𝐎𝟏彡 🥞𝐀𝐂𝐄𝐑𝐂𝐀𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎

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Sus hijos eran unos angelitos. Eso era lo que él pensaba. Las demás niñeras se quejaban y en general, decían que eran demonios disfrazados de niños. Había sido realmente una suerte que después de dos largos meses, Hashirama Senju no hubiera renunciado al empleo.

Madara Uchiha entró a su casa, cansado después de un largo día en el hospital. Sus hijos ya estaban dormidos y la casa estaba en silencio. Se dirigió a la cocina, en donde Hashirama usaba un delantal y le servía la comida.

—Adelante, pase, la cena está servida.

—¿Cómo has sabido que era yo?

—Reconocería sus pasos en cualquier parte.

Se sentó y empezó a comer, mientras su empleado doméstico limpiaba los trastes. No podía despegar su vista de su retaguardia. Debía admitir que Hashirama era más que atractivo. Pero no podía permitirse enamorarse.

—¿Cómo se portaron mis hijos?

—Oh... Obito e Itachi hicieron muy bien su tarea, aunque Obito tuvo dificultad para la de Inglés, le ayudé. Y Sasuke también se comportó excelente.

—¿De verdad? —eso era toda una sorpresa, considerando que todos decían que Sasuke iba camino a ser el segundo demonio... Porque Madara era el primero.

—Si. Mucho. Se comió todas sus verduras y contó con los dedos y no se atrevió a rayar ni una pared —afirmó con orgullo.

—Vaya, has logrado lo que nadie nunca ha logrado. Ni yo pude hacer que dejará de rayar la pared.

—También hay otra cosa —se volvió un poco tímido.

—Dímelo.

—Pues... Sasuke me llama papá. A veces los demás también.

A Madara le sorprendió y se sonrojó inconscientemente. A él sus hijos, desde el más grande hasta el más pequeño, le decían mamá. Y si a Hashirama le decían papá, ¿estaban esperando que se casaran? No, se corrigió de inmediato, solo era así porque Hashirama era su figura paterna; en otras circunstancias no habría pasado algo así.

—B-básicamente eres s-su padre —empezó a tartamudear.

—¿Se siente bien?

—Yo... Si, gracias —terminó de comer y tras echarle un vistazo, fue a bañarse.

Pensó en cómo se sentiría al tener a Hashirama bañándose con él. Y suspiró. Se asustó de inmediato, sintiéndose como un adolescente pervertido; le recordaba a su yo de dieciséis años al que le gustaba mirar hombres musculosos en las revistas. Terminó de bañarse; se puso su pijama y unas zapatillas y bajó. Ya estaba vacío. Caminó por los pasillos hasta que llegó a la habitación de Hashirama. Acarició la puerta, de repente sentía deseos de entrar ahí.

—Madara, no tenga miedo de pasar —dijo el moreno desde adentro. La puerta estaba entreabierta.

—¿Siempre sabes cuándo estoy? —se sintió tímido otra vez.

—Sip —Hashirama se levantó para abrir la puerta por completo. Madara lo encontró aún más atractivo que antes. Su piel tostada contrastaba con la camisa blanca y los pantalones rojos de pijama que traía; sus músculos... oh, sus perfectos músculos; su sedoso cabello castaño, con sus dos mechones cayendo por la frente; su hermosa sonrisa blanca y sus atrayentes ojos castaños.

—¿Puedo pasar?

—Usted es el dueño de esta casa, claro que puede.

—Pero ahora tú vives aquí —entró con paso ligero. Hashirama apagó el ordenador que estaba usando; Madara recuerda que fue una de las pocas cosas con las que Senju llegó a su casa.

—Venga —se sentaron en la cama. Permanecieron un rato en silencio hasta que Madara abrió su boca.

—Hashirama... nunca me has contado cómo llegaste aquí.

—¿Seguro que quiere escucharme? Es un poco larga a decir verdad...

—Quiero escucharte —se sonrojó al decir eso y se corrigió—: ¡No porque me intereses o algo así! Es que eres mi empleado y debo saber en manos de quién dejó a mis niños. —Intentó inventar una excusa y eso solo hizo que el castaño se riera un poco.

—Llevo dos meses aquí...

—Pues puede que este puesto sea tuyo por mucho tiempo. —Sin querer, la mano delicada del Uchiha se deslizó hasta encontrarse con la de Hashirama, que era más grande.

—Está bien, le contaré. Yo crecí en una familia más o menos grande. Mi papá me echó de la casa... ya no me acuerdo porqué. Desde pequeño tuve que trabajar para mantenerme con vida; así aprendí a cocinar y a limpiar, cosa que a usted le gusta. Estudié a medias, pero leía cada libro que caía en mis manos y por eso sé leer y escribir. Ya hace tiempo que vine aquí, he vivido haciendo trabajos ocasionales. Luego la agencia me dijo que este puesto estaba vacío.

—Vaya, la has tenido peor que yo.

—¿En serio? ¿Qué le pasó a usted? —preguntó con interés, fingiendo que no se había percatado de que sus manos seguían juntas.

—Mi papá tiene una compañía poderosa y quería que yo fuera el CEO de la compañía. Pero mi papá estaba ausente en casa, de modo que tuve que criar a mi hermano, quien heredó la compañía, pero luego la abandonó para ser médico, igual que yo.

—¿Y puedo preguntar por los niños...? O sea, ¿es usted casado, divorciado o viudo?

—Ninguna —la risa de Madara le pareció preciosa a Hashirama—. Itachi y Sasuke son hijos de mi hermano Fugaku y su esposa, Mikoto. Fallecieron en un accidente de coche. Obito es hijo de una sobrina, quien era adolescente cuando dio a luz. Acordé adoptarlo e inicié el proceso incluso antes de que naciera, tengo contactos. Ella... también murió, en el parto. Y desde entonces, Obito me llama mamá y esa mala costumbre se la pegó a los otros.

—Me parece bonito que lo consideren su madre; una madre no solo es aquella que te dio a luz, madre es aquella que te escucha, te entiende, te abraza cuando estás triste, te apoya y está orgullosa de ti. O bueno, orgulloso en su caso.

—Además, ¿cómo piensas que soy casado? Si fuera así, no estarías aquí.

—Es cierto, jaja.

Charlaron un rato más, hasta que dieron las once de la noche; Madara había llegado temprano ese día. Se levantó y fue a la puerta. Antes de salir, le dijo a Hashirama.

—Mi hermano nos invitó a su chalet el fin de semana; si quieres, puedes venir con nosotros.

—Sería un honor acompañarlos.

—Y mis hijos te adoran, el honor sería para mi.

—Si usted me dice ven, yo voy, solo... dígame ven.

Hashirama, qué galán, pensó el Senju, viendo el sonrojo en las mejillas de su empleador.

—Entonces, ven. Sígueme y vuela conmigo —le guiñó el ojo antes de salir y cerrar la puerta. El moreno se dejó caer en la cama, suspirando. Sí, estaba muy enamorado de ese hombre. Pero, ¿Madara aceptaría su amor alguna vez? Si fuera Hashirama el que le dijera ven, ¿él iría?

Madara, Madara, Madara, Madara... fue su último pensamiento antes de dormir sin quitar las sábanas.

𝐀𝐋𝐌𝐎𝐒𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora