De no haber exactamente 404 kilómetros entre nosotros, habría estado en la puerta de tu casa diez minutos después de enterarme de lo que querías hacer. Sentí la peor de las impotencias al entender que la única forma de saber cómo estabas era mediante una computadora y un teléfono, pero era lo que había, y en esos momentos, pensaba que tal vez fuese solo otro intento fallido. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con la que era tu mejor amiga (siempre tuve la sensación de que estaban entrando en algo más complejo que eso), ya que la última vez que lo habías intentado, ella me fue pasando el parte. No sabía mucho más que yo, ustedes dos habían tenido algún tipo de pelea la otra semana y no se habían hablado mucho desde entonces, según lo que entendí. Preguntamos en el grupo de Facebook en el que te conocí: nada, en el grupo de Whatsapp de éste: menos. Te llamé a tu casa, a tu celular, te mandé mensajes de Whatsapp, de Facebook, SMS, te pregunte como estabas por Ask y Twitter, de haber tenido con que te hubiera hecho hasta señales de humo, o qué se yo. No dabas el más mínimo rastro de vida, y yo empezaba a desesperarme mientras pasaban las horas y no sabía nada de vos.
Apenas era medianoche, y yo ya lloraba. Mis amigas (no las idiotas del colegio o del club, mis amigas las de verdad, de esas que conocí en su mayoría gracias a vos y a tu grupo, y las chicas del fan club del que te habré hablado en algún momento) ya no sabían cómo consolarme, usaron todo argumento habido y por haber, pero no podían calmare. Yo estaba dolida, enojada, indignada, me odiaba por no poder hacer nada que te ayudase. Sentía una terrible punzada en el pecho, me faltaba el aire, no tenía fuerzas, temblaba. En el grupo de Whatsapp de Neverland (vale la pena contar que este grupo que hiciste, me salvo la vida más veces de las que te puedas imaginar), íbamos contándonos lo que conocíamos de tu situación, esperando que alguien llegara y dijera algo que no sepamos, que estabas bien, que había sido un mal entendido, que estabas en la clínica, que estabas grave, que no habías sobrevivido, lo que fuese, pero necesitábamos saberlo.
Iban pasando las horas, los del grupo iban yéndose a dormir luego de decirme que les avise cuando me entere de algo, cada vez quedábamos menos, cada vez estaba más desesperada, los consuelos eran cada vez menos eficaces, pensaba cosas cada vez más terribles, y soluciones aun peores. Pensé en salir de casa a esa hora (ya serían las 3:00 ) hasta la terminal de ómnibus, y subirme al primero que fuere a Mar del Plata. Obviamente no lo hice, porque entendí que pasara lo que fuera a pasar, yo iba a llegar tarde.
A todo esto, había dejado de importarme ocultar mis sentimientos, ya había tirado todo a la mierda. No me importo haber demostrado todo el amor que sentí (y siento) por vos. En el grupo de Whatsapp, se fueron todos, y para las 5:00, solo quedábamos despiertas Sol y yo. Era entendible que ella lo hiciera, porque insisto, era tu mejor amiga, y me hubiera jugado la cabeza a que era algo más que eso; yo, en cambio, no tenía ninguna excusa decente, pero no me importaba.
Llegó el momento en el que con Sol nos manteníamos la una a la otra, intentando parar de llorar, convenciéndonos de que solo estabas durmiendo, intentando distraernos o pensar en cosas buenas. Antes de las seis, Sol ya estaba destrozada, cansada, deprimida, perturbada, y lo peor de todo: se había entregado. Yo misma la mandé a dormir, para que deje de pensar en esto y recargue fuerzas para el día que se avecinaba. Las primeras dos veces, se negó, pero a la tercera que insistí, finalmente accedió; me dijo cosas como “apenas sepas algo llamame, no importa cuando”, “¿segura que podés vos sola?”, “¿vas a estar bien?”, “prométeme que no vas a hacer ninguna boludéz ”, y otra cantidad de consejos peticiones y preguntas, antes de poder dormir. Quedé yo sola, dando vuelta el mundo, buscando respuestas que no aparecieron.
Serían alrededor de las nueve de la mañana, yo me estaba muriendo en todo sentido. No sabía nada de vos, definitivamente eso era lo más devastador; pero a eso había que sumarle que llevaba prácticamente veintiún horas sin dormir, veinte sin comer (había evadido la merienda, y estuve desde las ocho de la noche encerrada en mi cuarto, negándome a hacer otra cosa que intentar saber cómo estabas), entre que llevaba otra gran cantidad de horas sin tomar, y todo lo que había llorado, estaba espantosamente deshidratada, me había bajado la presión, y siendo realistas, ya había perdido toda fuerza vital que me quedase. No estoy segura si me desmayé o me quedé dormida, pero en algún momento parpadeé y no pude volver a abrir los ojos durante las siguientes tres horas.
