Hola, de nuevo nos encontramos. No esperaba tu llegada y mucho menos de esta forma imprevista, pero ya estás aquí. Ven, siéntate un rato y quédate conmigo, tengo algo que quiero compartir.
Ya han sido muchas noches las que no te presentas invadiendo mi corazón y exhalando tus fragmentos de mi alma, debo decir que eso duele, ya que te convertiste en el antídoto del veneno que mi subdesarrollada soledad producía. Recuerdo esos días de caminata en el que te apañabas a seguir mis pasos, de vez en cuando fingía amarrarme los zapatos solo para disminuir nuestra distancia. O esas mañanas tan espectaculares cuando despertaba exaltado por tenerte en mis sueños, la ansiedad corría en mis venas y deseaba cerrar mis ojos y continuar con nuestro cuento de hadas.
Bueno, llegaste de nuevo y he de reconocer que me siento jodidamente feliz por esa desdicha que viví y experimenté. Cada partícula de mi ser está reverberando gozo por la destrucción que sufrió y que ahora juegan al rompe cabezas intentado unir cada pieza, no como estaba anteriormente, si no descubriendo nuevos trazos combinando tonos infinitos que ondean el cosmo de mi interior. Así es, soy un universo interesante, estoy utilizando mi propio Hubble captando la belleza de esa magnífica inmensidad.
Hoy has llegado, levantemos las copas, brindemos por eso que nos entregamos, que nos obsequiamos, que recibimos e hicimos de nosotros algo único, nos moldeamos a nuestro antojo, superamos nuestras capacidades, crecimos, pero por sobre todo, nos amamos...
Ya no sé en qué te haz convertido, en mi ángel o mi demonio, en mi salvadora o mi verdugo, en mi luz o mi oscuridad. ¿Quieres escuchar lo que pienso al respecto? Ya no me importa, tú eres tú y lograste tu propósito en mí, por eso te sigo amando y te sigo odiando; me acuerdo de tí, me olvido y te vuelvo a recordar. Ya no me quedo esperando por algo, solo continuar agradeciendo todo hasta el final.
Ahora es tiempo de que te marches, no puedes quedarte un rato más conmigo, a otros debes visitar y no me interpondré en tu caminar. Cuando te marches, por favor no cierres la puerta, dejala abierta, vuelve cuando estés lista que aquí estaré, no esperándote ni soñandote, estaré en renovada transformación diaria porque eso me enseñaste. Cuando pases nuevamente por esa puerta volveré a destapar la botella y brindaremos, así como hoy hemos brindado.