|| Capítulo 2 ||

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Coalición en contra.





Bajé las escaleras de la casa y entré a la sala, hallando a Niko con su iPad, se puso de pie apenas me vio y sacudí la cabeza.

—No tienes que levantarte, eres parte de esto, estamos juntos, yo no soy tu jefa —le recordé como siempre hacía.

—Para mí siempre será mi jefa —respondió. No había quien lo hiciera cambiar de opinión con respecto a ello —. Me llegó información de Manhattan, al parecer quieren sacarla de su puesto.

Arqueé una ceja.

—¿Por qué no me sorprende? Detestan el hecho de que les dé órdenes —me trajeron mi café y me quedé de pie, pensativa. ¿Cuándo los hombres entenderán que nosotras también podemos con todo e incluso, ser mejores que ellos en eso?

—Están haciendo una coalición en su contra según mi informante. El gabinete de la presidencia estaría al menos la mayoría de acuerdo con esto —comentó y asentí lentamente, pensando en lo que haría.

Suspiré y caminé por la sala.

—Mierda, tendré que volver supongo —murmuré, asqueada de tener que ir de nuevo a verles las cara y tener que dejar a mi hijo a kilómetros de distancia de mí.

Odiaba el hecho de dejar a Kaye lejos de mí, y más ahora con esto de que al parecer me están buscando de nuevo y quieren sacar a la luz a mí hijo.

Llevarlo a Manhattan era condenarlo y dejarlo aquí no me convencía.

—¿Piensa en su hijo? —preguntó Niko y lo miré.

—No quiero dejarlo, pero tampoco llevarlo y debo volver a Manhattan a cortar esto de raíz —le dije.

—Yo lo cuidaré, tú vete —Bean entró a la sala recién duchado y me miró.

—¿Tú? Pero si apenas y lo miras, ¿cómo sé que lo cargarás incluso si pasa algo?

Se quedó serio, mirando un punto fijo, silencioso.

—No se preocupe, también me quedaré —comentó Niko.

—No, ve con ella. Dejarla sola en Manhattan con todos esos idiotas es peligroso —demandó Bean y suspiró —. Lo cargaré en mis brazos si las cosas se ponen feas.

Confiaba en que sí lo haría porque Bean no decía algo para después no cumplir con ello.

Solté el aire retenido en mis pulmones y eso me dejó más tranquila.

—Bien, alisten el avión, saldremos ya —dije a mis hombres y subí a mi habitación de nuevo. Vi a Kaye despierto en la cama, mirando le techo, tranquilo. Siempre fue así de silencioso, nunca me dio trabajo como creí que lo haría un bebé.

Apoyé las rodillas en la cama y aparecí en su campo de visión, sus ojitos hermosos me miraron y sonreí. El corazón se me apretó de amor al ver a mi hijo como siempre me pasaba.

Joder, este niño era mi debilidad y me aterraba y encantaba al mismo tiempo.

—Mami volverá pronto —le conté y me escuchó, como si me entendiera —. ¿Te portarás bien un rato sin mí? —se quedó quieto, mirando mis ojos.

Apoyé mis manos suavemente sobre su pancita y lo acaricié, me acosté a su lado, sin ánimo de separarme suyo como cada maldita vez.

Pasé mis nariz por su pequeña mejilla con olor a bebé y me quedé un rato en esa posición.

—Todo listo —me avisó Niko desde el otro lado de la puerta.

—Iré enseguida —le dije y oí como se alejó. Abracé a mi bebé y lo besé, baboseo mi mejilla y sentí sus pequeños dientes, como si me estuviese dando un beso. Me reí y lo llené a besos —. Mami volverá pronto, lo prometo. Te amo.

Dulce Infierno [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora