Conociendo a un atormentado

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Los únicos sonidos en aquel lugar eran su casi inaudible llanto que no parecía querer parar, se sentía horrible, pisoteado, humillado y despreciado, aunque tratara de mirarlo desde diferentes puntos de vista seguía sin poder comprender el porqué de su situación y la razón de aquellas crudas burlas. Cada vez su sensibilidad aumentaba y eso lo enloquecía, le daba tanta pena, pero no era la suficiente para ser capaz de pedir ayuda pues su temor era mucho más fuerte, en ese momento solo le preocupaba si la cosa empeoraba, ¿podría ser más malo de lo que ya era? No quería imaginarlo pero cada vez que se preguntaba eso siempre lo sorprendían, en primer lugar ni siquiera tenía una puta idea del porqué debían hacerle sentir de ese modo ¿en qué se había equivocado?

Era como si todo el mundo quisiera pisotearle la cara cada vez que podía y no sabía cómo reaccionar a eso. Así que una vez más, corrió a cualquier destino que lo llevaran sus pies sin pensarlo, estaba completamente ahogado en el pánico. Y así fue como terminó temblando en aquella azotea, tratando de desatar aquel gran nudo que retuvo en su garganta durante la mayor parte del día.

Se consideraba algo tonto por olvidar aquel lugar, era un buen sitio, sobretodo para alguien perdido como el, además era bastante silencioso, quizá se hubiera zafado de los matones un par de veces si lo hubiera tenido en cuenta.

Que lamentable que su linda tranquilidad no sería para siempre.

De la nada escucho como la puerta se abría permitiéndole la entrada a... ¿quién sabe? y de la nada sintió como unas vagas pisadas hicieron rechinar la escalera tras su espalda, indicando que alguien estaba subiendo a su sitio actual. Instintivamente giró la cabeza hacia atrás pero en cuestión de segundos se obligó a mirar al frente, para observar el paisaje fuera de su instituto o bien, para tratar de distraerse de lo que pasaba, porque de verdad quería convencerse de que no estaba tan atemorizado, pero no importa que pensara, siempre estaba esperando lo peor, siempre esperaba por esos bravucones.

-Quizá suene duro, pero este lugar es mío.- soltó de forma demandante una voz grave.

Kise se limitó a voltear la cabeza hacia la voz y apenas se dio cuenta de quién se trataba le dio la espalda al tipo algo avergonzado, le hubiera importado una mierda que viera su estado tan lamentable, pero no era cualquier persona, para su mala suerte, tenía que encontrarse justo con un moreno que se le hacía bastante conocido.

《 Aomine Daiki 》


El más alto tenía una gran personalidad, se le daba fácil escupir todos sus pensamientos sin ningún tipo de cobardía, hacía y deshacía cuando le daba la gana, siempre atrapaba los ojos ajenos con su marcada presencia en cualquier lado, sin mencionar que por lo menos su nombre ya era algo reconocido tanto dentro como fuera de aquel misero instituto por su gran habilidad en el basket, que con tan solo verlo en la cancha, la atención del público siempre se veía atraída, era algo tan emocionante de ver, el rubio podía afirmarlo, el entendía al público.

La primera vez que Ryouta lo conoció, fue de una manera algo ¿cómica?, ¿ridícula?, ¿repentina?, ¿tonta?, ¿todas las anteriores? Si, todas las anteriores. Mientras el de ojos dorados trataba de encontrar algún tipo de chispa en su vida tan monocromática junto alguna solución de sus soporíferos días, una pelota de basket se estrelló violentamente contra toda su nuca sin ningún aviso.

[[ ¡Lo siento, lo siento! Jaja... oye, tu eres ese famoso modelo... ¿Kise-Kun? ]]

Nunca había jugado basketball así que decidió darle una pequeña probada, sin saber que se encontraría de nuevo con esa enorme silueta que se le hacía tan llamativa, esa que nunca podría olvidar y aunque quisiera ¿como podría?, si fue el imbécil que lo golpeó con un balón en sus primeros días de clases.

Devolviéndole La Luz Al SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora