La hora del corazón

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Summary: Estando sus corazones a flor de piel en altas horas de la noche, dos jóvenes enamorados revelan sus más sinceros y puros sentimientos. 

Esta es una secuela del fanfic llamado ''Problemas en la oficina'' y transcurre unos 4 meses después.


Los lunes nunca daban buena pinta para los trabajadores. Éstos entregaban sus almas en un empleo de 8-9 horas, con una carga de trabajo que se traducía en ojeras, dolores de espalda, saltos de comidas (algunas veces) y, sobre todo, estrés. Aunque eso no era lo que sorprendentemente molestaba el día de hoy a Norman Minerva. No, hoy la piedra en el zapato tendría otro nombre y forma. ¿O en realidad era eso una molestia?


—Dejé mis llaves en mi auto...si, también están las de mi casa...eh...

—Si, Norman, puedes venir a mi casa. 

No era la primera vez que él iba a la casa de ella. En realidad, desde que empezaron a salir se volvió algo usual, pero no caía en un exceso como para que empezara a ser un riesgo para su relación secreta. Y a pesar de que ya habían hecho eso con anterioridad, era difícil que no se pusiera tímido y nervioso.

Emma sonrió, porque supo que ese silencio significaba que él tenía pena. Le parecía bastante lindo y tierno.

—Iré por ti en cinco minutos, ¿de acuerdo?

—Muy bien...te espero. Hasta luego.

Cortó y aguardó por la pelirroja. Observó su reloj en su mano diestra, que marcaba las 22:15 de la noche. Él tenía que haber salido hace una hora y media antes, pero los pendientes no habían sido nada fáciles de acabar. Y bueno, era común que se quedara más tarde por ser el jefe.

Emma llegó en su pequeño auto color negro. A pesar del tamaño, era elegante y lindo. Bien dicen que las cosas se parecen a su dueño y eso se le venía a la mente al Minerva cuando notaba esas características del carro de la pelirroja. El vidrio de la puerta se bajó y Emma se asomó con una sonrisa, observando al CEO.

—"Buenas noches, señor Minerva. ¿A dónde quiere que lo lleve?" -expresaba juguetona.

—A su corazón, si no es mucha molestia. -contestó igual mientras abordaba el auto.

La frase causó una carcajada en la fémina, cosa que sonaba como un cantico angelical para los oídos del muchacho.

—Eso fue asquerosamente cursi. Y me encanta. -confesó y empezó a manejar hacia sus aposentos, a los cuales tardarían en llegar en 45 minutos de distancia.

—Así que el gran CEO y una de las figuras más importantes del mundo de la literatura ha olvidado sus llaves en su propio auto. Quién diría que al señor Norman Minerva fuera a ocurrir semejante...

—Accidente. Es un accidente, como le puede pasar a cualquiera. -dijo Norman queriendo defenderse.

—Yo le llamaría una tontería, pero si así quieres ponerle... está bien.

—Que no se te olvide que soy una persona y no una especie de dios.

—Más bien a ti se te está olvidando una cosa. -soltaba ella con seguridad en su voz.

—¿Eh? -El auto paró a en un semáforo que se puso de color rojo. Echó una mirada a su jefe y le observó sonriente con un ligero rubor.

—Se te olvidaba que tú eres mío.

Norman estaba tan rojo, que la luz del semáforo que le daba en la cara logró mezclarse perfecto con su rubor. Emma volvió a dar la cara al frente y cuando se puso verde la iluminación, pisó suave el acelerador. Estaba sonriendo victoriosa por su inesperado coqueteo.

𝓞𝓷𝓮-𝓢𝓱𝓸𝓽𝓼 𝓸𝓯 𝓝𝓮𝓿𝓮𝓻𝓵𝓪𝓷𝓭 - ɴᴏʀᴇᴍᴍᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora