Problemas en la oficina (+16)

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Advertencias: Este es un fanfic con contenido ligeramente subido de tono (smut)  por lo que queda bajo tu responsabilidad leerlo.


Summary: Emma tenía estrés laboral pero esto lo ignoraba por completo, ya que temía que su "exigente" jefe fuera a recriminarle. No obstante, ese jefe suyo pensaba en ayudarle a su fiel empleada de otra manera.


Últimamente tenía mucho estrés cargando en su pequeño y delgado cuerpo. Su empleo era bastante tedioso (y no lo odiaba, de hecho le gustaba, pero como cualquier trabajo, tenía muchas cosas que hacer) pero recientemente la tensión y presión del mismo estaba acumulándose poco a poco, tanto así que apenas tenía tiempo para respirar.

Emma Field, de 27 años, trabajaba como asistente del director de una de las editoriales más importantes del mundo: La Editorial Lambda, ubicada en California en Estados Unidos.

Su puesto era algo atareado y eso se notaba con las pilas de papeles que tenía en su escritorio. Checar muchos documentos, acomodar datos de libros y hacer un exigente uso de la informática eran solamente unas de tantas cosas que debía cumplir. A la editorial le estaba yendo bastante bien, sus libros se vendían como pan caliente, por eso había mucho trabajo por hacer.

Y es que se estaba notando en su cara todo ese sobresfuerzo. Requería un pequeño receso o algo que le hiciera sentirse más liviana por lo menos unos momentos, para poder seguir trabajando eficazmente.

Sus compañeras, Gilda y Anna notaban esto. Estaban igual o peor que su compañera. Ellas eran líderes de edición así que tampoco es que hubiera mucha diferencia en la carga de trabajo entre las tres. La peliverde, quien estaba tomándose un sorbo de café mientras descansaba un poco, miró a su mejor amiga centrada en su labor.

—Emma... ¿Estás cuidándote? -decía ella, con ese tono maternal que siempre la caracterizaba.  —No te ves muy bien que digamos...

—Gilda tiene razón -apoyaba Anna, quien también tomaba su café con Gilda. En su vaso decía su nombre, más unos corazones pequeños rayados con marcador negro y una nota que decía "para mi princesa, atte. Ray".—Necesitas relajarte un poco o vas a explotar.

—Estoy bien, chicas. -contestaba Emma sin despegar su cara de la pantalla. —aunque puedo decir que pronto necesitaré ir con el oftalmólogo de Gilda.

Las féminas estaban dudosas de Emma. A veces pensaban que se exigía mucho, pero es que era muy terca y no le gustaba dejar nada a medias.

Pero no todo estaba perdido para nuestra protagonista. Había alguien en particular sabía precisamente como podía ayudarle a Emma.

Norman Minerva, era el nombre del director de la editorial con tan solo 31 años de edad, pero que no se notaban bastante. Tenía su fama en las oficinas como por otras empresas semejantes por ser un hombre bastante estricto, firme y directo. No era alguien a quien vieses con una sonrisa a menudo, por no decir nula vez.

El susodicho miró desde sus aposentos a la ocupada pelirroja, tecleando con velocidad en el ordenador, teniendo una pincelada de cansancio en su cara. En parte sintió una pequeña culpabilidad por eso, pero para ser honestos, el tenía trabajos más pesados ya que prácticamente era el jefe. Pero ese no era punto para excusarse, si no que era bastante natural que hubiera rachas pesadas y rachas livianas en los empleos día a día.

No obstante, no iba a quedarse de brazos cruzados de todas formas. Así que empezó a ejecutar su plan, ahora que veía que era un momento "adecuado".

¿Qué tan prudente era siquiera describirlo así?

Eso daba igual ya, puesto a qué había requerido la presencia de la joven en su oficina.

𝓞𝓷𝓮-𝓢𝓱𝓸𝓽𝓼 𝓸𝓯 𝓝𝓮𝓿𝓮𝓻𝓵𝓪𝓷𝓭 - ɴᴏʀᴇᴍᴍᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora