El vuelo de la golondrina

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Él, pasivo como las aguas de un lago, pero,

a veces turbulento como las olas del mar.

Ella, libre cual golondrina y preciosa como

los pétalos de una flor.

Se murmura que al verla él, extendiendo sus alas

al viento cayó bajo los hechizos de las

nereidas que profetizan el amor.

Fue tan grande su tormento que

pasaba el día soñando con ella, añorando

sus labios y fingiendo sentir su tacto.

Cuentan que ella, ajena al conocimiento de ese afecto,

se sentaba en sus márgenes a contemplar su hermosura.

Pasaron los días, las semanas y los meses,

hasta que el viento trajo consigo las primeras

bajadas de temperatura.

Una vez más, ella extendiendo sus alas al viento

se disponía a emprender el vuelo de la golondrina.

En ese instante, de él se apoderó la cólera de la ira

¿cómo era posible que ella se fuera, dándole la espalda?

Bramó contra el viento, ese maldito, promotor de tan nefasta desdicha.

En su locura, sus delicadas manos se transformaron

en garras feroces, que utilizó contra ella.

La tomó por sorpresa y entre sus alaridos,

la hundió en el fondo de un abismo tan oscuro

como las aguas negras.

Comentan que nunca más se volvió a ver por ese

lugar el vuelo de la golondrina.

A él se lo escucha sollozando con delirios

de loco por un amor, que su propio egoísmo destruyó.

No supo ver que el amor es libre y que si lo

encierras, palidece y muere con el tiempo.

Ella ya murió en esta vida, sin embargo, él va

muriendo en vida, ya que, sus ojos

jamás volverán a ser deslumbrados con

el vuelo de su amada golondrina.  

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