La Caída de un Gamos (Parte I)

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Promesas

Decir que estaba nervioso en esos instantes podría haber parecido un eufemismo. Sin englobar realmente el gran sentimiento y hormigueo que  discurría a lo largo de su piel, el júbilo que explotaba en su alma, en la sonrisa perenne que tenía ese día porque al fin había llegado.

Por fin. Después de al menos unos tantos eones. Su matrimonio había llegado.

Shoto se sentía extrañamente ilusionado. Era inevitable para él no sentirse emocionado, arrebatado por el pensamiento futuro de que por fin alguien lo amaría, de que por fin alguien lo esperaría en casa, de que por fin alguien lo mirara con los mismos ojos fulgurantes de amor que él profesaba.

Y qué mayor dicha que casarse con el dios más hermoso de todo el Olimpo. El dios que había causado que todos sus hermanos pelearan por él, el dios que jamás lo juzgo y le abrió las puertas de su casa, el dios coqueto y brillante que ahora sería suyo y solo suyo. Izuku. El tesoro de todos sus tesoros.

El sol del alba se empezaba a asomar entre los amplios ventanales de todo el palacio y ya el sonido de la servidumbre preparando todo para la llegada del nuevo señor del palacio se escuchaba por los pasillos.

Las inmortales preparaban habitaciones, comida y buscaban el vino más fermentado que había en sus anaqueles. Los inmortales por otro lado iban a los mataderos a degollar a los ciervos y a las reses más grandes que habían para el futuro banquete, así como reparaban lo roto y preparaban sus armaduras para la llegada del nuevo señor.

Todo el jolgorio que se escuchaba en el palacio era orquestado y vigilado por la mirada heterocromática, quien no podía dejar de sentir el gran peso de la emoción caminarle por el estómago y subírsele hasta el rostro en una sonrisa. No había podido pegar ojo durante toda la noche gracias a la gigantesca emoción que lo embargaba y la sola sensación de sentir tan cerca el cuerpo de Izuku con el de él le había generado una gran ansiedad.

— ¡Mi señor! — exclamó alguien.

Todoroki vio como Tetsu Tetsu, un inmortal que estaba bajo sus órdenes, se le acercaba con una copa de metal mate bruñido entre las manos y con paso apresurado. Llevaba su armadura de hierro brillante que asimilaba el color blancuzco de su cabello y respiraba agitadamente.

— ¿Pasa algo, Tetsu? — interrogó el dios de la forja.

— Sí, mi señor, la poción que nos pidió no pudo fermentar bien — explicó el dios avergonzado y con el rostro al suelo — las cocinas han estado manteniéndose en calor y eso evitó que la fermentación se diera de buena manera.

— Eso quiere decir que... — mencionó Shoto para permitir que Tetsu prosiguiera.

— Tal vez la poción no esté lista para esta noche.

Todoroki frunció el ceño y empezó a indagar en su mente. Tomó la copa que le tendía el inmortal y bebió de su contenido en un sorbo. Todo tenía que salir perfecto ese día, los planes deberían darse bien, sin embargo, existían estos imprevistos. Así que empezó a cavilar por unos instantes, lo cual mantuvo a Tetsu en absoluta tensión por haber decepcionado a su señor en una simple tarea.

El silencio del dios mantuvo a su inmortal nervioso y ansioso, hasta que su voz interrogó:

— ¿Tenemos licor de claveles aún?

A Tetsu Tetsu lo tomó desprevenido la pregunta, pero contestó inmediatamente.

— Sí, mi señor. Aún queda parte de la botella que nos dio Midnight-sama.

El dios de la forja le tendió la copa nuevamente y Tetsu la tomó, esperando las órdenes de su señor.

— Usen unas gotas de licor de clavel por cada litro de poción que tenga — aseveró el dios mientras le volvía la espalda — y traspasen eso a los anaqueles junto a los vinos.

Doux DieuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora