¡ Buenas noches, Killua !

Prólogo

Killua se siente solo. Y aún siendo una persona que nunca ha necesitado afecto, el nivel de soledad ya era demasiado.

Refunfuñaba, tomando la manija de la puerta para abrir esta misma, y al estar toda su persona dentro de la gran habitación, cerrarla con furia y de golpe, haciendo exclamar a su progenitora.

Tenía el ceño fruncido, pero una mirada muy seria, casi inexpresiva.

Odiaba que le dijesen que hacer, y odiaba más que lo obligacen a salir con una chica, y solo por su estatus socioeconómico.

El y sus doce años recién cumplidos caminaron hacía la cama matrimonial. No tenía ganas de nada, hace tiempo que no tenía.

No le parecía divertido molestar al pobre Milluki.

No le entretenía comer esos platillos meticulosamente preparados para él.

No le entretenía si quiera respirar.

¿ Debía acabar con todo ?

¿ Acaso eso lo solucionaría ?

Escuchó algo. Un golpeteo en la ventana.

No se alarmó en extremo, solo que ese golpeteo completamente extraño le hizo despertar una curiosidad inhumana.

Levantó su albina cabellera junto a su cabeza, dejando ver sus preciosos ojos azules cuál zafiro.
Con sus delgados brazos levantó su cuerpo del colchón, y miró al gigante ventanal que adornaba su recámara.
Este ventanal estaba tapado en su totalidad con una cortina de tintes marrones, para evitar la vista de cualquier otra persona a su privacidad.

Pensó un poco, podría ser su Aniki, era una opción bastante buena y congruente. Pero algo despertaba demasiada curiosidad en el muchacho, quería ver qué o quién era.

Hizo una mueca de disgusto. No le parecía muy correcto ser él, el sorprendido o asustado, pero tenía que ver qué era, para su paz mental.

Cambiando de posición a una más práctica, dejó de tener una postura de hacer flexiones, y se sentó, con las piernas fuera del colchón blanquecino.

Dejó de colocar su mueca de disgusto, y pasó a una más seria.

Llegó al grisáceo suelo de un salto, y caminó a paso rápido hacía la tremenda ventana.

La abrió poco a poco, revelando el precioso y resplandeciente sol que brillaba con firmeza.
Bajó la mirada, y encontró algo; o mejor dicho alguien, bastante curioso.

Vio a un niño de; parecía su edad, tirado en el suelo, y el pequeño lo miraba fijamente. Sus ojos amarillentos color miel, su piel morena prácticamente bronceada, su melena larga y lacia, que le llegaba a los muslos enredada en el mismo suelo del balcón. Vestía un especie de traje verde, de shorts verdes y chaqueta verde, y sin contar las largas botas verdes.

— Qué. . . — Murmuró en su asombro.

El niño moreno le sonrió muy amablemente, y le gritó:
— ¡ Hola !

— ¿ Qué haces en el balcón de mi habitación ? Sal de ahí y vete. — Ordenó seriamente, aunque el mismo admitiría que quería interrogarlo.

— Nopi, me quedaré aquí. No tengo hogar, mi tía se mudó y mi abuela murió. Mi padre nos abandonó y yo aquí estoy. — Rimo con habilidad y sin intención de llevar a cabo una rima. Él solo explicaba su situación sin pena ni lamentos.

Killua relajó su expresión. Si no tenía hogar, ¿ podría esconderlo en su recámara ?

—. . . Watashinonamaeha-