Miraba desde la otra esquina del salón como te acorralabas a ti misma en un rincón, asustada y sola, con un vestido blanco que te llegaba hasta las rodillas. Te veías preciosa, parecías un ángel.
Tus ojos brillaban, estaban las luces de la fiesta de graduación siendo reflejadas en tus ojos o eran lagrimas silenciosas que morían por ser derramadas, él no podía saberlo. Tal vez nunca lo sepa con claridad.
La canción más calmada de la noche comenzó a resonar por las cuatro paredes, todos buscando con la mirada a sus parejas. Era muy difícil comprender todo este escenario, todos tienen a alguien en mente cuando de amor se trata, ese alguien que se roba cada parte de ti, ese alguien que te vuelve endemoniadamente loco. Todos tenían a ese alguien en sus brazos, balanceándose de aquí a allá, dejándose llevar, entregándose en alma y cuerpo.
La triste melodía lo mareaba... tan fluida y suave, él se dejaba llevar, y te miró una vez más, no pudo evitar pensar por quinta vez lo hermosa que eras. Te veías preciosa, parecías un ángel.
Podría jurar que en un parpadeo todo desapareció, sus preocupaciones, sus pensamientos negativos, todo aquel mal que lo arrastraba a un hoyo oscuro y profundo. Ya no había nada. Solo estaba tu mirada angelical puesta en él, te tenía por fin, solo para él. No pudo evitar dejar que una sonrisa tímida se le escapara, te vió sonreír, te vió sonreír como no te había visto en meses y adoraba que esa sonrisa fuera debido a él. Como todas tus sonrisas debieron haber sido.
Esta vez no ibas a escapar, no te irías, no quería que te fueras, iba a hacer por fin lo que no tuvo el valor de hacer hace mucho tiempo. Cada paso parecía eterno y lo hacía sentir más cansado, agotado, como si se llevara toda su energía. Todo parecía ir mal hasta que llegó a tus brazos, la calidez no había cambiado, seguía siendo tan cómodo como un hogar. El hogar de Jungwon.
Mientras lágrimas traicioneras acariciaban las mejillas de Jungwon sus brazos solo te rodearon disfrutando cada parte y cada centímetro de ti. Estaba temblando, suspiros salían de su boca, no podía articular una palabra, ¿Es que acaso nadie lo entendía? Eras el deseo más grande de Yang Jungwon y por fin habías vuelto, habías vuelto por él, lo podía sentir.
Pasaste tus manos con delicadeza por su espalda para acariciar sus hombros terminando en su nuca, él no pudo evitar sollozar fuertemente, cada toque lo hacía caer más y más. Se sentía tan real, como si por fin hubieras respondido a todos sus llamados, todos sus gritos. Su herida no parecía abrirse como era usual cada que te recordaba, en cambio, se estaba cerrando y le dolía demasiado.
