24. Pánico

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Mata a alguien, te sentirás mejor.

Esas palabras resonaban en mi cabeza, me nublaban la conciencia por completo.

No existía día alguno en el que no pensara en eso, los papeles dentro de mi cabeza se desempeñaban por separado. Convertirme en el monstruo que todos aborrecían pero que una parte de mi amaba o seguir siendo la chiquilla callada que de igual forma odiaban, en ambas circunstancias salía perdiendo, no importa el papel que ejecutará, el odio y las malas miradas siempre iban a estar presentes.

Está vez no quería ocultar mis impulsos, quería hacerlos emocionantes y divertidos. Sentirme yo por unos malditos minutos.

Ansiaba una emoción real capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera. Quería volver a sentir la adrenalina recorrer mi sistema.

Deseaba tal emoción, que no me detuve a pensar lo que haría a continuación. No controle mis impulsos cuando sentí el tacto frío del hierro bajo mis manos. Veía a las personas a mi alrededor, rostros difusos y lejanos de la realidad que estaba evocando, tan ajenos a lo que sentía y pasaba por mi mente. Tan alejados y poco preparados para lo que estaba por suceder.

No paré al escuchar el primer grito salir de sus labios, tampoco lo hice cuando escuché el segundo. Miradas de pánico, lloriqueos y jadeos de dolor; el auditorio se llenó de todos ellos en tan pocos minutos que fue tan cómico ser la protagonista de tan carismático acto. Este era mi momento y no iba a parar hasta lograr mi cometido.

Me sentía incontrolable y tan sedienta de poder.

" Tranquila, no pasa nada, es solo un pequeño rasguño. Nada que una bala en el cerebro no pueda arreglar. "

Perdí la cuenta de la cantidad de veces que impacte aquella barra de metal sólido en su pierna. No lo mataría, pero si dejaría una marca permanente en su futuro; lo haría desear estar muerto.

Este es mi juego, el auditorio es mi cancha, los alumnos y sus estúpidos padres los espectadores y el cuerpo de este imbécil mi bola para batear.

Golpe, tras golpe, tras golpe me hacían sentir en comunión conmigo, me hacían sentir yo.

Una risa estruendosa y tan llena de alegría brotó de mis labios.

Te lo dije, Neri.

Deje caer el metal a un lado y sonreí satisfecha con el resultado.

Ves lo liberador que resultó.

Por primera vez en tanto tiempo escuchar la voz de Graciel me alegro.

Las personas a mi alrededor se ocultaban detrás de otros en busca de protección o simplemente miraban la escena sin saber que hacer. Nadie se acercó a mí, nadie intento detenerme y eso me resultó encantador.

El resultado final siempre tiene que ser magnífico, como la escultura final de un artista. Todo debe quedar seguro y en su lugar.

Fomentar el miedo en lugar de sentirlo es sumamente gratificante y embellecedor.

Aspire el aire de incertidumbre que me rodeaba, era pacífico ser la responsable de estos silencios. Tome siento en uno de los escalones que daba al escenario del auditorio y mire a todos con una sonrisa en los labios.

- ¿En que demonios estabas pensando? — bramó Noah mientras tocaba el puente de su nariz con nerviosismo.

Sonreí y pase la mano por mi cabello con tranquilidad.

- No dirás nada — volvió a insistir más angustiado que antes.

Negué.

- ¡Joder Nerissa le has roto la pierna al chico con una jodida varilla de metal frente a toda la universidad!— exclamó escandalizado mirando a nuestro alrededor — ¿Sabes la cantidad de problemas que esto te traerá?, ¡Por mi madre muerta, esto te asegurará un pase directo a la cárcel! — suspiro con pesadez.

Los Monstruos De DortmundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora