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Kim Kibum tachó otro elemento de su lista, dejando solo dos tareas por terminar.

Se volvió de nuevo a su teclado y escribió rápidamente, calculando mentalmente cuanto tiempo le tomaría hacer la lista y luego terminar de prepararse para su cita de esa noche.

Se había duchado temprano, pero después cometió el error de ver su correo electrónico una última vez, solo para descubrir que su jefe le había enviado nueve e-mails, uno tras otro, sobre una inesperada reunión que necesitaba organizar para el lunes.

Hubiera sido bueno que le hubieran avisado sobre esta reunión antes del viernes por la noche, pero inmediatamente hizo una lista de cosas que hacer para prepararla. Kibum era el asistente administrativo de uno de los vicepresidentes de una corporación multinacional. Había tenido muchos percances de último momento peores que este.

Su pelo mojado goteaba alrededor de sus hombros, humedeciendo un poco la pequeña bata de satén que se había puesto al salir de ducharse y empapando la parte posterior de la silla de su escritorio. Sin embargo no podría concentrarse en secarse el pelo y maquillarse hasta que no se hubiera ocupado de los preparativos para la reunión.

No se alarmó cuando la puerta de su departamento se abrió sin previo aviso y un hombre entro. Ni siquiera desvió la mirada de su computadora.

Oyó a Minho en la cocina, abriendo la heladera y luego destapando una botella de su cerveza favorita, la cual Kibum siempre compraba para él.

Mientras él entraba al salón Kibum envió el e-mail y de inmediato abrió otra ventana para enviar un nuevo mensaje.

—Pensé que te pasaría a buscar a las siete y media— dijo Minho, acercándose para observar por encima de su hombro. Se había cambiado después del trabajo y ahora llevaba un par de pantalones caquis desgastados y su camisa verde favorita.

—Lo hará ¿Cuál es el punto?

—Tu cabello sigue húmedo.

Kibum dijo una maldición mientras escribía, volviendo a leer este mensaje antes de enviarlo para asegurarse de que no tenía errores. Iba para el rey de la gramática de la oficina.

—¿Crisis en el piso cuarenta y dos?— Minho siempre se refería a su oficina por el piso en el que se encontraba, el piso ejecutivo de la sede corporativa de su compañía.

—Solo tengo que organizar una reunión inesperada.

—¿No puedes hacerlo mañana por la mañana?

—Podría. Pero no me gusta dejar cosas sin hacer.

—Si, después de catorce años me doy cuenta de eso.

—Después de catorce años pensé que te cansarías de burlarte de mí porque resulto ser una persona muy organizada.

La sonrisa de Minho era distintiva. Comenzó con la cabeza inclinada hacia abajo para que Kibum no pudiera ver completamente su expresión. Luego levantaría la cabeza y lo miraría a los ojos. La lenta revelación de esa sonrisa era como el sol saliendo entre las nubes: cálida, llamativa y a veces cegadora.

Él sonrió con su cabeza baja, y sus ojos color avellana eran cariñosos cuando levanto su mirada para encontrarse con la de Kibum.

Su espeso cabello negro era un desastre, como siempre al final del día.

—No estoy seguro de que “muy organizada” describa completamente la extensión de tu personalidad de tipo A. (En esta teoría se describe a esa personalidad como ambiciosa, rígidamente organizada, sensible, verdadera e impaciente)

Kibum tuvo la urgencia repentina de sacarle la lengua al hombre que había sido su mejor amigo desde que tenían quince, pero se las arregló para resistir el impulso infantil.

Una noche con mi mejor amigo (Minkey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora