LUNES
El despertador suena a las siete de la mañana. ¡Qué asco madrugar!
Me levanto y me meto en la ducha sin ganas. Estoy agotada. No he podido dormir pensando en Eric. Cuando regreso a la habitación para vestirme, fijo mi mirada en la lamparita. Me siento en la cama y, con añoranza, paso mis dedos por el dibujo de sus labios y su nombre. Durante un buen rato me dedico a mirarlo mientras pienso en él.
Finalmente me levanto de la cama. Tengo que ir a trabajar. Me visto y cojo mi coche.
Cuando llego al trabajo, dejo el bolso sobre la mesa y siento que alguien se acerca a mí por detrás. Es mi compi, Miguel.
—Buenos días, preciosa. —Buenos días.
Al ver mi desgana, se aproxima todavía más y me observa.
—Vaya... —murmura—. ¿Iceman te hizo trabajar más de la cuenta? Tu pinta es horrible. Su comentario me reactiva.
—Sí —le digo, sonriendo—. Es un poco negrero en el trabajo. Pero por lo demás, bien. De pronto Miguel se percata del vendaje de mi brazo.
—Pero ¿qué te ha pasado?
Sin ganas de dar muchas explicaciones, musito: —Me quemé con la plancha.
Miguel asiente y vuelve a preguntar:
—¿Cuándo regresaste del viaje?—El viernes por la noche. De momento se han cancelado las reuniones que teníamos porque el señor Zimmerman tuvo que regresar a Alemania.
Miguel mueve su cabeza afirmativamente. Me coge del brazo y dice: —Vamos. Te invito a desayunar y me cuentas qué te pasa.
En el desayuno, para justificar mis ojeras, hablo de Curro. El simple hecho de nombrarlo me llena
los ojos de lágrimas y es un buen pretexto para que no se percate de lo que realmente me pasa. Veinte
minutos después, una vez acabados los desayunos, regresamos a nuestros puestos de trabajo. Hay mucho
que hacer.Mi jefa me saluda a medida que pasa por mi lado y me pide que entre en su despacho. Desea que le informe de qué tal ha ido todo y lo que le explico parece agradarle. Tras eso, me carga de trabajo. Su manera de decirme lo enfadada que está por que el jefazo me llevara a mí y no a ella es ésa: ¡agobiándome con el trabajo! Cuando salgo de la oficina por la tarde estoy agotada, pero decido ir al gimnasio. Necesito desahogarme y allí lo consigo.
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MARTES
Le envío un e-mail a Eric... No contesta.
Mi jefa me satura. Está tremendamente impertinente.
Cualquier día la mando a la mierda y me voy al paro de cabeza.
Fernando me llama. Hablo con él e insiste para que adelante mi viaje a Jerez.
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JUEVES
Me niego a enviarle más correos a Eric. Pero al final no lo puedo remediar y le envío uno en el que sólo pone «¡Gilipollas!».
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VIERNES
Mi desesperación es máxima.