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Scorpius Malfoy.
Iba caminando por el pasillo cuando a lo lejos reconocí a Isabella, sonreí apresurando mi paso llegando con ella agarrándola de la cintura atrayéndola a mi haciendo que su espalda chocara con mi pecho.
—¿A dónde vas?—murmure en su oído.
—Al patio.—sonrió.—¿por qué?
—Pensé que podríamos escaparnos un rato y faltar a la cena.—di un apretón en su cintura,—¿Qué dices?
Se giró quedando frente a mi,—¿A dónde iríamos?
—Pensé que podríamos bañarnos en el baño de prefectos.—sonreí aún más llevando mi mano debajo de su oreja,—¿Aceptas?
—Sabes que sí...—asintió, agarre su mano entre lanzándola con la mía.
—Vámonos.
Empecé a guiarla al baño de prefectos, para decir la clave de acceso dejando que la puerta se abriera.
—Tranquila, Myrtle no está.—me reí a lo bajo,— solo estamos tú y yo, le pondré un hechizo para que no entre nadie.
—Es bueno saberlo.—dijo irónicamente, negué con la cabeza acercándome a ella sosteniendo su cara entre mis manos estampando mis labios con los suyos.
No tardo mucho en reaccionar cuando sus labios se movían sobre los míos, la guié a la pared acorralándola. Ladee mi cabeza a un costado profundizando aquel beso, mordí y chupe cortamente su labio siendo algo brusco escuchando un jadeo salir de sus labios.
Sus manos viajaron a mi túnica tirándola al suelo, me separé de ella quitándome el chaleco llevé mis manos a sus caderas pegándola a mi bajando a su cuello dejando besos húmedos y pequeñas marcas que no fueran muy notorias.
Subí mis manos sin despegarlas de su cuerpo hasta quitar la túnica al igual que su chaleco, la volví a besar empezando a desabrochar su camisa dejándola en sostén, por encima de él di un apretón para masajear en círculos. Sentí como mi camisa estaba siendo desabrochada hasta quedar en pantalón.
Baje mis manos apretando sus glúteos a lo que ella mordió mi labio suspirando, por debajo de su falda tuve más contacto con su piel, toqué dos veces sus muslos.
—¿Qué no nos íbamos a bañar?—preguntó divertida entre el beso, sonreí.
—Pero primero debo de quitarte la ropa para hacerlo.—susurre, volví a tocar sus muslos a lo que ella brincó la sostuve sintiendo sus piernas rodear mi cintura.
—Pero así nunca me podrás quitar la ropa.–se separó un poco viéndome.—¿no lo crees?
—¿Ah no?—hice que su espalda tocara con la pared, acerque más mi cadera con la suya.—levanta tus brazos pero abrázame bien con tus piernas.
