Prologo

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"El espiral de hormigas no perdurara"

 Oscuridad. Silencio sofocante. Un lugar sin oxígeno. Un olor húmedo a tierra, colándose por sus fosas nasales. Era un lugar asfixiante, donde ni un movimiento era fácil de realizarse.

 No tardó mucho en darse cuenta que su supervivencia, más bien su vida cómoda, se veía en grave peligro al estar enterrado en un lugar remoto. La memoria no le servía ni le aportaba ayuda, solo su instinto era el que le decía, que aquel lugar no era correcto para prevalecer.

 Con esfuerzo, empezó a moverse, usando las garras para remover la tierra a su alrededor de alguna manera. Al principio, sus movimientos eran lentos y cuidadosos, pero a medida que la tierra iba poco a poco soltándose y permitiéndole más movilidad, fue tomando impulso con las patas traseras hacia arriba. De alguna forma, sabía que debía subir, en busca del aire, y salir del extraño lugar que lo aprisionaba.

 En un momento, quedo completamente estirado, con las patas delanteras excavando hacia arriba y las traseras dándole algún impulso para no hundirse más. Sus músculos no tardaron en dolerle insoportablemente por el esfuerzo, ya que probablemente habían pasado muchísimo tiempo completamente quietos.

 Su cuerpo se agitaba por el dolor, el esfuerzo, y la adrenalina por estar en una situación de peligro. Las piedras se pegaban a sus costados, raspándole, hiriéndole e incluso cegándolo levemente. No pudo gruñir por la falta de aire y por estar demasiado concentrado en escapar.

 El alivio lo invadió cuando sintió en su rosada nariz el frio aire de la superficie. Poco a poco, fue sacando también la cabeza y el resto del cuerpo. Estaba cubierto por barro y tierra, impidiendo que el viento le alborotara el pelaje. Sus bigotes pesaban con la tierra pegara a ellos, sus orejas tapadas de manera desagradable, y sus ojos cegados por la luz plateada que le daba la luna y el polvo que se colaba en su visión.

 Se sacudió violentamente, haciendo que gran parte de la tierra saliera disparada a cualquier parte. Se sentó pesadamente, y con las patas empezó a remover el barro que aún quedaba pegado a su pelaje.

 Bañado por la luz lunar, su pelaje brillaba como la plata, y sus ojos ambarinos se podían ver con un pequeño destello por cada movimiento que hacían, esto por la tenue luz del lugar.

 Ya estaba medianamente acostumbrado a la luz, pudiendo examinar con la mirada su entorno. Se encontraba en un gran claro junto a un rio, y cerca se podía ver los árboles que daban paso a un denso bosque. El viento provocaba un suave silbido en las copas de los más grandes árboles, dando un toque de paz en el lugar.

 Miró un momento el agua fluyente a su lado, pensativo. Acto seguido, caminó en su dirección y se sumergió con un pequeño estremecimiento por el frio. No tardó mucho en limpiar completamente su pelaje, el cual se ondulaba con el movimiento constante de la corriente.

 De cierto modo, podía incluso considerarse algo tétrico, ya que el sonido forestal, además de ser tenue, era el único sonido, además del rio, que se podía escuchar en mucho territorio a la redonda. Ni siquiera se podían percibir a las pequeñas criaturas que habitaban tanto sobre como bajo los árboles.

 La noche era lo único que le podía dar una referencia en el momento de cuánto tiempo había permanecido bajo tierra, y más importante, como.

 Sus recuerdos eran borrosos, y se encontraba algo mareado. Tal vez si caminaba un poco y examinaba el lugar, podría limpiar su mente para pensar y procesarlo mejor.

 Salió del agua, se sacudió, y fue caminando algo dificultado por el dolor de sus patas hacía los árboles. Aun así, no se detuvo. El agua había logrado calmar un poco su rigidez, dándole algo más de calma.

Bellum #1 Tiempos AntiguosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora