|| Capítulo 4 ||

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Prioridad principal.







No pude moverme de mi lugar al tener a Khan ante mí, jodidamente vivo.

Bajó la cabeza un poco hacia mí. Quise desvanecerme ahí mismo al ver al papá de mi hijo, a quien creía muerto.

Me quise apartar de su toque, pero me sostuvo con firmeza, sin ánimo de soltarme.

—Cientos de hombres armados están detrás de ti. ¿Cómo puede una mujer significar tanto peligro? —lo miré a los ojos, llevaba un sombrero puesto y de mi maldita boca no salía nada. Estaba muda.

—Estás vivo —bufé, rabiosa de que se presentara ante mí como si nada.

Arqueó una ceja, serio.

—¿Me conoces? —soltó y eso me hizo temblar.

—¿Qué? —susurré.

—Si me conoces. No creo haberte visto jamás. Sería imposible olvidar tu cara —di un paso atrás apenas soltó esa mierda.

—¿No sabes quién soy? —le pregunté y se me quedó viendo fríamente, como cuando apenas me conoció. Como a una maldita desconocida.

—No.

Eso me rompió en pedazos.

No recordaba nada.

Había perdido la memoria.

—¿Nos conocemos de algo? —espetó, confuso.

—No, no nos conocemos —dije y me solté de su agarre. Ladeó la cabeza de un lado a otro, evaluándome con atención.

—¿Entonces porque parece que te decepcioné, mujer? —su sombrero rozó mi frente cuando se cernió un poco sobre mí. Lo miré a los ojos y él a mí.

—No lo hiciste —lo empujé ante la cercanía. Tenía al maldito delante de mí, en el jodido bando enemigo y ni siquiera sabía quien era yo. No sabía como demonios sentirme con respecto a esto.

Estaba vivo, era lo único que importa, pero ¿por qué estaba con ella? De entre tantas mujeres, justo con Olivia Williams, ¿por qué?

Apreté los puños cuando me jaló del brazo, le di con el pie en la pantorrilla y retrocedió, pero no cedió a soltarme.

—Suéltame, hijo de puta —lo volví a golpear y se alejó.

—No debería, te tengo y eres una mujer con un muy buen precio —dijo, airoso.

Lo golpeé en el torso con todas mis fuerzas. Debería de golpearlo en la cabeza a ver si le vuelven los malditos recuerdos.

—Pues mátame —lo empujé y retorció mi brazo contra mi espalda —. Mátame, si es que tienes las agallas de hacerlo.

—Las tengo, pero sería un desperdicio ciertamente —me tomó de la barbilla con fuerza, sus dedos se clavaron en mi piel y apreté los dientes, rabiosa.

—Imbécil —escupí y sacudió la cabeza sin entender porque lo insultaba y eso solo me enfadaba aún más.

—Lárgate —demandó y me soltó —. Lárgate de aquí antes de que te mate —encendió un cigarrillo y di un par de pasos atrás cuando sacó su arma y me apuntó.

—¿Por qué mejor no disparas? —lo desafié. No sé si el hijo de puta mentía o simplemente no recordaba nada, pero sentía muy en el fondo que, al menos tenía una mínima idea de saber quien era yo. Al menos lo sentía, pero no lo decía.

—¿Por qué carajos me conoces, mujer? —gruñó y negué. No podía creer esto. Él estaba delante de mí y no podía siquiera tocarlo porque no me recordaba.

Dulce Infierno [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora