando a cualquiera de bajo nivel y superando a los de su igual clase.

—Se me agota la paciencia —le dice a la otra persona en la habitación.

Se gira casi en la penumbra, la única fuente de iluminación proviene de una pequeña ventana a su izquierda, sucia y desgastada por las constantes lluvias de la zona. Es de mañana, la luz no logra entrar lo suficiente y la oscuridad resulta tentadora, un susurro silencioso, una invitación peligrosa a ser parte de ella.

Pasea la vista recorriendo la habitación, no es necesario un Lumus para saber que todo está igual, la silla solitaria en la esquina que no se ha movido un solo milímetro, él la ha dejado allí, a veces se aburre y prefiere descansar. La bandeja donde le ha llevado el desayuno esa mañana decora el suelo lleno de polvo, sigue intacto, el muy maldito prefiere dejarse morir de hambre.

Lo que logra ver con absoluta claridad son las manchas de sangre, unas solo salpicaduras, otras más grandes, los diferentes tonos de rojo funcionan de adorno en la pared donde luce encadenado su prisionero. Son el resultados de las múltiples maldiciones que ha lanzado a lo largo de los años, aun asi, con la demostración de quien es el que manda, no ha podido sacarle información útil, se rehúsa a hablar y protege su mente de una forma que no había visto jamás.

El guardián sigue estancado, eso solo consigue aumentar su ira y lo hace mucho más peligroso.

—Maldita sea habla —A ese punto ya debería estar acostumbrado a la risa que recibe como respuesta y a pesar de ello está siempre lo toma por sorpresa. La odia con cada fibra de su ser, sueña con arrancarla, borrarla de su estúpido rostro, no quiere volver a oírla en su vida.

—¿No te aburres de esto? —El prisionero mueve un poco la cabeza tirando de las cadenas.

—¿Porque lo haría? Es divertido.

—Rodearte de monstruos termina por convertirte en uno. —Son las palabras que escucha, una frase que sabe con certeza es cierta, él es la prueba de ello, o quizás no, pudo haber nacido como uno.

—Eso suena hipócrita de tu parte —Lo mira directo a los ojos, esos de color avellana que ahora lucen rojos e hinchados, le molesta que sigan teniendo diversión.

—Nunca he dicho que sea inocente.

—¿Qué crees que opinarían tus padres si se enteraran que su único hijo planeaba ser un mortifago? —Una muestra de rabia crece y luego simplemente ya no está, es asi, siempre parece mantener la calma.

—Me fuesen apoyado en la decisión que tomara.

—Asi que eso es lo que te dices para dormir.

—Al menos aun puedo hacerlo.

—No te creas poderoso, sabes que podría asesinarte si quisiera, al fin de cuentas para el mundo llevas años muerto.

—¿Enserio? —Utiliza ese tono arrogante que tanto le causa fastidio. Se inclina un poco antes de hablar, aunque este herido, tiene fuerzas para lucirse—. ¿Porque no lo haces?

La Oscuridad del León Donde viven las historias. Descúbrelo ahora