Haber heredado la posición de CEO tras la prematura muerte de su padre, a sus escasos 21 años le estresaba. Pero recordaba perfectamente esos tiempos: a punto de graduarse, lidiando con el duelo y una empresa de la que había que hacerse cargo. Hijo único, sin un solo hermano mayor que pudiera tomar las riendas del negocio. Eso fue en el pasado, las emociones eran un torbellino en su cabeza, pero no hubo tiempo de procesar la muerte de su padre antes de tomar posesión del cargo. Parecía que todo recaía en sus hombros; así era desde un principio y Geto Suguru anhelaba desde lo más profundo de su corazón que la situación cambiara. Pero ahora, con 28 años cumplidos, todo seguía igual. Del trabajo a su casa y viceversa, sin tiempo para algo más. O más bien, tratando de enterrar el dolor entreteniéndose con trabajo siempre.
Alguien tocó la puerta de su oficina suavemente. Saliendo de sus pensamientos, carraspeó antes de decir "Adelante". La puerta se abrió y detrás de ella apareció Ieiri Shoko, su secretaria.
-Señor, son las 10 y media de la noche, del viernes. Debería irse a descansar.- sugirió la joven, acomodando una pila de papeles de un lado del escritorio y levantando dos tazas vacías- Me encargaré del resto.
Suguru asintió con la cabeza. Sabía que era imposible discutir con esa mujer; ella seguramente encontraría la forma de mandarlo a descansar, no importaba el precio. Recogió su saco y se dirigió a la planta baja para irse a casa.
En el estacionamiento vió su reflejo en el cristal de su auto; se veía cansado, ojeroso por la falta de sueño, pero su estado podía ser peor. Él recordaba esos tiempos. Dió un suspiro y sacó su cigarrera para fumar antes de ir a casa. Prefería estar en cualquier lugar menos en casa. Era solo una caja vacía, inmensa para una persona solitaria. Cuando iba por la mitad del cigarrillo escuchó unos pasos a la distancia, volteando la mirada, pudo distinguir la silueta de Nanami Kento.
Nanami era un líder de proyectos en la compañía, uno muy eficiente a decir verdad, pero que a diferencia de él, odiaba trabajar tiempo extra. Su coche estaba estacionado a dos lugares del suyo. Suguru alzó una mano para saludar. Nanami hizo lo mismo, acercándose más y sacando un cigarrillo, acompañándolo a fumar.
Ambos hombres estaban marcados con las huellas del cansancio. Pero Nanami empezó la plática.
-¿Sabes, Suguru? Hace dos días recibí esta tarjeta de invitación. Puede ser que el cansancio me tenga muy jodido, pero estoy pensando que sería una buena idea ir.
Nanami extendió el pedazo de papel negro matte a Suguru.
Claro, él también había recibido una, pero fue directo a la basura. Una tarjeta de invitación al "King Cobra", el famosísimo Strip-Club. Necesitabas ser invitado para poder entrar. No era algo que cualquiera pudiera costearse. Y también era famoso por la cantidad de personas que habían sido baneadas de ese lugar. Las reglas eran simples: Si tocas a alguna bailarina sin su consentimiento, se acabó. Ellas tienen la última palabra con los guardias. Ellas deciden si se te permite entrar de nuevo o no.
Sin embargo, ¿Qué tipo de persona podía permitir a su personal hacer eso? La respuesta era bien sabida, pero temida por una gran cantidad de personas: Sukuna Ryomen. Ese era su pequeño paraíso, que por supuesto, también le dejaba buenas ganancias, aparte del tráfico ilegal de armas, entre otras cosas. Y con esas reglas que parecían absurdas, prácticamente estaba asegurando sus activos. Ese era su pequeño dominio, todos comían de su mano ahí.
-Olvídalo Nanami. Solo quiero ir a casa.
-¿Para qué? ¿Para seguir en tu depresión? Eso no es vida. Entiendo lo que sucedió, pero debes salir de ese agujero, antes de que sea demasiado tarde.
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Show me
FanfictionEl día a día sin sentido y la tensión acumulada buscan un escape. ¿Quien diría que en un Strip club se podría encontrar una piedra preciosa? [AU] [SatoSugu] Ninguno de los personajes mencionados es de mi pertenencia, Jujutsu Kaisen y sus personajes...