Me levanté a las doce (cosa que no es común en mi, menos en vacaciones), y bajé corriendo a buscar la Notebook, para ver si se sabía algo sobre vos. No terminó de prenderse cuando mi mamá me dijo que tenía que comer; me negué rotundamente a perder el tiempo, ella no entendía que simplemente no podía detenerme a hacer otra cosa, que necesitaba saber algo. Después de 5 minutos de lucha, le terminé gritando “ ¡¿EL CHICO QUE AMO PODRIA O NO ESTAR MUERTO, Y NO ME DEJAS SABER COMO ESTÁ?!” .
Obviamente me comí una tremenda bofetada, la cual fue seguida por un abrazo. Mi mamá me dijo que tenía que comer igual, que muerto o vivo ibas a estar igual, que si me fijaba o no, no iba a cambiar nada; ella tenía razón, pero cuando estás en ese momento, lo último que haces es entender de razones. Mis papás tuvieron que agarrarme de los brazos y, forcejeando, sentarme en la silla, a poco me atan. Comí lo más rápido que pude, y agarré la Notebook. En ningún lado había nada, hasta que leí que en tu muro, un amigo tuyo había puesto que apareciste en tu cuarto, con los brazos todos abiertos, empastillado, y muerto; que no podía creer que te hubieses suicidado, y todo ese tipo de estupideces. Entendí que había que ser mal amigo para no saber cómo eras, ya que todos conocíamos la posibilidad de que esto pasara alguna vez.
Subí corriendo a mi cuarto, dando un portazo. Me desplomé contra la puerta, y volví a llorar. Sentí cosas inexplicables, pero más que nada, el más grande de los dolores, y un inmenso vacío. Gracias a vos yo seguía viva, y así tan de la nada te fuiste. Eras mi motivación, mi esperanza, mi luz, mi todo. Ya no tenía nada. Volvía a estar sola en el mundo, y nadie entendería mi dolor.
Sol.
¿Cómo se supone que iba a decírselo? Vacilé 10 minutos, pero entendí que sería injusto que se enterara por alguien más, yo le había prometido decirle pase lo que pase. La llamé, ella atendió, yo no sabía que decirle. Lo único que pude hacer fue ponerme a llorar de nuevo. Ella entendió que ya no estabas, y también lloró. Pude imaginar su cara desfigurándose en ese momento.
-Gracias… p-po-por…. Por avisarme
-No… no es nad…nada. Cu-cu-cualquier c-c-cos-s-a q-que neces-s-ites aca estoy.
-L-lo mismo.
No pudimos decirnos nada más, así que colgamos al mismo tiempo.
Creo que me conocés lo suficiente como para saber que esa tarde me escapé de casa, corrí todo el camino hasta la terminal de ómnibus, y salí en el primer viaje a Mar del Plata. Dejé una nota en mi cuarto, en la cual decía que no importaba si cuando volvía me mataban, pero tenía que ir; que iba a estar bien, y que por favor, por el bien de todos, no fueran por mí.
Llegué de madrugada, y me sentí una estúpida. Llovía, no tenia donde parar, no conocía el lugar, y sobre todas las cosas, era una nena de 13 años perdida, lejos de casa. Tenía algunos familiares ahí, pero no pensaba buscarlos, hablarían con mis papas, y yo no pensaba volver. Lo único que se me ocurrió fue llamar a Sol, no quería ser una carga, pero tenía demasiado miedo como para pasar la noche afuera en un lugar desconocido. A los 20 minutos apareció, nos abrazamos, y lloramos juntas. Me llevó a su casa. Me dijo que su mamá no estaba, que volvía dentro de uno o dos días, que no pasaba nada si me quedaba. Me contó que al otro día por la tarde iban a enterrarte. Esa noche, ninguna de las dos pudo cerrar los ojos.
Cuando te velaban, me quebré. Te vi por última vez, adentro del ataúd que aun estaba destapado. Estabas tan pálido… Pensar que nunca iba a volver a ver el brillo de tus ojos, nunca iba a volver a escuchar tu voz, nunca iba a verte reír otra vez, no podría a abrazarte de nuevo, nunca iba a probar tus labios. Fue casi involuntario, pero te besé. Acto seguido, volví a llorar, prácticamente aferrada a tu cuerpo inerte. Tuvieron que sacarme literalmente a rastras, mientras luchaba por soltarme y gritaba.
En el entierro, había muchas personas de Neverland. A Sol y a mí nos abrazaron, y dijeron tantas cosas, como si fuéramos tus viudas o algo por el estilo. La mayoría sabía lo que me pasaba con vos, entonces muchos intentaron darme inútiles palabras de consuelo. Llovía como si el cielo fuese a caerse, es más, como si también llorara. Por poco hago que me entierren sobre ese cajón en el que estás pudriéndote ahora. Sol también se puso mal, y varios de los de Neverland tuvieron que aferrarse a nosotras. Tu mamá lloraba apartada de todos nosotros.
Otra vez, me arrastraron hasta la salida.
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Cuando decidiste suicidarte
Short StoryCuando él decidió suicidarse, nunca se detuvo a pensar en lo que dejaba atrás...