Kiribaku

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Odiaban el invierno desde que entraron en el curso de héroes, la elevada localización de la academia los hacía mucho más duros de lo habitual y por ende entorpecía los entrenamientos dejando a los jóvenes en un estado mental y físico deplorable.

Ese día no era mucho mejor, aunque sintieron todos y cada uno de sus cuerpos liberarse del peso de tener que ir a clase ese día. Parecía no haber amanecido, el cielo era completamente negro emborronado por una densa niebla, tampoco ayudaba el diluvio que llevaba cayendo desde la pasada madrugada y más de uno juraba no haber vivido una tormenta más aterradora.

En medio de todo esto la residencia de los héroes provisionales estaba sumida en el silencio, a pesar de que la mayoría se agrupaba en la sala común nadie tenía los ánimos de hacer algo para matar el tiempo. Sorprendentemente, Bakugo estuvo más callado de lo normal reduciendo sus interacciones a ruidos de desagrado y es que su mente estaba varias plantas más arriba, concretamente en la suya propia en la habitación de un atolondrado pelirrojo que no había dado señales de vida.

Dejando a sus compañeros con una mirada de confusión se levantó repentinamente, dispuesto a averiguar el estado de Kirishima.

El pelirrojo por su parte, hacía ya varias horas que se encontraba encerrado en su dormitorio observando todos y cada una de sus pertenencias, tratando de no dejarse llevar por los delirios que su fiebre comenzaba provocarle. Cuando tres toques para nada delicados y una voz ronca se escucharon a través de la puerta.

- ¡Pelo pincho, abre estoy aburrido de esos extras! - mintió - Bueno no es como si tú no lo fueras, pero te odio un poco menos. 

A Kirishima se le iluminó el rostro, sintiendo la ilusión recorrer su cuerpo luchó con el dolor de su cuerpo para abrirle la puerta.

- ¡Bakubro! - sabía a la perfección que el rubio odiaba ese apodo, aunque él también lo hacía por motivos diferentes - Pasa, pasa. 

Katsuki frunció el ceño, mirándole de pies a cabeza e instintivamente llevó una mano a la frente de su compañero. - Pero qué, Kirishima estás ardiendo. 

La preocupación se le instaló en el pecho, sin dudarlo entró al varonil dormitorio sujetando al pelirrojo de la mano. Kirishima lo miraba estupefacto, sintiendo como el calor volvía momentáneamente tan solo a sus mejillas ¿Qué le pasaba a Bakugo? El chico estaba terriblemente enfermo y  ni siquiera se había percatado de ello atribuyendo todo al cansancio de las clases del día anterior.

Con suma delicadeza Bakugo lo hizo tumbarse sobre la cama, mientras él mismo revolvía la habitación en busca del botiquín que todos tenían para estas situaciones, tras eso tomó asiento en una silla que puso al lado de la cama sin deshacerse de su gesto preocupado.

Era muy impropio de alguien como él, aunque todo aquello era genuino. Sin embargo no era de piedra, y cuando tras asegurarse de la comodidad ajena y de haber puesto todo en orden se percató de la situación la vergüenza atrapó cada poro de su cuerpo.

Sin poder evitarlo lo observó. La imagen que el rubio tenía era la más bonita que jamás había presenciado, Kirishima estaba tumbado de lado  con las mejillas sonrosadas ahora más notorias y adorables gracias a su postura, aquellos ojos carmesíes que tan loco lo volvían - aunque no lo admitiría nunca- se encontraban brillantes y cristalizados.  Y  qué decir de esos labios, adoraba la permanente sonrisa filosa que Kirishima tenía, pero la visión de esos carnosos labios rojos e hinchados hacían que le costara mantener el control.

Tragó saliva y se pasó la mano por el cabello, algo incomodo con la mirada fija del pelirrojo sobre sí. 

- Joder, Kirishima trabajas demasiado duro, deberías tomarlo con más calma no puedo cuidarte siempre. - Bakugo optó por encubrir sus emociones bajo la molestia - Toma esto, te sentirás mejor.

El pelirrojo lo miró con gesto de cachorrito regañado y pasó a mirar la cuchara con jarabe que este sostenía, la fiebre parecía desinhibirle - No.

- ¿Qué? Kirishima vamos, necesitas tomarte esto. - dijo sorprendido.

- He dicho que no quiero, no es varonil. - berreó esbozando un puchero infantil.

Con un suspiro Bakugo miró al techo, miró la cuchara con jarabe y por último lo miró a él. 

- Eijiro, o te tomas la medicación para la fiebre o haré que te la tomes.  - el mencionado entrecerró los ojos y sonrió travieso.

- Oblígame. - retó ahora sentado en la cama.

Algo dentro de Bakugo se encendió, ahora él también estaba sobre la cama sosteniendo con una mano el rostro del pelirrojo mientras que la otra se ocupaba de no derramar nada.

- Abre la boca. - intentaba ser todo lo delicado que podía, pero el chico no se lo estaba poniendo fácil y la cercanía de ambos le cortaba la respiración. 

Kirishima negó, ganando otro suspiro. 

- Abre la maldita boca. - el agarre sobre el rostro de Kirishima se intensificó, poniéndolo nervioso. Bakugo no pasó por alto el detalle, igual ahora sabría como darle el jarabe.

Ocultando una sonrisa engreída, se lo volvió a pedir. Su voz salió aterciopelada y baja, creando un ambiente íntimo entre los dos mientras su mirada oscilaba entre los ojos y labios ajenos. 

- Por favor Eiji, abre la boca. - la distancia entre ambos era casi inexistente, esta vez el pelirrojo entreabrió sus labios dejándose llevar por la emoción del momento.

Tras unos segundos con los ojos cerrados, en su lengua notó un amargo sabor a regaliz. 

- Buen chico, Eiji. - Bakugo lo miró triunfante, ahora con una cuchara de jarabe completamente vacía, sabiendo que el deseado beso vendría más tarde.



Boku no hero academia One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora