Levi necesita dinero para salvar su cafetería. Eren necesita un novio falso para salvar su pellejo de un matrimonio forzado. Dos vidas con un complicado pasado en común se ven forzadas a reencontrarse para ayudarse mutuamente...
Porque un contrato...
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El reloj marcaba cuarto para las nueve de la noche cuando la pequeña campana, acomodada sobre la puerta de mi cafetería, sonó anunciando la entrada de un nuevo cliente.
Desde mi lugar, tras la caja registradora, dejé de contar las pocas ganancias que habíamos tenido ese frío día de otoño y automáticamente mis ojos se fijaron en el hombre joven con apariencia desgarbada; alto, de piel morena y preciosos ojos dorados, que acababa de pasar, pese a que ya teníamos colgado el cartel de cerrado en la puerta.
Un segundo después, me encontré con la respiración atorada en la garganta. Las manos me temblaron y si no fuera por mi poca habilidad para mostrar sentimiento alguno probablemente hubiera terminando con la boca abierta de la mera impresión.
¿Por qué...?
Quizá debí haber reparado mejor en ello. Debí saber que esa inesperada visita no traería nada bueno a mi vida. Al menos no de nuevo. Pero estaba más entretenido pensando en el por qué de su presencia. Por qué después de tanto tiempo Eren Jaeger volvía a poner un pie en mi cafetería...
En mi vida.
¿Cuánto tiempo habíamos pasado sin vernos? ¿Un año? ¿Año y medio, tal vez? No lo sabía con exactitud porque él había perdido importancia en mi vida cuando decidió esfumarse de mi lado, creyendo lo que quería creer.
Isabel, mi ayudante durante las tardes, dejó de limpiar la ultima mesa para voltear a ver al hombre que había entrado.
—Lo siento, cliente —se excusó ella, poniendo su mejor sonrisa—. Por hoy el servicio ha terminado. Pero le invitamos a volver mañana, ¡con gusto le atenderemos! Nuestro horario es de siete de la mañana a ocho y treinta de la noche.
Eren sonrió a medias y le dedicó una rápida mirada a Isabel antes de volverse hacia mí. El brillo en sus ojos incrementó el cosquilleo que se había desatado en mi estómago y tuve que apartar la mirada.
No soportaba ni mirarlo.
—Oh, siento venir tan tarde —dijo él sin quitarme la mirada de encima—. Pero no vengo como cliente. En realidad, sólo deseo hablar contigo, Levi.
La sola mención de mi nombre me hizo estremecer por completo. No lo demostré, pero ver a Eren ahí, sonriendo como si hubiera olvidado el pasado, todavía me afectaba muchísimo.
Pasé saliva e intenté mostrarme lo más indiferente que me fuera posible. Pero me estaba costando trabajo porque, ¿de qué quería hablar conmigo? Pensé que todo había sido dicho, hacía un año, aquel día de febrero.
—Ah, está bien —solté como sin importancia, para que él viera que yo ya lo había superado todo. Las rencillas del pasado por mi parte habían sido olvidadas—. Si no te importa hablar aquí, por supuesto. Aun tengo trabajo que hacer.
—Para nada. Este lugar es perfecto.
Tras aquella frase, una sonrisa y otra mirada hacia Isabel, Eren buscó una mesa disponible. Eligió la que solía ser su favorita, la ultima de la izquierda. La que era un poco más privada, lejos del tumulto y donde no llegaba a escucharse tanto las pláticas de los comensales. Se sentó en silencio, invitándome con una mirada a tomar asiento en la silla que estaba frente a la suya, como solíamos hacerlo en el pasado.