II. Suceso Inesperado

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Sus manos rodean las mías provocando calidez en todo mi ser, me toca una mejilla con tanta delicadeza, que siento que mi corazón se encoje ante tal tacto.

Cuando me rodea con sus brazos, puedo oler su perfume, el cual siempre me parece diferente, puesto que en ocasiones me parece que huelo a fresas, otras a flores y algunas más a un dulce que no sé cómo describir, pero que me genera una sensación de frescura y de no querer separarme de ella.

Sus brazos se separan de mí y tomándome de una mano, comienza a guiarme a través del camino de césped, el cual sé a dónde va a parar: el árbol que le mostré hace años, nuestro árbol, ese donde pasamos tantos momentos juntos, en donde aún queda su presencia.

Para cuando llegamos, me ofrece un paquete que al principio no reconozco, y me dice:

—Recuerda abrirlo cuando estés en casa, ¿sí? Antes de irte a dormir.

—¿Por qué tanto misterio? ¿No sería más sencillo decirme qué contiene? —inquiero sonriéndole, a lo que ella niega con la cabeza devolviéndome la sonrisa.

—Si hago eso, no sería una sorpresa, y quiero que lo sea —asegura.

Mis ojos recorren su rostro mientras ella me observa, los dedos de mi mano derecha comienzan a deslizarse por el contorno de su cara hasta que van a dar a sus labios, en donde al sentir mi tacto, se limita a cerrar los ojos y sonreír de lado.

Quiero besarla; sin embargo, algo dentro de mí me dice que no lo haga, que es mejor hacer que perdure este momento o ella desaparecerá, sólo que antes de que pueda actuar, ella roma mi rostro y en lugar de besarme, lleva sus labios a mi oreja.

—Recuerda el sobre, Aron. Ábrelo antes de ir a dormir.

Me despierto sobresaltado, con el corazón latiendo demasiado rápido.

No ha sido una pesadilla, esta vez ha sido un recuerdo mezclado con otros momentos.

—El paquete —susurro, y entonces recuerdo la ocasión en que le obsequié a Jane el piano que se iría con nosotros al departamento en Nueva York. Ese día ella volvió a ver a Olivia, y ante el caos, olvidé el paquete en la tienda, sólo que después me lo entregaron, y para ese momento, Jane estaba... Me olvidé de este, aunque ahora que lo he recordado, tal vez deba abrirlo y por fin saber su contenido, después de todo, fue lo último que Jane dejó para mí.

. . .

Interrumpo el despertador con mi mano derecha y me llevo mis dedos para frotar mis ojos a causa de las lagañas.

Al ver mi despertador anticuado, sonrío, puesto que es de los que contienen una especie de orejas a los costados, y no el despertador de mi celular. Cuando lo vi me agradó y en cierta forma me recordó a ella, así que lo compré sin pensarlo dos veces.

Me dirijo al baño, tomo una ducha y cepillo mis dientes una vez que he terminado de desayunar. Dos horas después, mis maletas ya están listas, así que me dirijo al aeropuerto con mi auto, para que puedan colocarlo en el área pertinente, puesto que lo trasladaré hasta Huntsville.

Durante el trayecto, me dedico a escribir los siguientes capítulos de una novela de fantasía, titulada: Alas rotas, y cuya trama se centra en un ángel que ha perdido sus alas a causa de una maldición impartida por los miembros de su propio grupo.

Al cabo de unas horas, una notificación se hace presente en mi computadora, indicándome que hoy es el cumpleaños de Jane. 24 de febrero.

Recuerdo su último cumpleaños, en donde me propuse intentar dibujar muchas cosas para crear una especie de galería de arte sólo para ella, y que, a pesar de mi intento fallido en muchos de los dibujos, le encantó absolutamente todo, tanto que hizo un álbum dedicado a todos esos dibujos. Fue un cumpleaños muy especial, y feliz, ese era mi objetivo, lo cual cumplí, ella estaba feliz y eso me hacía aún más feliz.

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