Capitulo 3

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En la sala común todo estaba, extrañamente, en silencio. Y digo extrañamente porque nunca faltaban las chicas que se paseaban de aquí para haya, los chicos hablando de chicas con las que quisieran salir, y algo más.

Reparé en aquel chico que estaba sentado en un sillón frente a la chimenea. El único chico que, extrañamente, no le hablaba a nadie.

Camilo Barebone.

Vale, he de admitir que era guapo, cabello negro y ojos grises. Me acerqué y le hice un gesto, ya saben, el gesto de: ¿Me puedo sentar?.

Se me quedó mirando con el ceño fruncido, antes de asentir, y retomar la lectura del libro que estaba leyendo.

La sala, siguió en completo silencio.

Pero entonces, se escucharon las risas de fondo.

¿Que quien era?

El señor risitas, don amargado y don ego.

Para este momento yo ya había casi brincado del sofá.

Camilo, hecho una ojeada, para ver quién había entrado haciendo tanto escándalo, después de ver quién eran, me miró a mi, y luego volvió su vista al libro.

Buena decisión.

—Pensé que ya estaban aquí. —fue lo primero que se me ocurrió decir.

Los tres me miraron con extrañeza.

—Si, bueno, nosotros pensamos que estabas con el pesado de Jack. —dijo Draco alzando las cejas varias veces.

Abrí los ojos cómo platos, y negué rápidamente con la cabeza.

Pero ya era tarde, Blaise y Mattheo se habían dado cuenta.

—¿Que?

—¿Que?

—Digo, con el pesado de... —trato de rectificar Draco, pero no, ellos eran más rápidos.

—¿Que? —repitió Mattheo.—¿Quién es Jack?

Reí nerviosamente y me aclare la garganta antes de contestar.

—Ah, Jack, je je, el es... Un... Amigo, si, un amigo.

—¿Por qué te has puesto tan nerviosa Morgan? —pregunto Blaise, frunciendo el ceño.

Se les arrugará la cara tan jóvenes.

—¿Yo?

—No, el vecino.

Podía salir de esta. Solo había que ser estratégica.

—Yo nunca les pregunto por ninguna chica que meten a escondidas —dije levantando los hombros, sin darle mucha importancia.

Oh eso es lo que quería aparentar.

Pero, si que me moría de las ganas por preguntarles.

—Es distinto. —dijo Draco.

—¿Por qué? ¿Por qué son hombres?

—¡Ajá! —dijo Blaise, dándole la razón.

—Pues yo creo que es casi lo mismo.

—Ay que ir a dormir ya. —dijo Mattheo repentinamente.

Cosa que agradecí.

—Ni creas que esto se va a quedar así Morgis —dijo Blaise, dando vuelta para subir los escalones que daban directo a sus habitaciones.

Seguido de Draco, y por último de Mattheo, que me dedico una mirada rápida.

En cuánto desaparecieron por las escaleras, alguien carraspeó detrás de mi.

Me dí la vuelta exaltada, pero, solo era Camilo.

Me había olvidado de que el estaba ahí.

—¿Tienes idea de lo mucho que me está costando concentrarme? —pregunto claramente hastiado.

¿Encerio?, Nuestra primera plática, y, ¿iba a ser así?

—Ay algo llamado "biblioteca" —dije fingiendo indiferencia.

—Ay algo llamado "Toque de queda".

—Ay algo llamado "habitaciones".

—Ay algo llamado "compañeros".

Abrí la boca para responder, pero ya no me quedaban más ideas.

El, claro, sonrío con suficiencia.

Idiota.

—Y por qué solo no lo lees mañana? —pregunte, luego de un minuto de silencio.

—Porque mañana es el exámen, listilla.

—Ya, y por eso estás de ese humor?

—Siempre he tenido este humor.

Dijo sin más, volviendo su vista, de nuevo, al dichoso libro.

—Había escuchado, que eras más educado —dije esperando respuesta.

Pero, esa respuesta no llegó.

Bien, gracias, de nuevo ignorada.

Podría acostumbrarme.

—Bueno, no ay que creerse lo que todos dicen. —dijo después de que me diera media vuelta y empezará a caminar.

Pero esta vez fue mi turno de no responder, así que solo me límite a subir las escaleras hasta llegar a mi habitación, que compartía con una chica, con la que no cruzaba más de 3 palabras.

Ella ya estaba dormida. O eso creía.

Me puse el pijama, y me acosté.

Mañana sería un largo día. Clases, más clases, preguntas, respuestas, y, lo más importante, el encargo de mi padre.

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